Juan Urrutia, en su casa
Juan Urrutia, en su casa - BELÉN DÍAZ

Juan Urrutia: «El Guggenheim ha cambiado la mentalidad de Bilbao»

Exdecano de la Universidad del País Vasco, publica «El síndrome del capataz», su primera novela

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«Es el típico libro de un bilbaíno». Así glosa Juan Urrutia (Bilbao, 1944), doctor en Economía y Derecho, exdecano de la Universidad del País Vasco, entre otros cargos, y autor de diez ensayos sobre economía, el espíritu de «El síndrome del capataz» (El Arte de Las Cosas), su primera incursión en la ficción. «Siempre he sido un lector empedernido, pero nunca me había planteado el escribir una novela entera», confiesa durante una amena charla con ABC.

«La idea surgió de una presentación de un libro de Jon Juaristi, al que conozco», relata. «Al terminar, le pregunté: ¿Para cuándo, Jon, la gran novela de Bilbao? Lo que se suele entender por gran novela americana, que siempre ha tenido algo de épico, y bastante de lírico y mucho que ver con la geografía americana».

Fue Urrutia, finalmente, quien recogió ese guante. «Lo geográfico no tiene nada que ver con el Oeste americano pero la geografía en Bilbao es importante, con la ría. Lo épico, está la guerra o las secuelas de la guerra. No la Guerra Civil solamente. En Bilbao fue muy importante la Segunda Guerra Carlista. Y la parte lírica, amor y sexo. He metido un poco demasiado para el gusto bilbaíno, qué le vamos a hacer», ríe ante uno de esos chistes sobre Bilbao que, admite, le encanta hacer.

«El síndrome del capataz» sigue las andanzas de Jon, desde su infancia hasta su treintena, con sus frecuentes viajes, conquistas amorosas y desvelos en una época, la posterior a la Guerra Civil, marcada aún por las diferencias de clase, con un reflejo, incluso, geográfico: la margen izquierda de la ría frente a la derecha. Un concepto ajeno para todo aquel que no pertenezca o conozca Bilbao. «La izquierda es la margen donde estaban las fábricas, tanto los altos hornos como los astilleros. Baracaldo, Sestao, Portugalete. La gente que iba haciendo dinero a base de lo que producían esas empresas, muchas basadas en minas de hierro, que alimentaban los altos hornos, iba yéndose del centro hacia la zona más cercana al mar: Las Arenas, Neguri, Guecho. En la margen derecha vivían los “dueños” y en la izquierda los trabajadores».

El hombre de confianza

Una distinción, dos márgenes, que entronca con la idea que da título a la novela. «Ya no se trata de obreros manuales. Hay mucha gente que proviene de los que perdieron la guerra, en el sentido de los nacionalistas», evoca Urrutia. «Eran menos ricos que los de la derecha y más ricos que los de la izquierda. Estaban un poco por el medio y eran los capataces de los ricos. El que llevaba la oficina, las cuentas, el hombre de confianza, podía ser un nacionalista vasco, políticamente hablando». Como símbolo, el padre del protagonista.

Una fotografía, admite el autor, hoy desvaída. «Ha cambiado mucho la historia. También han desaparecido las fábricas. Pero es una imagen que queda ahí para un bilbaíno de mi edad, que es bastante provecta», ríe de nuevo, recién cumplidos los 72. «Recuerdo todavía el gran debate que hubo con el Guggenheim. Los tradicionales que no querían que se gastara el dinero en esa cosa que era extranjera, y los que eran menos tradicionales que decían que merecía la pena organizar una cosa de nivel internacional. Yo creo que el Guggenheim, dicho de una manera un poco metáforica, ha cambiado la mentalidad de la gente. En cierto sentido ha puesto a Bilbao de otra manera. Estaba en el mapa del hierro, los astilleros y las finanzas, pero ahora está en el mapa de la cultura, de la vida, del entretenimiento».

¿Es Jon un trasunto de Juan? ¿Tiene la novela algo de autobiografía? «Se podría decir que nada y todo», responde con una retranca más gallega que bilbaína. «Todo tiene que ver con gente y situaciones de las que he oído hablar, y algunas las habré vivido. Pero nunca exactamente como fueron». En definitiva, «El síndrome del capataz» relata «cómo se ha construido esto». Es decir, Bilbao. «Y no se ha acabado de construir. Cuando me haga mayor, igual escribo otra», ríe una vez más.

Una ciudad más templada

Consejero de Educación del Gobierno vasco durante nueve meses, en 1984, Urrutia no elude hablar de política. De Bilbao considera que «intelectual y políticamente hablando, se ha convertido en una ciudad mucho más templada, menos exagerada». «Desde el punto de visto político», dice, «la situación en el País Vasco es mucho más sencilla» a raíz del final de la violencia de ETA. «Si tienes en cuenta que al mismo tiempo no pueden pasar lo de Cataluña y País Vasco, el PNV está retrasando cualquier reivindicación airada porque no le parece el momento oportuno», analiza. «Creo que tenemos por delante unos años bastante serenos, políticamente hablando. Lo que vendrá muy bien desde el punto de vista económico». Precisamente, el campo que más domina: «Siguen yendo por la pequeña empresa, la máquina herramienta, y eso creo que no tiene demasiado porvenir. Hay que reconducir todo el tejido productivo vasco», sentencia.

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