LITERATURA

Julio Llamazares: «A las catedrales les han matado el alma al convertirlas en museos»

El escritor leonés presentó en Sevilla «Las rosas del sur», su viaje literario por las catedrales de España

Julio Llamazares en Sevilla J. M. SERRANO

Jesús Morillo

Julio Llamazares se embarcó hace 16 años en un viaje por España usando como hilo conductor «ese rosario de cuentas que son sus 75 catedrales ». El primer tramo de ese viaje, «Las rosas de piedra» y centrado en las catedrales del norte, se publicó hace una década y ahora se completa con «Las rosas del sur» (Alfaguara), en las que recorre, entre otras, las andaluzas. Un viaje alrededor de estos templos y sobre la vida, las ciudades y la gente. «Notas de andar y ver, como decía Ortega y Gasset », señala el autor de «La lluvia amarilla» .

¿Por qué la fascinación del hombre con las catedrales y por qué representan, en su opinión, tan bien el espíritu de cada ciudad?

Las fascinación viene de su monumentalidad, de su riqueza y de su belleza. Son las grandes construcciones en la cristiandad. Representan el miedo a la muerte y el afán de trascendencia, que es el motor y la esencia de la religión. Y las catedrales son la representación de la ciudad de Dios en la tierra. La corona de la ciudad y que articula urbanísticamente su centro.

Eso se ve en Sevilla, donde la centralidad de la Giralda es evidente.

Sí, cada puerta determina cada una de las calles principales y las ciudades pequeñas viven a su sombra comercial y económicamente. Y son edificios construidos para ver a Dios. Imagínese cuando en Sevilla se hizo la catedral y llegaba la gente que venía de los pueblos veía a la inmensa mole y la riqueza del oro y de la pintura, de altares y de platas, y los canónigos cantando en latín y la música del órgano… es que veía a Dios. Eso ha ido cambiando.

«Ves la inmensa riqueza de la Catedral de Sevilla y que se construyó cuando la ciudad era la capital económica del imperio español»

Es cierto, pero esa fascinación se sigue manteniendo a pesar de la secularización de la sociedad.

Esa fascinación es la que te lleva a visitarlas todas por su simbolismo, su belleza y su riqueza también narrativa, porque yo las utilizo como hilo conductor de un viaje por España. Como si fueran los libros de piedra de la historia de la ciudad. Ahora las catedrales, por ejemplo, son casi todas museos, esto era inconcebible hace 50 años cuando eran lugares de culto y hace 500 cuando eran la ciudad de Dios. Eso es así porque la ciudad se ha ido desacralizando. La religión de hoy es el consumo y el turismo, que es el viaje convertido en objeto de consumo. Las catedrales de hoy responden a esos cambios sociales. Ves Sevilla y lo primero que te das cuenta es de la inmensa riqueza de la catedral y que se construyó en una época en la que era la capital económica del imperio español. Y luego responden al carácter, porque el arte y al arquitectura reflejan la manera de ser de la gente. No son iguales las catedrales del norte que las del sur.

La turistificación de las catedrales, ¿complica su función religiosa o de búsqueda de la trascendencia?

Ahora es imposible en la mayoría, porque hay riadas de turistas, como en la de Sevilla… En cuanto se convierten en museos están muertas, son contenedores de arte sin alma. Por fortuna, quedan algunas en ciudades pequeñas que tienen una vida dentro porque son su iglesia mayor. Las catedrales reflejan el momento en que estamos viviendo, eso que llaman gentrificación. A las catedrales les han matado el alma al convertirlas en museos y los cascos históricos se han convertido en ciudades decorado para turistas, al expulsar a los vecinos de toda la vida porque suben las rentas. Un decorado donde el elemento principal es la catedral. Pasa en Sevilla y en Toledo. Cuando llega la noche se cierra todo y solo quedan los turistas.

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