Sharjah, el salón de los veinte millones de libros

La Feria Internacional del Libro de Sharjah es el evento literario del año en Emiratos Árabes Unidos, que busca convertir a esta ciudad cercana a Dubái en el epicentro de su industria cultural

Vista del Expo Center de Sharjah durante su Feria Internacional del Libro SIBF
Bruno Pardo Porto

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En 1972, tan solo un año después de que se formara Emiratos Árabes Unidos, Sharjah descubrió que tenía petróleo, ese elemento capaz de transformar los espejismos del desierto en realidades enormes. Luego llegaron los rascacielos y las mezquitas, que todavía brillan de nuevas. También los museos, ocho en total, y sus eventos literarios, señas de identidad de una ciudad que, aun llena de torres e islas artificiales, parece modesta al lado de su hermana, Dubái , a tan solo veinte kilómetros de distancia. Cada una tiene sus logros: la mayor está en el Libro Guinness de los Récords (el edificio más alto, el centro comercial más grande), y «la pequeña» es la capital de la cultura islámica, un membrete firmado por la Organización de la Cooperación Islámica en 2014.

«La pequeña», en verdad, no lo es tanto, o nada, porque en todo lo que tiene que ver con la industria cultural busca la monumentalidad. Ahí está, para el caso, su joya de la corona, la Feria Internacional del Libro de Sharjah, todo un despliegue de poder adquisitivo, productivo y organizativo que se celebra estos días. Las cifras oficiales pasman. En el Expo Center de la urbe, un gran salón forrado de naranja para la ocasión, se acumulan veinte millones de copias de más de un millón y medio de libros . Vienen de setenta y siete países y están editados por un total de mil ochocientas setenta y cuatro editoriales. Todos están a la venta.

«Esta feria envía un mensaje al mundo escrito con letras hechas de oro. Un mensaje escrito en diferentes idiomas por personas de diferentes culturas y etnias que comparten el amor por las palabras que pueden unir a la humanidad en un lugar», sentenciaba, con pompa, Ahmed Al Ameri, presidente de la Autoridad del Libro de la región, durante la presentación del sarao el pasado miércoles, toda una jolgorio audiovisual al estilo Apple.

El evento es el reflejo de una política pública dirigida a captar atención de los países vecinos y a crear la imagen de Sharjah como una potencia cultural, que además cuenta con jugosas exenciones fiscales para las empresas relacionadas, directa o tangencialmente, con el mundillo de la edición. «En 1979 hice un llamamiento para que se dejara de construir estructuras concretas y construyéramos conocimiento y cultura (...) Hemos utilizado todos nuestros recursos y esfuerzos para desarrollar nuestro emirato, nuestra cultura y nuestra gente, los componentes básicos de la sociedad», recordaba el sultán de Sharjah, Muhammad Al-Qasimi, en el mismo acto.

A lo largo de estas dos semanas (termina el sábado) la feria ha sido y es el gran acontecimiento de la ciudad. Lo recuerdan los carteles que, a modo de camino de baldosas amarillas, se reparten por las calles y dirigen a los asistentes al festejo. Allí se acercan los colegios, pues todas las mañanas se ofrecen talleres y actividades para los pequeños, que acaban correteando por los pasillos enmoquetados del edificio. También las familias, que además de curiosear por las casetas de las editoriales, carrito de la compra en mano, aprovechan para apuntarse un refresco o unas palomitas, que dan, a veces, un aspecto de multicine al espacio, de centro de entretenimiento. Dicen desde la organización que esperan reunir a más dos millones de visitantes , un número que supera, por mucho, al de la población de Sharjah.

« El cuento de la criada » protagonizó uno de los hitos del congreso. La novela de Margaret Atwood, que se acaba de publicar en árabe, se promocionó con más de una docena de mujeres paseando ataviadas como en su adaptación televisiva. Algo pintoresco, cuanto menos, y también una muestra de cómo esta labor hace el mundo más pequeño, más global. Cada año, se traducen al árabe unas seis mil obras, más del doble que en los años noventa. «Sin las traducciones viviríamos completamente aislados», afirmaba en su ponencia la escritora Hannah Fielding.

El panel de conferencias y charlas está pensado desde la transversalidad, que es uno de los nombres de la corrección, e incluye a expertos y artistas de todo pelaje, desde un físico teórico estadounidense convertido en escritor, Leonard Mlodinow , hasta una multipremiada guionista y directora de animación japonesa, Mari Okada , o una youtuber canadiense de origen indio que levanta pasiones entre lo más jóvenes: Lily Singh . Y todo ello pasando, claro, por los más celebrados autores árabes: Ibrahim Eissa, Ahmed Mourad, Huzama Habayeb, Alawiya Sobh… Así hasta contar medio millar de invitados (e invitadas).

¿Y los temas estrella? El género del thriller y la novela negra, desde el punto de vista literario, y el del valor de la lectura, aupado por diversos gurús y ensayistas, desde una perspectiva más general. «Cómo promocionar la lectura», «Los horizontes de la educación», «La magia y la escritura» o «La dieta literaria», por poner ejemplos. Con Japón como país invitado, el manga es uno de los productos más solicitados, quizás por exótico, quizás porque tienen el estand más llamativo. Y más allá, los bestsellers mundiales son también los que triunfan aquí: «Juego de Tronos», «Harry Potter» y compañía, por no hablar de la autoayuda.

De entrada gratuita, el salón se llena todos los días. Muchos se van con cajas enteras de libros, pero no se nota, porque se reponen en un parpadeo. Y porque hay veinte millones de ejemplares. Si se apilaran, formarían el rascacielos más grande del mundo.

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