El Nobel de Literatura, ante su mayor dilema: corrección política o calidad

Tras el escándalo de abusos sexuales que acabó sin galardón el año pasado, hoy se anuncian los premios de 2018 y 2019

La Academia Sueca ha vivido este año una de las peores crisis desde que Alfred Nobel (arriba) creara los premios AFP

Gaspar Cano

Con la llegada del otoño comienza en Estocolmo el ritual de los premios Nobel . Uno a uno, los galardonados saltan estos días a las portadas de los diarios hasta que hoy la Academia Sueca anuncie el galardonado en la especialidad de Literatura . La diferencia es que este año serán dos.

«El premio Nobel es demasiado importante para dejarlo solo en manos de los suecos», comentaba un inquieto embajador europeo acreditado en Estocolmo durante una recepción. «Me recuerda la lógica de Trump », afirma el crítico noruego del diario «Morgenbladet» de Oslo, Bernhard Ellefsen . «Antes, la gente dimitía. Aunque solo fuera por vergüenza, desaparecía. Hoy, en cambio, como única reacción, se quedan sentados en sus sillones. Horace Engdahl es el típico ejemplo de intelectual que se cree Jean Jacques Rousseau . Le gusta oponerse y criticar a la sociedad, pero al final termina siendo como Donald Trump. Espero que elijan a alguien que tenga el valor de rechazar el premio», opina Ellefsen.

Desde que en 1970 los académicos suecos Eyvind Johnson y Harry Martinsson tuvieron la ocurrencia de concederse a sí mismos, eso sí, compartido, el Nobel de Literatura , no se recuerda un escándalo a la altura de lo sucedido.

La historia es conocida. El diario sueco «Dagens Nyheter» reveló que Jean-Claude Arnault , aprovechando sus lazos con la Academia Sueca, había acosado y abusado de mujeres durante más de una década. Tras ser juzgado, Arnault ingresó en la cárcel, donde cumple condena por violación . A lo largo de todo el proceso, su mejor amigo y académico, Horace Engdahl, no ha dejado de defenderlo y de justificar su comportamiento. Mientras, la esposa y socia de Arnault, la poeta y académica Katarina Frostensson, se ha visto obligada a dimitir presionada por las más altas esferas del Estado tras aceptar, eso sí, una sustanciosa compensación económica por abandonar la Academia Sueca . Entre los daños colaterales de estos acontecimientos se cuentan las dimisiones de los académicos, en número suficiente como para no alcanzar el quorum en sus decisiones colegiadas, y la consiguiente suspensión de la concesión del Nobel de Literatura en 2018.

Gestión de la crisis

Como suele ser habitual, el problema no fue la crisis, sino su gestión. Lo primero que hizo la Academia Sueca fue no reconocer el problema; después, no dimitió ninguna de las cabezas más visibles y, finalmente, los académicos se dividieron en bandos empecinados en mantener, sobre todo, sus privilegios. El pueblo sueco, en general paciente y confiado, tuvo la desagradable sensación de que se estaban riendo de ellos. Todo ello amplificado por la entonces recién estrenada revolución del #MeToo , que logró desenmascarar un sistema sólidamente construido para proteger al acosador.

Para terminar de arreglarlo, se tomó la polémica decisión de conceder dos premios Nobel de Literatura este año, el correspondiente a 2018 y el de 2019. Está en juego el que ha sido calificado como el premio más importante del mundo y el espectáculo debe continuar. Aunque, todo sea dicho, el dinero no parece ser el problema de este premio. El Nobel no ha perdido ni un ápice de su capacidad para generar riqueza. Todos sus patrocinadores continúan fieles a la institución. La venta de los derechos televisivos de la ceremonia de entrega y de la cena de gala, así como los conciertos y los eventos programados a su alrededor, siguen siendo una importante fuente de ingresos para la Fundación Nobel y para sus socios.

No cabe duda de que el premio Nobel contiene un valor añadido de prestigio, fiabilidad, tradición e inteligencia que cualquier otra fundación sin ánimo de lucro ya quisiera para sí. Considerada como marca, la Fundación Nobel se encuentra entre las más valoradas de Suecia, compitiendo con el valor de marcas tan cotizadas como IKEA o . Si se hubiera tratado de una empresa que cotizara en bolsa, la Fundación Nobel hubiera tenido muchas más dificultades para capear el temporal.

Prestigio literario

Otra cosa es el prestigio literario del Nobel. ¿Cómo recibirán los premiados el galardón? ¿Se alegrarán tanto como antes, ahora que sabemos que son miembros externos a la Academia Sueca, críticos literarios y profesores universitarios, los que han sido incorporados para hacer más humana la decisión? ¿Acudirán a la ceremonia de entrega los galardonados? «La Fundación Nobel debería haberle retirado el encargo de conceder el premio a la Academia Sueca », concluye Ellefsen.

Al margen de quiénes son los que deciden el premio, el valor lo certifican los lectores que admiran la obra del autor galardonado. Hasta ahora, los lectores han confiado en el premio Nobel de Literatura , a pesar de algunas excentricidades. De hecho, durante este año sin premio, no han dejado de aparecer en el mercado sueco antologías, sobre todo de galardonadas, con las que compensar el vacío comercial.

Solo la guerra había conseguido interrumpir la concesión del Nobel . Ahora, el objetivo es recuperar el prestigio. Se analizarán con lupa todos los detalles. Desde la elección de los premiados hasta la más sutil de las reacciones. Nadie se atreve a hacer predicciones, más allá de los supervivientes habituales en las listas, aunque todo apunta a que, en aras de la corrección política, serán dos autoras las galardonadas.

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