Terry Tempest Williams: «Aprender a vivir con el corazón roto es un gran reto»

La estadounidense presenta en España «Refugio», una de las obras clave de la literatura ecologista del siglo XX

La escritora estadounidense Terry Tempest Williams ABC
Adrián Mateos

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Nueve mujeres de su familia padecieron cáncer a raíz de los ensayos nucleares que tuvieron lugar en el desierto de Nevada durante la segunda mitad del siglo XX. Entre ellas, su madre, a quien veló hasta el día de su muerte . Mientras una parte de su mundo se derrumbaba, la escritora y activista medioambiental Terry Tempest Williams (Corona, California, 1955) tuvo que hacer frente a la fatal crecida del Gran Lago Salado de Utah , tierra a la que se siente espiritualmente vinculada. Su experiencia está recogida en «Refugio» (Errata Naturae), cuya intrahistoria desveló a ABC durante su visita al XI Festival Internacional de las Letras (Gutun Zuria) de Bilbao.

¿Cómo recuerda esta etapa de su vida?

Fue algo muy emotivo, el recuerdo continúa vivo aunque hayan pasado 30 años. A mi madre le diagnosticaron cáncer de ovarios, y el crecimiento del agua del Gran Lago Salado (Utah, EE.UU.) amenazaba el santuario de aves. Los dos mundos que daban estabilidad a mi vida se encontraban en peligro a la vez. Por ello, empecé a pensar en la forma de hallar un refugio en el cambio: ¿Cómo consigo la paz inmersa en el terror de perder estos dos elementos?

En el libro explica cómo su madre afrontó la muerte como un proceso natural. ¿Qué aprendió de esta experiencia?

A estar presente. A amar cada día como si fuera un regalo. Eso es lo que me enseñó mi madre. Además, aprendí que pasar tiempo en la naturaleza me daba muchísima paz, y que la muerte es algo natural del ciclo de la vida, del círculo en el que todos nos encontramos. Mi madre, hacia el final, encontró la paz en su propia autoridad, y se empoderó a través del cáncer.

¿Influyó en este tramo de su vida su herencia mormónica?

Yo no soy religiosa, soy espiritual. Y mi espiritualidad está enraizada en la tierra. Pero me preceden seis generaciones de mormones, y yo crecí como mormón. Es una historia muy profunda de la familia, y de hecho nunca abandoné la cultura.

¿Puede hallar en la espiritualidad respuestas a los problemas de la actualidad?

Creo que sí. Temas como el cambio climático no son únicamente problemas medioambientales, sino también financieros y políticos. Pero, por encima de todo, son temas espirituales. Porque si hacemos daño a la tierra, nos hacemos daño a nosotros mismos. Toda la vida está conectada, es un círculo. La tierra será, finalmente, nuestro refugio.

¿Cómo definiría su relación con la naturaleza, con su tierra?

La tierra es la razón por la que estoy en pie, por la que lucho. Mi pueblo, los mormones, llegaron a Utah para poder ejercer libremente su religión, que era nueva por entonces. Mi cultura ha valorado mucho ese paisaje, porque le ofreció un refugio. Para los navajos, los nativos americanos, es también un lugar sagrado.

Un «refugio» que vuelve a estar amenazado, según ha denunciado públicamente.

En el año 2016, Barack Obama lo declaró monumento nacional. Fue un momento histórico, porque por primera vez en la historia el presidente del Gobierno de EE.UU. y los nativos americanos se dieron la mano y confiaron el uno en el otro. Pero en diciembre llegó Donald Trump y se lo cargó todo. Les dijo a los navajos que su tierra ya no podía seguir siendo sagrada, que iba a ser perforada para sacar uranio y carbón. Eso les rompió el corazón, y desde entonces están tratando de defenderla. Yo, como escritora, quería llamar la atención sobre ello y realizar una denuncia pública.

De hecho, el Gabinete de Trump liberó el pasado año la mayor parte de este patrimonio nacional, el Bears Ears.

Trump abrió el mapa para ver dónde había negocio y sentenció dos millones de acres de un plumazo. Lo que ha hecho es vender licencias para que puedan venir las grandes corporaciones del mundo del petróleo y perforar terrenos públicos que pertenecen a todos los americanos, al mundo. ¿Sabe cuánto costaban las licencias? 1,5 dólares. Es terrible.

¿Cómo recibieron la noticia los nativos?

Con estoicismo. Los navajos tienen mucha dignidad. Recuerdo que uno de sus líderes le dijo a sus compañeros que no podían seguir con una pelea a base de odio, que el conflicto tenía que cicatrizar. Ahora se están organizando para resistir. Sin embargo, a otra gente de Utah la actuación de Trump le parece fantástica, piensa que la tierra está ahí para que la gente la utilice.

Y usted, ¿cómo reaccionó?

El duelo se hizo mi amigo. Lo llevo apoyado en el hombro, como si fuera un cuervo. Pero también creo que el duelo es como la sombra de la alegría, y yo he elegido no mirar para otro lado. Realmente, es un gran reto aprender a vivir con el corazón roto. Incluso en estos momentos hemos de enamorarnos del mundo.

Usted es también una de las voces más respetadas del movimiento feminista de Estados Unidos. Un país en el que, sin embargo, todavía hay pocas mujeres en las altas esferas políticas.

Es cierto, no hay suficientes mujeres en el Congreso de Estados Unidos. Precisamente, Hillary Clinton daba mucho miedo a la gente por ser mujer, y por eso ganó Trump. Sin embargo, en la actualidad hay muchísimas políticas que llevan a cabo su «resistencia» en los gobiernos federales. Son como agua infiltrándose por la vida americana.

¿Confía en ver alguna vez a una mujer como presidenta de los EE.UU.?

Sí. Lo que no sé es si va haber una mujer profeta en la religión mormona, aunque todavía tengo esperanzas.

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