«I Puritani», el bellísimo canto de Camarena y Yende

El tenor y la soprano encandilaron al público del Liceu en el estreno de la temporada con «I Puritani»

La soprano sudafricana Pretty Yende junto al Tenor mexicano Javier Camarena Efe

Pep Gorgori

Música: V. Bellini. Intérpretes: J. Camarena, P. Yende, G. Montresor, M. Mimica, M. Kwiecien. O. S. y Coro del G. T. del Liceo. Dirección: C. Franklin. Dir. de escena: A. Miskimmon. Lugar: Liceo, Barcelona. Fecha: 5 de octubre.

El Liceo publicitaba al tenor Javier Camarena y la soprano Pretty Yende c omo la pareja artística del momento y, a juzgar por los aplausos que suscitaron al final de la función, acertó. Ambos encandilaron al público con sus arias y sus dúos. El tenor mexicano añadió un peldaño más a su relación de amor incondicional con el público liceísta ya desde la primera aria, la comprometida «A te, o cara». Una vez más, dominio técnico y una musicalidad a prueba de bombas se aunaron, pese a que durante la semana una pequeña afección hizo temer que el cantante se viera obligado a ceder a Celso Albelo el honor de abrir las representaciones en el Liceo.

Por su parte, Yende se fue metiendo al público en el bolsillo paulatinamente. Si bien -quizás por su juventud- no posee un registro grave tan potente como sería deseable, Yende exhibe un buen gusto, una proyección y una afinación que hace pensar en un futuro aún más brillante que su presente.

Entre el resto del reparto, francamente irregular, destacaron el barítono croata Marko Mimica y la mezzo española Lidia Vinyes-Curtis, que defendió con solvencia el papel de Enriqueta de Francia, una aparición breve pero comprometida, ya que obliga a medirse con todos los protagonistas de la acción. Franklin dirigió con razonable solvencia la orquesta, si bien en no pocos momentos se apreciaron algunas imprecisiones a la hora de conjuntar los solistas vocales con la masa instrumental. El coro siguió mostrando su buen momento bajo la dirección de Conxita Garcia.

Por lo que respecta a la puesta en escena, Annilese Miskimmon ha querido acercar esta ópera al presente ambientándola, en parte, en la Irlanda del Norte de los años 70, en pleno conflicto entre católicos y protestantes.

Por una parte, su juego escénico tuvo éxito, ya que nada más iniciar la representación generó un breve debate entre el público. Unos subtítulos sobre los conflictos en suelo británico en el siglo XVII y en el XX dieron pie a algún miembro de la audiencia a hacer comentarios sobre la decapitación de Carlos I de Inglaterra y extrapolar ese hecho a la actualidad de la política española en lo que atañe a la cuestión catalana.

Con todo, el público no recibió bien la puesta en escena en su conjunto. Aunque es cierto que exigía un cierto esfuerzo captar el mensaje de Miskimmon, también lo es que, una vez adentrados en el juego, es un montaje que funciona a la perfección y aporta algo de aire fresco -sin estridencias- a un título que, de presentarse con una escenografía convencional, habría sacado a relucir lo anodino y dramatúrgicamente pobre de un libreto pensado más para hilvanar grandes arias que para aportar credibilidad al conjunto.

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