El día que Julio Iglesias se convirtió en una superestrella

Han pasado 50 años del Festival de la Canción de Benidorm de 1968 cuando el cantante ganó la edición que le llevó a la fama

Julio Iglesias tocando «Todo sigue igual» en el Festival de Benidorm de 1968 EFE

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El Festival de Benidorm lo ganó, en el verano de 1968, un tal Julio Iglesias , a bordo de la canción « Todo sigue igual ». Era la décima edición del certamen, que nació imitando la fórmula en forma del Festival de San Remo , origen de Eurovisión. Julio fue presentado como un muchacho que llevaba dos años en el oficio de la música, y que había sido portero del Real Madrid , en las divisiones inferiores. O sea, que Julio no era Julio Iglesias, pero a partir de ese triunfo sí lo fue, con lo que pudiéramos decir que al Festival de Benidorm le habían dado el premio Julio Iglesias. Sonó en serio el Festival de Benidorm.

Hoy, el título de este trofeo de verano sigue atado gloriosamente al nombre del cantante, que viene sobreviviendo décadas a todo verano, y a todo trofeo. Julio se presentó en el escenario tal y como es, sólo que con menos siglos de biografía y un traje blanco, en lugar del traje azul que ha convertido en traje de faena. Desde aquel día Julio ha hecho carrerón, pero lo que se dice carrerón, y encima sin cambiar la pose de perfil derecho, que a él le ha molado siempre, y moviéndose poco o nada en el escenario. Conozco muy pocos casos de artistas que hayan llegado tan lejos moviéndose tan poco.

Naturalmente, Julio es hoy un ilustre irremediable. Pero hay algo en él todavía de aquel joven de Benidorm, de aquel joven que amaba el vino, de aquel zagal que elegía como nadie a las coristas. A Julio tras aquel exitazo de «La vida sigue igual» le hicieron rápido el primer contrato para grabar un disco, y hoy tiene hasta un Guinness , porque es el artista latino que más discos ha vendido en todo el mundo . O sea, que es Julio el best seller campeón del elepé, que ahora se llama CD, o álbum a secas. No hacía mucha falta la contabilidad del Guinness, porque a Julio se le escucha en todos los ascensores de los hoteles del mundo, y es estrella de repertorio de karaokes. Difícilmente se puede triunfar más. Es Julio, de algún modo, el hilo musical del planeta , incluyendo aviones y verbenas.

En Benidorm se vio lo mismo que hoy se ve: un melódico de embelesar a señoras de lencería de oro. Tiene un mérito llevar siglos de aupado en el tajo, sin rival, y sin relevo. Siempre se tomó el trabajo como un atleta. Tiene un optimismo de sonrisa de juerga, y ha vencido de largo los setenta tacos. Gasta un bronceado de Miami, pero en rigor es de la República Dominicana, donde tiene una casa formidable con piscinas de un agua color pureza y unas chicas jóvenes y en bikini que van y vienen como palmeras sexuales entre las palmeras propiamente dichas del sitio. Yo diría que su bronceado es interior, porque ha hecho de él una imagen, más el traje azul, invariablemente oscuro, y el perfil derecho siempre de frente a la afición. Sabe, desde antaño, que si no haces una imagen, te la hacen. Lo sabe desde que al Festival de Benidorm le dieron el premio Julio Iglesias.

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