Numeroso público el sábado en el Auditorio Nacional
Numeroso público el sábado en el Auditorio Nacional - ISABEL PERMUY

Colas para escuchar a Bach

Agotadas desde hace semanas las entradas para un ciclo de órgano del compositor en el Auditorio Nacional de Madrid

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Media hora antes de que se abran las puertas del Auditorio Nacional empieza a formarse la cola. La imagen llama la atención, por lo infrecuente. De hecho, hay quien pregunta qué sucede. No acaba de entenderlo cuando se le explica que hay un concierto de órgano con música de Bach. Le parece poco relevante y tiene razón. Los conciertos de órgano en Madrid son escasos y, generalmente, con limitado poder de convocatoria. Apenas existe tradición en una ciudad donde la iglesia y la música se llevan mal, y cuando congenian es a cambio del sacrificio de quienes anteponen el entusiasmo al ambiente desangelado y frío.

El sábado por la mañana, en Madrid, lo hacía de verdad. Pero no importó a todos aquellos que, desde semanas antes, habían agotado las entradas para el quinto concierto del ciclo dedicado a la interpretación de la integral de la obra para órgano de Johann Sebastian Bach

. Un pequeño milagro conseguido por el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), que, durante dos temporadas, propone transitar por esta música, repartida en cuarenta conciertos y en versión de veinte organistas. El ciclo, que coordina Daniel Oyarzábal, se llama «Bach vermut» y tiene su correlato en León en el denominado «Bach en la catedral». En el primer caso se inscribe a partir de la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la inauguración del órgano Grenzing de la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música; en el segundo, con motivo de la construcción del nuevo órgano de la catedral en 2013.

Alimentar cuerpo y espíritu

Pero el madrileño «Bach vermut» es mucho más que el recuerdo de una fecha: es una celebración en la que se invita a los espectadores a preparar la escucha degustando los aperitivos que, en el vestíbulo del Auditorio, ofrecen diversos puestos, varios procedentes del mercado de Chamartín y de la Paz. La empanada, las gildas, los quesos y los fiambres congenian bien con el vino de Madrid, el cava o el vermut, especialmente si lo que se trata es de alimentar el cuerpo antes de ocuparse del espíritu. Todo es crear el ambiente adecuado para luego ver y escuchar respetuosamente al organista Wolfgang Zerer, que el sábado se ocupó de varios preludios, corales y alguna fuga. Porque aquí no hay trampa ni cartón, y mientras el intérprete recorre con sorprendente destreza los tres teclados, el pedalero y las distintas registraciones del instrumento, los espectadores disfrutan del malabarismo gracias a una gran pantalla colocada en el escenario en la que se muestra los más pequeños detalles de su trabajo.

Y aún, la ceremonia prosigue a la salida con la escucha de una sesión de «Bach Jazz!», en la que el aperitivo-degustación se ameniza con versiones jazzísticas de obras del compositor de Eisenach que llaman particularmente la atención de un público muy joven. Cualquiera tiene sitio en «Bach vermut», pues lo lúdico se une a lo severo y hasta lo formativo, de manera que, rompiendo la moda de la hoja volandera que se ha puesto de moda en los conciertos, el CNDM ha editado un libro de los que ya no se ven: con varios estudios sobre los instrumentos, otros sobre aspectos concretos del catálogo organístico de Bach, incluyendo la relación completa de obras. Más especializado, el propio organista participa un día antes en una clase magistral celebrada en la madrileña iglesia de Santiago y San Juan.

Cuanto tanto se divaga sobre la adecuación del formato del concierto, de la manera en la que se escucha y del interés del público, «Bach vermut» ha roto las previsiones. Curiosamente, un siglo exacto después de que el organista, constructor de órganos, médico, filósofo… y premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer escribiera un famoso libro sobre el «músico poeta» en el que afirmaba que después de que «muchas generaciones se han sucedido en la ignorancia casi absoluta de la música de Bach […] hoy, el mundo entero lo admira». En Madrid, desde luego.

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