Ivo Pogorelich: «A veces se tocan obras maestras como si fueran música de ascensor»

El pianista cierra hoy en el Auditorio Nacional, junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia, el ciclo Grandes Clásicos de la Fundación Excelentia

Ivo Pogorelich ABC
Julio Bravo

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Hace ya mucho tiempo que Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958) dejó de ser el enfant terrible del universo pianístico y, a pesar de ello, no consigue desprenderse completamente de aquella imagen. Pero ahora, a punto de cumplir los sesenta años, y con una exitosa carrera de más de tres décadas, el intérprete muestra su madurez tanto ante las teclas del piano como ante las del ordenador, que emplea para contestar esta entrevista vía e-mail. Pogorelich cierra hoy, 31 de mayo, en el Auditorio Nacional, y con la Orquesta Sinfónica de Galicia –bajo la batuta de Dima Slobodeniouk– la temporada del ciclo Grandes Clásicos de la Fundación Excelentia. Ayer ofrecieron las mismas obras –el Segundo Concierto para piano de Rachmaninov y la Cuarta Sinfonía de Chaikovski– en La Coruña y mañana lo harán en Alicante.

Vuelve usted a España con uno de los conciertos más emblemáticos de la literatura pianística, el segundo de Rachmaninov. ¿Qué tiene de especial para usted esta pieza?

Es una historia personal que empezó cuando era muy joven y tenía muy poca experiencia en tocar música de este autor en particular. En esa época, entre 1970 y 1975, estudiaba en el Central Special Music School de Moscú; allí estábamos los considerados como los mejores talentos de nuestra generación. El espíritu del colegio era muy competitivo (como Oxford o Cambridge) y los profesores a menudo nos pedían piezas para las que teníamos poca o ninguna preparación en cuestión de estilo y de composición, por lo que ese método a menudo nos llevaba a la frustración. Nunca fui amigo de esa aproximación a las obras, es como si le enseñas a nadar a un niño lanzándole al agua; puede ser traumático. Y eso es lo que sentí cuando entre los quince y dieciséis años me pidieron que aprendiera este concierto. Por supuesto que me gustaron los temas y las armonías, pero entendía poco del estilo y la técnica necesaria para esta controvertida pieza. Hoy en día, por otro lado, prevalece una manera de tocar este concierto de forma simple e incluso vulgar, como si no fuera uno de los más maravillosos conciertos nunca escritos, pareciéndose a veces más a un barato espectáculo de Brodway. Sucede algo parecido cuando la poética música de Albéniz y Granados es interpretada sin profundidad, lo que provoca que algunos piensen que es una música de segundo orden para ascensores o restaurantes; esta comparación es muy precisa. He vuelto a este concierto en varios momentos de mi vida, siempre intentando leerlo como si fuera la primera vez, ¡Vamos a ver lo convincente que es mi interpretación de hoy!

¿Es el repertorio ruso en el que se encuentra usted más a gusto?

No, mi preparación musical y pianística no me atrapa en ningún estilo particular o nacional; muy al contrario, me abre las puertas hacia música de culturas diferentes y épocas distintas.

¿Qué es lo que más le satisface de tocar junto a una orquesta?

Compartir el escenario con músicos jóvenes y directores con talento con la mente abierta y dispuestos a dar una entusiasta actuación junto al solista.

En unos meses cumple sesenta años. ¿De algún modo es una época para reflexionar sobre lo que uno ha hecho, o usted no le da importancia al calendario?

Llevando una vida sana tanto en el plano físico como mental y siguiendo una dieta equilibrada, un artista en mi posición no suele pensar en ello, sino que se prepara para nuevos retos y proyectos.

Lleva muchos años en primera línea, y a pesar de eso en varias ocasiones se siguen recordando sus comienzos «excéntricos», por llamarlos de alguna manera. ¿Por qué cree que es?

Algunas personas tenemos tal espíritu, pasión y audacia que a veces nos lleva a provocar reacciones diferentes, incluso fuertes.

Usted, imagino que sin quererlo, inauguró una nueva etapa en la música clásica en la que la imagen tenía una gran importancia. ¿Cómo ve ahora el panorama musical en este sentido? ¿Y el pianístico?

Como me ocupo únicamente de mi trabajo tengo muy pocas oportunidades de escuchar a mis colegas y mucho menos la capacidad para analizarles, pero siempre habrá lugar bajo el sol para personalidades que con esfuerzo y fe en su trabajo serán considerados en el arte de tocar el piano por encima de los demás.

Al principio detestaba la propaganda, como por ejemplo la de Deustche Grammophon, y las entrevistas triviales en las que siempre tenía que contestar dos preguntas: “¿Es Chopin su compositor favorito?” y “¿es usted la estrella pop de la música clásica?”

Desde su situación actual, ¿cambiaría algo de su carrera?

No, a lo largo de mi vida a menudo me he enfrentado a tendencias que no eran válidas para mí. Al principio detestaba la propaganda, como por ejemplo la de Deustche Grammophon, y las entrevistas triviales en las que siempre tenía que contestar dos preguntas: “¿Es Chopin su compositor favorito?” y “¿es usted la estrella pop de la música clásica?” Mas tarde intenté responder a los periodistas de manera un poco más profunda, deseando llegar al corazón del lector y dejando el territorio de la fama en una sana distancia.

Con la perspectiva del tiempo, ¿cree que hay un repertorio para tocar en la juventud y un repertorio para tocar en la madurez?¿ Si cree que sí, ¿Cuáles serían esos repertorios?

De hecho, en los últimos cinco años he vuelto a propósito a muchas piezas de música que toqué de niño y adolescente, y lo he hecho como quien coge una vieja camisa del armario, la pone al sol y después de plancharla se la pone. Algunas de esas piezas las interpreto otra vez en concierto después de cuarenta o cincuenta años sin hacerlo. La religión budista, entre otras, nos enseña que deberíamos enmendar todas nuestras relaciones, si es posible, antes de morir, para que no aparezcan en próximas reencarnaciones; y la religión católica nos enseña a perdonar, por lo que en la vuelta a esas piezas de la juventud hay una dimensión espiritual, como un despertar de los sentimientos cuando abres la partitura de una pieza de música después de medio siglo.

Hace unos años rebajó el número de conciertos que ofrecía al año. ¿Sigue con ese ritmo más pausado?

Si y no, la mayor parte de mi actividad concertística han sido tradicionalmente recitales, pero últimamente estoy colaborando más con orquestas y estoy preparándome en repertorios que nunca he tocado. Este invierno he comenzado a leer dos conciertos de Shostakovich y he continuado trabajando en dos conciertos de Ravel que interrumpí hace muchos años. Han sido muy inspiradores los últimos tres inviernos en los que me he tomado unas largas vacaciones para trabajar en la villa de un amigo en Marrakech, donde aprendí bastantes piezas de música como «La Valse», de Ravel, deleitándome con el despliegue de tonalidades rosas y turquesas de los bellos atardeceres de África del Norte.

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