La India flamenca de Gualberto

Gualberto es el Ravi Shankar andaluz. Un músico que viene a La Bienal para presentar un espectáculo con estructura de música clásica pero con un sitar y para tocar palos flamencos . Encima, quien aparece sobre una alfombra y con los pies descalzos es un icóno del rock. En sus cuerdas están los mil colores de la India de Steve McCurry y las sombras de Murillo. Lo genuino también tiene su espacio en este festival.

Las composiciones, en su mayoría, vienen de las melodías y cadencias del cante y la guitarra pero han sido transportadas para que encajen en su instrumento. Todo se filtra por la tonalidad «re», que es la que admite el sitar. Tanguillos, una farruca que mira a Valderrama y Enrique de Melchor pero que goza de vida propia, alegrías, soleá, seguirillas y bulerías componen el repertorio. Primero lo interpreta el sevillano junto a la percusión, después la orquesta de cámara lo desarrolla: violines, violas, viento metal, contrabajo y chelo que dialogan sobre el camino que marca Gualberto.

Flamenca, clásica y oriental, la complejidad de la obra y el gusto con el que ha sido concebida arrancó los aplausos del público . Estamos, por su puesto, ante uno de los grandes músicos españoles del S. XX. Digámoslo sin complejos. Porque hace décadas que le mostró un universo de posibilidades a varias generaciones pero sigue al pie del cañón de la creación. Esto es la vanguardia. Naufragar por los pentagramas del mundo y terminar con una propuesta inmensa.