Iván Ferreiro: «Golpes Bajos es desesperanza y miedo, una cabronada de música»

El artista gallego publica este viernes «Cena recalentada», disco de versiones de la banda liderada por Germán Coppini

Iván Ferreiro EFE

Nacho Serrano

Los fundadores de Golpes Bajos han sido dos de los genios del pop español que peor han gestionado su talento. Tras los cuatro años de vida del grupo (1982-1986), el cantante Germán Coppini se perdió en un laberinto de intelectualidad que boicoteó sus creaciones en solitario, y el teclista Teo Cardalda, que alcanzó el éxito con Cómplices, no tardó mucho en ver cómo su música perdía relevancia y conexión con el gran público.

En 1997 se reunieron para revisitar el repertorio golpebajiano en «Vivo» , pero no supieron hacer bien las cosas ni en fondo ni forma. No invitaron a sus viejos compañeros Pablo Novoa y Luis García, y deformaron el espíritu original del grupo sustituyendo la caja de ritmos por una batería. El fiasco comercial de la gira que siguió al lanzamiento los devolvió a los dos a la casilla anterior, y ya nunca más se supo de Golpes Bajos hasta 2006, cuando la banda sevillana Maga acompañó a Coppini en un concierto que conmemoró el 25 aniversario de la movida madrileña en la sala El Sol.

Mientras, Novoa empezó a trabajar con Iván Ferreiro, apasionado incondicional de Golpes Bajos con el que antes o después, acabaría tocando viejas canciones como «No mires a los ojos de la gente», «Cena recalentada» o «Malos tiempos para la lírica». Lo hicieron en directo en 2014, en el festival Portamérica, pero la cosa se quedó ahí.

Sin embargo, hace ahora un año, Ferreiro estaba abriendo sesiones en su ordenador «y de repente vi lo de Golpes Bajos. Vi todas las programaciones, las guitarras, todo ahí, y dije: ‘Esto solo hay que cantar un poquito, tocar dos cosas y lo grabamos’. Lo que pasa es que luego Pablo se lió la manta a la cabeza y decidió que lo grabáramos todo otra vez». Dicho y hecho. Acompañados por el hermano de Iván, Amaro, y de Marta Toro, Martí Perarnau y su ingeniero de sonido, Luis Antelo (que lo grabó casi todo salvo algunas cosas que llegaron de Madrid, como los metales de Tony Moreno y Pirata), y con los otros dos miembros originales de Golpes Bajos Teo Cardalda (teclista) y Luis García (bajista) imprimiéndole emoción y verdad a sus colaboraciones, dieron a luz «Cena Recalentada» , un excepcional tributo de versiones del mito gallego que hoy ya puede comprarse en formato CD, digital y vinilo.

Se nota que el trabajo ha sido extremadamente minucioso.

Así ha sido, había mucha responsabilidad. Al principio lo íbamos a hacer todo más «igual», copiando y clavando los originales, pero eso ya lo hicimos en Portamérica. Funcionaba bien, pero para hacer un disco nos parecía raro dejarlo igual. A Pablo también le parecía que había que darle una vuelta, sobre todo porque si Golpes Bajos existieran hoy, seguro que harían las cosas de otra manera. El desarrollo instrumental que hacemos en las canciones es lo que ellos harían si ahora tuvieran veinte años.

¿De aquella sesión para Portamérica no se ha utilizado nada de nada?

Sí. Para ese concierto en realidad el currazo lo hizo Pablo, programando las cajas de ritmos, que es un coñazo. Los golpes ya los teníamos en el sitio. Luego Luis, el técnico, hizo un gran trabajo cambiando los sonidos de bombos, etc.

La caja de ritmos era un elemento esencial para ellos. ¿Cuál se usó originalmente y cuál han usado ahora?

Yo tengo la caja de ritmos original de ellos, la MXR que usaron, que la encontré en un local de ensayo de una orquesta. Es flipante. Ellos luego usaron otras distintas, según me contó Teo. Cuando llegaron a Madrid para grabar el primer disco tenían dos días, y la primera mañana la perdieron entera porque la caja de ritmos que llevaban sólo tenía una salida estéreo. Tuvieron que echar toda esa mañana a programar otra caja que les prestó Mario de La Mode. Luego me contaron que cuando volvían a usar su propia caja de ritmos en los conciertos a veces se volvía loca (risas), y tenían que buscarse las castañas como podían. Hacían una cosa muy moderna en unos tiempos en los que esos materiales eran cosas muy delicadas. Quizá en Inglaterra hubiera sido más fácil, pero en la España post-franquista, imagínate.

Solía ser fácil identificar las influencias de los grupos españoles de la época, pero Golpes Bajos descolocaba por completo.

Eran únicos, y sobre todo tenían un aura de seriedad que no tenían los demás. Siniestro tenía una parte muy coñera, incluso Alaska tenía un punto así, que bueno, lo compensaba Berlanga, pero no era la seriedad de Golpes. Un punky cantando en un grupo medio jazzístico, con velocidades de ritmos aceleradísimas... Es urbano, con un peso religioso flotando en la forma de explicar las cosas... Pero en realidad siempre con el mensaje del punk: no hay futuro. En ninguna canción de Golpes hay esperanza.

Eso ha conseguido transmitirlo en «Cena Recalentada».

Gracias. La realidad es que la música de Golpes es una cabronada, es pura desesperanza y miedo. Puede hacerse duro escucharla, pero yo lo llevo bien porque lo veo desde la perspectiva adolescente. Está escrito por un joven, marcado por una época muy determinada. Lo que sí es seguro es que esa visión a mí me ha afectado mucho en mi música, hay mucho de esta mierda en lo mío.

Ha aprendido de sí mismo haciendo este disco.

Sí, sí. Y haciéndolo también he entendido por qué en mis dos últimos discos hice un cambio hacia la luz. Fue una manera de salir de algo que tenía heredado de ellos, de los Smiths, de ese pop donde todo va mal y no hay esperanza.

Las canciones que originalmente eran de baile, usted las ha hecho aún más bailables.

Es increíble que señales eso. Cuando yo iba al instituto, nunca ponían Golpes en las discotecas porque se decía que no era un grupo para bailar. Lo que pasa es que su música era tan rápida... Hubo que esperar a los noventa para que el resto del mundo hiciese electrónica a esa velocidad. Joder, si es que Golpes eran puro Daft Punk. En Golpes hay hasta Tame Impala, fueron mucho más modernos de lo que se piensa. A mí me encantaron desde el principio porque cuando era joven no tenía prejuicios musicales. Joder, echo de menos esa forma de ser, que toda la música te parezca guay. Luego me volví más talibán, hasta que otra vez se me ha empezado a quitar. Pero claro, a principios de los ochenta era difícil que se aceptase a Golpes, por sus ritmos tan locos. Yo creo que debían grabar las cosas con el tiempo muy ajustado o algo, porque no es normal (risas). Además creo que muchos temas los hacían con la caja de ritmos 909, que lo hacía todo como muy homogéneo, y no se distinguían las cosas. Pero separando por pistas nos dimos cuenta de que podíamos subir bombo, caja, bajo, y lograr matices muy chulos.

Con este disco, los directos prometen.

Sí, van a ser bastante maquineros, lo vamos a pasar guay. Tocaré con Pablo Novoa, Luis García al bajo, Amaro, Marta Toro y Martí Perarnau, que maneja los sintes increíble. Los conciertos empezarán el año que viene, vamos a necesitar tiempo para montarlo bien. Al haber programaciones... Tenemos dos opciones: hacer como hacían ellos, tener una programación que es un chorizo entero al que le das al play y tiras millas, o utilizar ordenadores para hacer otras cosas. Eso es lo que nos atrae, para poder estar más libres sobre el escenario de lo que estaban ellos, que eran un poco esclavos del beat fijo de la caja de ritmos.

¿Martí Perarnau era muy fan de Golpes Bajos?

No los conocía bien. Y eso fue mejor, porque imitar los sonidos originales hubiera sido obvio, y él, al tener la perspectiva externa, nos llevó a sitios inesperados. Nosotros le decíamos, «tira, tira».

¿El disco ha generado interés de festivales?

Pues la verdad es que sí, y además creo que es un disco muy bueno para festivales. Queremos hacer el show, y al acabar hacer otra sesión DJ usando las bases de Golpes.

Grabar algunos fraseos vocales ha debido ser complicado. «La reclusa», por ejemplo...

«La reclusa» es imposible de frasear. «La bofeteo hasta dejarla rendida, grita y jadea como una poseída», es lo más difícil de cantar que he visto en mi vida. De hecho, a veces Luis el técnico me decía: «no se entiende muy bien lo que has cantado», y yo le contestaba: «mira, se entiende el sesenta por ciento, a Coppini se le entendía el uno». Es que le metía unas frases muy imposibles... pero muy chulas. Espero no quedarme sin aire y morir asfixiado en directo. No va a ser como mis conciertos, que me puedo dejar llevar. Voy a tener que estar muy concentrado.

Cuando se enamoró de la música de Golpes Bajos, ¿sintió que era fan de un grupo de culto?

Sí, porque además de lo que pasaba en las discotecas, en mi grupo de amigos enseguida me quedé solo como fan de Golpes. No encontraba mucha gente que le gustara. Ahora me estoy acordando de que después me pasó algo parecido con El Último de la Fila, uno de los grupos peor tratados de la historia del pop español. Y te digo una cosa, Golpes me encantan, pero para mí el verdadero grupazo español de todos los tiempos es El Último de la Fila. Salían a tocar con el disco recién salido, sin ayuda de compañías... eran indies de verdad. Y hacían unos temazos que eran un puto desfase. Fueron el bandón con la carrera más brillante que ha habido en este país, y nadie dice nada. Nos mean a todos, me río de Vetusta, me río de mí y de todos. Comparados con ellos, somos todos unos putos aficionados.

Mucho Radio Futura, Radio Futura...

Radio Futura en directo eran una puta mierda. De eso no se habla. Y seguro que Santiago Auserón te lo dirá: «Éramos una puta mierda». Se iban a grabar a Nueva York y no sabían tocar lo suyo, era desastroso. Y el directo estaba grabado en un estudio, porque no les daba. Tenían a un cerebro maravilloso, que era Santiago Auserón, pero los demás no estaban a la altura. Santiago empezó a tener músicos guays cuando conoció al músico cubano que le gustaba, el otro que nosequé... Pero el verdadero grupazo fue El Último de la Fila. Qué calidad, qué seriedad...

La noticia de la muerte de Germán Coppini nos pilló a todos en plena cena de Nochebuena.

Sí, a mí también. La verdad es que nunca le conocí. Hubo un par de veces que coincidimos, pero siempre tenía un mal día, ya sabes. Una de esas veces fue cuando grabaron el disco «Vivo», que la verdad, a mí me pareció una horterada. Teo me dijo el otro día que le gustan los arreglos, pero no sé, tengo la sensación de que nunca entendió bien lo que hacía con Golpes. Lo hicieron muy arreglado, muy jazzy, pero en Golpes lo que molaba era la fuerza. He pensado mucho sobre eso. En «Vivo» suenan como a la parte más blanda de Cómplices, y además Germán decidió cambiar varias letras. La verdad, no acertaron.

Yo iba a entrevistar a Germán unas semanas después de aquella Nochebuena, por su nuevo proyecto Néctar.

No llegué a escucharlo. La verdad es que Germán tuvo muy mala suerte. Nunca he sabido si era él mismo, que se autoboicoteaba, o si era el mundo el que no le entendía. En realidad, el único que ha tenido una carrera interesante después de Golpes es Pablo Novoa. Justo tras la disolución, Germán hizo un maxi con Nacho Cano, Teo tuvo éxito con Cómplices, y hay canciones chulas dentro de ese estilo, pero no tiene nada que ver.

Entonces el Coppini post-Golpes nunca le apasionó.

Germán se creyó un papel, el papel que le adjudicaban los demás, e intentó ser el guay, el interesante. Ya no le valía hacer una buena canción, tenía que darle la vuelta, buscarle una referencia en la música francesa de no se cuándo, y acabó sumergiéndose en una intelectualidad que no funcionaba. La intelectualidad no es lo emocionante, ni siquiera con Leonard Cohen. Si me tienes que explicar una canción antes de ponérmela, mal vamos. Sí, perdí el interés.

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