Loquillo: «En España hay una asignatura pendiente de envejecer con elegancia en el rock»

El rockero catalán presenta el último tomo de sus memorias noveladas «Chanel, cocaína y Dom Pérignon»

Loquillo ha publicado su cuarto libro Maya Balanya
Javier Villuendas

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«En el rock es muy importante ir a la contra, y pensé que la mejor manera era llevar esmoquin», cuenta Loquillo en la presentación de «Chanel, cocaína y Dom Pérignon» (Ediciones B), el tomo final de sus memorias noveladas. Arropado por el novelista Carlos Zanón, «El Loco» es una máquina expendedora de perlas. Sabe llamar la atención, lleva 35 años en el negocio . Quizá por eso sus cuatro libros acaban siempre con una bomba, en este caso de ETA en el Hipercor en Barcelona, al lado de su casa, justo cuando conquistaban el número 1.

1987 es el año en el que el rockero da carpetazo a su labor memorística, ya que continuar sería «el tópico del tópico, del triunfo del artista, de que los Guns N’ Roses no nos llegan a las suelas de los zapatos... No es literariamente interesante». Su padre le dijo: «Vive la vida que yo no pude vivir». Y por eso esta es la historia del hijo obediente «de un carabinero republicano exiliado que llega a estrella, la historia de unos killers de garaje que acabarán siendo héroes». Siempre puede chirriar que alguien se considere héroe a sí mismo, por eso Zanón avisa que esto va de «unos pícaros escapando de las discográficas, de fans talibanes, de dealers sevillanos y de sus egos que iban detrás para comérselos». Loquillo niega problemas de ego.

«La Movida va del 78 al 84, cuando cierran el Rockola y muere Benavente , y luego solo es folclore», analiza. Barcelona pasaría a ser la ciudad más «cool» del país con los mods de Brighton 64 o Los Negativos y su banda de teddy boys. «Lo que más me gustaba de la Movida es que un hijo de un estibador como yo hablaba con el hijo de Berlanga. En Barcelona, había una gran diferencia entre Diagonal para arriba y Diagonal para abajo», afirma, para explicarnos cómo era ligarse a una pija y venderle chocolate con avecrem a su novio.

A sus 58 años, José María Sanz sigue fiero, y si no que se lo digan a los tres periodistas que fueron agraciados con un corte digno de Josep Borrell , otro rockstar. Aunque sabe lo que se le viene. «Me estoy preparando para envejecer. En España hay una asignatura pendiente de qué es envejecer con elegancia en el rock. Hay que irse como Bowie ». Pero añade: «Cuando más dure, más por culo voy a dar. Por aquellos que quisieron echar a patadas, a los que me infravaloraron. He visto gente pasar y lo seguiré haciendo».

En la canción que da título al libro, Loquillo entona: «Me gustan las chicas que por condición necesitan tiempo y dedicación, elegantes y bonitas, con liguero de Dior, Chanel nº5 y Dom Pérignon». Un tema que podría ser de C. Tangana , trapero de moda. «Es una canción cínica, sobre los inicios de la España del pelotazo», comenta. Y lanza una reflexión lampedusiana: «Modernidad es correr. Hay que estar siempre en movimiento para mantener el sitio».

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