NOVEDAD EDITORIAL

«Torres Villarroel fue el primer escritor que entendió el best seller como lo conocemos hoy en día»

Fernando García Calderón publica su nueva novela, «De lo visible e invisible» (Algaida), que rescata a este célebre intelectual del siglo XVIII

Fernando García Calderón rescata la figura de Diego Torres Villarroel ABC

ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA

Fernando García Calderón (Sevilla, 1959), autor entre otras obras de «La judía más hermosa», acaba de publicar su nueva novela,_«De lo visible y lo invisible» (Algaida), una perfecta radiografía de la España del siglo XVIII que gravita en torno a la figura de Diego de Torres Villarroel (1694-1770).

¿Cuándo nació ese interés por reivindicar la figura de Torres Villarroel?

Viene de largo, de mis tiempos de estudiante. Su biografía novelada, algunos de sus títulos y su admiración por Quevedo me atrajeron vivamente. Que alguien, en 1738, escriba «Pronóstico de lo pretérito, anticipación de lo presente y regreso de lo futuro» ha de llamar la atención de cualquier joven. A medida que progresaba en el conocimiento de su vida y milagros, más interesante me parecía.

Torres fue una persona con muchas aristas, ya que fue escritor, médico, sacerdote, matemático…

Exacto, fue todo eso y más. Fue el primer escritor que entendió el concepto de best seller como lo conocemos hoy en día . Abandonó la medicina por su falibilidad, si bien sus remedios para problemas menores eran mano de santo. Tardó décadas en aceptarse como sacerdote, a pesar de las ventajas económicas que le hubiera reportado serlo antes. Ejerció de astrólogo y matemático porque era la cátedra que estaba desocupada en su Salamanca natal y, gracias a ella, se enfrentó al claustro rancio. Hizo de los almanaques un instrumento de conocimiento, al servicio del pueblo llano, con quien congenió siempre. Se ganó el pan, en algún momento, como bailarín, militar y hasta torero. Estuvo encarcelado, peleó contra los jesuitas, tuvo un breve encontronazo con la Inquisición, vivió el destierro. Pasó a la historia por sus predicciones... En fin, toda una celebridad, un pícaro con honores.

En la novela insiste en varias ocasiones en la conexión que había entre Torres y grandes pensadores como Newton o Leibniz.

Yo parto de la tesis de que Torres miente y miente mucho en su biografía . «Me han hecho —dice él— hombre de novela, un estudiantón extravagante y un escolar entre brujo y astrólogo, con visos de diablo y perspectivas de hechicero». En Salamanca, reniega tanto de los progresos de la ciencia europea que por fuerza obliga a pensar que oculta sus verdaderas afinidades para no meterse en más líos. Esta idea es el origen de la novela. Y ahí aparecen, como estrellas en el firmamento que tan bien cree conocer, Leibniz y Newton. La ciencia que aplica en la máquina que pretende construir bebe de Raimundo Lulio y de ellos.

Raimundo Lulio

Hablando de Raimundo Lulio, ¿cómo influyó en Torres y su época?

Lulio fue estudiado en Salamanca en épocas anteriores a Torres. La cátedra sobre el sabio persistió hasta el siglo XVI, apoyada por los franciscanos. Lo que atrae a Torres de Lulio es una mezcla de ciencia, deducción y mística . Lulio, en el siglo XIII, habla de la gravedad, del mecanismo de combinación de términos para construir máximas del comportamiento humano, del conocimiento como esencia de la superación espiritual. Lulio fue leído por Newton y citado por Leibniz, que se aproxima a él en sus teorías sobre combinatoria. Acometer el «Ars Magna» de Lulio es una delicia, porque supone enfrentarse a una realidad que, desde nuestra perspectiva, pudiera sorprender: el cerebro de este sabio era capaz de razonar de forma tan compleja como el de cualquier intelectual de nuestro tiempo. Sin embargo, la educación universitaria en la España de Torres estaba dominada por dominicos y jesuitas, en pugna casi permanente, por lo que Lulio fue prácticamente arrumbado .

Hay otro autor al que Torres admira, Francisco de Quevedo. ¿En qué medida éste es el heredero del gran escritor barroco?

Torres Villarroel es el mejor exponente de los estertores del barroco, es el Churriguera de la literatura. Traza con la pluma los volatines de la espada de Quevedo. Lo sigue, lo respeta y lo imita. Diría que todo Quevedo se merece un Torres que lo perpetúe.

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