Crítica de música clásica

La zarzuela arrasa

El recital de Elina Garanca en el Teatro de la Zarzuela vino a demostrar que la calidad es el mejor de los caminos para la defensa de un género tantas veces estereotipado

Elina Garanca y su marido, el director de orquesta Karel Mark Chichon, saludan al público tras el concierto del domingo JAVIER DEL REAL

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Sobreponiéndose a la tensión ambiental que el domingo se respiraba en el Teatro de la Zarzuela , el recital de Elina Garanca vino a demostrar que la calidad es el mejor de los caminos para la defensa de un género tantas veces estereotipado. La absorción que el moderno Teatro Real va a hacer del viejo coliseo de la calle Jovellanos, ya lo saben los lectores de ABC, tomó forma a través de un comunicado leído por el director musical Karel Mark Chichon , quien, junto con Garanca, reclamaron «un teatro público y accesible». El jaleo de los espectadores se sumó a la ya importante reacción frente a una actuación definitiva, soberbia y arrolladora.

En las versiones musicales de Garanca hay una evidente hipertrofia de la naturaleza esencial de la zarzuela y una incierta traducción del texto, pero es tan abrumadora la perfección técnica que cualquier propósito estrictamente emocional queda en segundo lugar. La versión junto a Andeka Gorrotxategui de la jota de «El dúo de la Africana» alcanzó cotas afectivas muy elevadas porque el tenor vasco vino a ponerle sal a la cuestión a pesar de que su timbre sea ahora más opaco. En su primera actuación madrileña, y desde la primera nota, Garanca se impuso por la calidez del timbre , por la uniformidad, por la intensidad del volumen y lo infalible del criterio. Mark Chichon contribuyó con versiones ágiles, directas y punzantes. Se fue haciendo, poco a poco, con la Orquesta de la Comunidad de Madrid y desde una todavía torpe segunda suite de «El sombrero de tres picos» se creció en igualdad, implicación y redondez.

Se oyeron fragmentos de «Carmen» en los que la seguridad y el carácter espartano dibujaron a una protagonista cierta y calculadora. El alarde de medios y la rotundidad del agudo convirtieron la romanza de «El barquillero» en una ostentación de facultades. Vino a redondear la escena el Coro del Teatro de la Zarzuela, particularmente efusivo en el chotis coreado de «La chulapona» . Y, en el final, la canción española de «El niño judío» contaminando de entusiasmo el Teatro de la Zarzuela. Se puede cantar de maneras diversas, pero alcanzar tal superioridad es muy difícil.

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