Lijia Zhang: «El capitalismo ha agravado las diferencias de género en China»

Tras sus memorias en una fábrica de misiles, la escritora china más occidentalizada analiza la prostitución en «Loto»

Lijia Zhang, en la librería Bookworm de Pekín Pablo M. Díez
Pablo M. Díez

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El loto es una flor bella que nace de aguas sucias. Con esta premisa y un homenaje a su abuela, que fue vendida de joven a un burdel en los años 30, la escritora Lijia Zhang analiza en «Loto» (Editorial Renacimiento) los cambios de China a través de la vida de una prostituta. Nacida en 1964 en Nankín (Nanjing), Lijia Zhang es la escritora china más occidentalizada. Tanto que ha cambiado al modo occidental su nombre, ya que en mandarín se escribe primero el apellido (Zhang) y luego el nombre de pila (Lijia). Viviendo entre Londres y Pekín, escribe en inglés y no en chino, pero eso se debe a que su primer libro, «Western image of Chairman Mao», fue censurado.

A la vista de lo que cuenta, parece poco probable que sus obras se publiquen algún día en China. Entre otras cosas porque habla de su vida, tan apasionante como la de sus personajes. Con solo 16 años, tuvo que dejar el colegio para trabajar en una fábrica estatal de misiles, donde se dedicaba a probar válvulas de presión. Con la Literatura como única evasión y un millón de sueños por cumplir, organizó en su ciudad las protestas pro-democráticas que había propagado la revuelta de Tiananmen en 1989, aplastada a sangre y fuego por el Ejército. Así lo recuerda en «Socialism is great», traducida a siete idiomas.

¿Tiene usted o su familia problemas en China?

Yo tengo pasaporte británico y mi familia, que vive en Nankín, no ha sufrido ningún problema. No soy una disidente. Aunque mis libros y artículos son críticos, también cuento los logros de China.

Aun así, será difícil que en China se publique su libro sobre la prostitución.

La prostitución es una ventana a las tensiones sociales que ha provocado la apertura y reforma de China, así como su urbanización. El libro está inspirado en mi abuela, que fue una trabajadora sexual de joven. Ella era de Yangzhou (provincia de Jiangsu) y, cuando se quedó huérfana, fue adoptada por una tía que la trató como a una esclava. Mi abuelo la conoció en el trabajo y la tomó como concubina. En 1949 triunfó la revolución del Partido Comunista, que prohibió la prostitución. Pero esta volvió con la apertura de China al capitalismo porque el dinero se abrió camino y se relajaron los controles sociales. Con el capitalismo salvaje que hay en China, las diferencias de género se han agravado con respecto al comunismo.

¿Cómo se documentó para escribir este libro?

Fui en un viaje de trabajo a Shenzhen, la primera ciudad que se abrió al capitalismo, y conocí a muchas mujeres que habían emigrado a las fábricas, pero lo habían dejado para «hacer la calle» forzadas por las circunstancias de la vida. Luego trabajé con una ONG que atendía a las prostitutas repartiendo preservativos, haciendo análisis de sangre y prestando asesoramiento legal. Entrevisté a decenas de ellas, y la mayoría son mujeres pobres y sin educación que vienen del campo. Lo que más me sorprendió fue la violencia que sufren a manos de clientes y de la propia Policía, ya que muchos agentes las violan y luego las confinan en campos de reeducación. Muchas han perdido el hilo de sus vidas y sufren enfermedades o dramas familiares, como malos tratos, divorcios y embarazos no deseados. Otras consiguen retirarse, pero algunas siguen hasta los 60 años. Para sentirse mejor, envían dinero a su familia. Pero, a veces, su vida no es tan miserable como se piensa, ya que se forjan amistades muy estrechas y unas se ayudan a otras, incluso pagando sobornos para conseguir su liberación cuando son detenidas.

¿Acabarían todas estas penurias si la prostitución fuera legalizada?

La prostitución ha sido legal varias veces en la historia de China. La mejor opción es legalizarla, pero eso es imposible porque China es un país socialista. Debería ser despenalizada y habría que abolir los campos de reeducación.

No solo por las prostitutas; también por todos los disidentes que acaban allí, sobre todo ahora que ha aumentado la represión con el presidente Xi Jinping. ¿Puede haber otro Tiananmen en China?

El movimiento democrático de 1989 sigue siendo un tabú, pero ocurrió porque la gente quería más libertad y vivir mejor. Tras aplastar las protestas de Tiananmen, el régimen se adaptó y dio desarrollo y libertades, pero siguió controlándolo todo. La jaula se ha agrandado tanto que la gente no la nota, ya que hay muchas oportunidades siempre y cuando uno no se meta en política.

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