Los Beatles bajando del avión en Barajas
Los Beatles bajando del avión en Barajas - abc
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Los Beatles en España: la revolución que nos llegó por los pelos

Hace 50 años, cuatro músicos provocaban un terremoto social en un país que empezaba a abrirse al mundo

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El 1 de julio de 1965, a las 17.40 horas, aterrizaron en el aeropuerto de Barajas cuatro jóvenes de Liverpool nada corrientes: sin ellos, el mundo sería hoy diferente. Llegaron a un país sumido en una encrucijada: El Cordobés triunfaba con unas maneras taurinas poco ortodoxos, Brigitte Bardot imponía nuevos cánones de belleza, Concha Velasco era la chica ye-yé, algunas emisoras de radio y revistas especializadas traían los nuevos ritmos del Reino Unido y EE.UU., y triunfaban el Dúo Dinámico, Los Brincos, Pekenikes, Los Sírex, Micky y Los Tonys, Los Relámpagos, Los Mustang... Por otro lado, estaba un régimen que veía en la llegada de estos «melenudos» una peligrosa invitación a la relajación de las costumbres. Además, existía el temor a que los previsibles tumultos fueran aprovechados por elementos subversivos.

Ajenos por completo a toda esta situación, los Beatles bajaron las escalerillas del avión y saludaron a los jóvenes que, de forma sorprendente, consiguieron colarse en el aeropuerto. Para evitar aglomeraciones, se les condujo con rapidez por la salida de vuelos nacionales, pero Ringo Starr se quedó atrás firmando un autógrafo a un policía. Al intentar conectar con el resto del grupo, empujó a un agente que estuvo a punto de iniciar un conflicto diplomático al darse la vuelta y desenfundar la porra... Los gritos de advertencia de un sargento avispado llegaron justo a tiempo.

Los Beatles ya conocían España: en marzo de 1963 Paul, Ringo y George disfrutaron de unos días de vacaciones en Tenerife, con insolaciones incluidas, mientras que Torremolinos fue el lugar escogido por John y el mánager del grupo, Brian Epstein. Este último era un gran aficionado a los toros y fue en uno de sus viajes a Sevilla donde se cocieron las actuaciones del 2 de julio en Las Ventas y al día siguiente en la Plaza Monumental de Barcelona. Fueron los argumentos de José Luis Álvarez, director de la revista «Fonorama», los que le convencieron: «Le pregunté si los Beatles iban a venir a España y me dijo que no –comenta el periodista–, pero después me consultó hasta tres veces si pensaba que podían triunfar. Me dijo que él no entendía de música, pero sí de cifras, y que el grupo había vendido aquí solo 3.800 discos. Entonces le conté que solo había en el país 1.500 tocadiscos, así que dos mil personas los habían comprado sin tener siquiera dónde ponerlo. Además, todas las semanas se organizaban cientos de guateques donde se juntaban unas 200 personas en cada uno, así que multiplicara». Cuando volvió a Londres, llamó al empresario Enrique Bermúdez, que había mostrado interés en traerlos, para cerrar el trato.

Según explica el libro «Los Beatles, made in Spain» (ed. Milenio), de Javier Tarazona y Javier de Castro, el contrato, fechado el 5 de febrero de 1965, «acordaba la cantidad de 5.000 libras esterlinas por los dos conciertos. Tanto los gastos de promoción como los del transporte (avión y limusina) corrían a cargo del organizador». También cuenta José Luis Álvarez que Bermúdez tuvo que pedir dinero prestado a uno de sus artistas representados para correr con los gastos. Ese artista fue Raphael.

Los Beatles se alojaron en el Hotel Fénix, en las suites 123, 223, 323 y 423. Por la noche visitaron un tablao flamenco acompañados por el periodista Alfredo Amestoy. Se retiraron pronto, tan pronto que cuando llegó el Cordobés, pasada la medianoche, para hacerse una foto con ellos, ya se encontraban durmiendo, lo que disgustó sobremanera al torero. Al día siguiente ofrecieron la habitual rueda de prensa y la mayoría de las preguntas versaron sobre sus peinados: «¿No tenéis dinero para cortaros el pelo?». Antes, la firma Domecq llevó al hotel varios toneles de jerez donde estamparon sus firmas, con la presencia de las hermanas Hurtado vestidas de sevillanas. Ante la curiosidad de Lennon por la danza española, contestaron que ellas de bailar «ná de ná».

Los Beatles actuaron en Madrid aproximadamente durante 25 minutos, y tocaron doce canciones. En el posterior montaje del No-Do se incidía en el poco éxito de la cita. Se rondó la media entrada: la sobreabundancia de «grises» (dos por cada asistente), las advertencias de los medios y el elevado precio de las entradas (entre 75 y 400 pesetas) ahuyentaron al público. Incluso se impidió el paso a jóvenes con «mala pinta».

La prensa, en general, se mostró hostil a la visita. Hasta Jesús Hermida escribió en «Pueblo» que los Beatles no tenían ningún futuro. Sin embargo, ABC fue bastante ecuánime. En su crónica del concierto, José Luis Martínez Redondo escribió: «Si no fuera por la larga preparación que hemos tenido en el microsurco a lo largo de estos años, no sabríamos en realidad a estas horas cuál es la habilidad artística de John Lennon, Ringo Starr, George Harrison y Paul McCartney. El griterío de anoche nos impidió escucharles. A los Beatles hay que oírlos en casa, junto a tocadiscos, a solas, y entonces descubre uno que sus ritmos no son nada despreciables, que sus canciones tienen un algo que cala, que se comprende perfectamente su larga estancia en los primeros lugares de la gran clasificación del disco».

Al día siguiente llegaron a Barcelona con monteras sobre la cabeza. Se alojaron en el Avenida Palace y el ambiente fue bastante más relajado. Vendieron todas las localidades y ofrecieron el mismo repertorio. Esa noche sí hubo fiesta en las habitaciones, provocando las protestas de otros clientes.

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