Tana French, fotografiada en el Hotel Central de Dublín
Tana French, fotografiada en el Hotel Central de Dublín - Jessica Ryan

Tana French: «Las fronteras entre novela negra y literatura han desaparecido»

La escritora ahonda en las interioridades de los cuerpos policiales y desborda los márgenes del thriller con «Intrusión»

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Antes de abandonar su carrera como actriz para reiventarse como novelista superventas, Tana French (Vermont, 1971), hija de un economista trotamundos, ya había subido a tantos aviones que para cuando regresó a Irlanda, país en el que pasó parte de su juventud, dijo basta. Es por eso que, en vez de salir de gira para promocionar sus novelas, la autora recibe en su hotel favorito de Dublín, desde donde puede atar corto a sus personajes –«como actriz, el personaje siempre es lo primero», subraya– y visitar siempre que le plazca ese imponente castillo en el que ubica la sede de Homicidios de la Garda, la policía nacional de la República de Irlanda. Una fortaleza que preside la ciudad y se proyecta como una amenazante sombra desde los márgenes de «Intrusión» (Alianza de Novelas), thriller eléctrico con el que la autora estadounidense vuelve a convertir Dublín en un macabro tablero de juego en el que los dados nunca caen del lado de la suerte.

«Crecí moviéndome de un sitio a otro, así que me fascina el poder que tienen las ciudades para moldear a las personas», explica una autora que, tomando buen ejemplo de la ciudad, ha hecho un trabajo de primera a la hora de tallar en granito a Antoinette Conway, detective malhumorada y rocosa para la que cada nuevo turno es una gincana de novatadas, bromas soeces y resultados de pruebas que se esfuman sin dejar rastro. Una mujer batallando en un mundo de hombres que ven a la detective, la única de la unidad, como una suerte de intrusa destinada a hacer trizas los equilibrios de fuerzas internas.

«Está claro que tiene problemas dentro de Homicidios, muchos de ellos por el hecho de ser mujer, pero en realidad todo tiene que ver con las luchas de poder dentro del cuerpo. Ser mujer es algo que los demás intentan utilizar en su contra, pero no cambia esa lucha subterránea por mantener el poder», apunta French sobre un personaje que toma aquí las riendas del relato después de aparecer como secundaria en «El lugar de los secretos», su anterior novela. «Si quieres explorar diferentes temas con el mismo detective, estás alejando al personaje de la trama del libro», aclara sobre su alergia a plantearse siquiera crear una de esas rentables sagas de voz única. «Me gusta leer este tipo de series, pero no escribirlas», añade.

Entramado policial

Es así como Conway toma la voz cantante para narrar en primera persona las pesquisas que conectan un crimen aparentemente pasional con un turbio entramado de complicidades policiales. La víctima, una anodina joven que parece haber redecorado su vida con un catálogo de tópicos estéticos, no es más que la chispa que prende un relato repleto de interrogatorios vibrantes, secundarios poderosos e investigaciones policiales al servicio de la literatura. Una novela en la que, en fin, el crimen es lo de más y, al mismo tiempo, lo de menos. «Las fronteras entre novela negra y literatura han desaparecido. No creo que nadie se crea ya el cliché de una novela negra con un argumento muy bueno pero sin personajes. O, por el contrario, el del libro bonito de literatura que lo tiene todo menos argumento», señala.

De ahí que «Intrusión» cargue las tintas en los personajes y abra nuevas ventanas por las que asomarse a la vengaza, las relaciones paternofiliales, el acoso, la rápida transformación de un barrio obrero como Stoneybatter o la naturaleza misma del crimen. Una coctelera de realismo sucio en la que el componente negro, eso sí, es una buena guía para no acabar saliéndose del mapa. «Escribo mucho, y si no tuviesen esa estructura mis libros podrían llegar a las 4.000 páginas», aventura. Siguiendo ese mismo patrón, la autora de «No hay lugar seguro» ha publicado ya seis novelas, se ha embolsado prestigiosos galardones como el Edgar y se ha convertido en una suerte de dama del crimen a pie de calle. «Un asesinato es algo tan terrible y enorme que siempre intentamos que su explicación sea lo suficientemente descabellada como para justificarlo, pero en realidad suele ser algo mucho más íntimo», señala.

Quizá por eso destaca títulos como «Mystic River», de Dennis Lehane, para subrayar el potencial de la novela negra y considera que, a diferencia de lo que pueda pensar Antoinette sobre su turbulenta relación con sus compañeros de brigada, el thriller sí que ha sabido pasar página y alejarse de los tópicos masculinos. «Siempre ha existido esa idea de que un libro sobre hombres era un libro sobre la humanidad, mientras que un libro sobre mujeres no era más que otro libro para mujeres, pero en la novela negra tratamos asuntos que son importantes para todo el mundo. Hablamos de vida y muerte, de verdad y de justicia, y eso no son asuntos exclusivos ni de hombres ni de mujeres», explica.

A su favor, añade, también juega el hecho de estar encuadrada en una tradición en la que lo negrocriminal ha sido hasta hace poco una suerte de guarnición. «En realidad, el padrino de la ficción criminal irlandesa es John Connolly, que empezó sólo diez años antes que yo, así que es muy interesante formar parte de algo tan joven, ya que puedes escoger y picotear de dónde quieras», asegura.

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