Johann Trollmann

El boxeador gitano que se burló del nazismo

Tenía fundamentos para ser campeón del mundo, pero le despojaron de sus títulos y le mandaron a un campo de concentración. Hoy tiene una calle en Hannover y un ring de cemento en mitad de un parque de Berlín

A pesar de su innegable talento, Johann Trollmann se vio perjudicado por ser gitano ABC
Jorge Sanz Casillas

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«Primero me excluyen de los Juegos Olímpicos porque un gitano no puede representar a Alemania, después me quitan el título de campeón porque un gitano no puede convertirse en un campeón alemán, luego van y me obligan a divorciarme para salvar a mi esposa y a mi hija (...) ¡pero para ir a la guerra a defender a Alemania un gitano vale perfectamente!».

Es solo un extracto de la novela de Dario Fo «El campeón prohibido» (Siruela), pero estas reflexiones podrían haber salido perfectamente de la boca de Johann Trollmann , el boxeador gitano que plantó cara al III Reich. La historia de este púgil de estilo incómodo inspira las páginas de un libro en el que el Nobel italiano proyectó su desprecio hacia los totalitarismos que tantos disgustos le dieron en su juventud y su madurez.

Portada de «El campeón prohibido» (Siruela), que cuenta la historia de Johann Trollamann

«Él de joven estuvo afiliado a las juventudes fascistas de la República de Saló», explica Carlos Gumpert , traductor de la novela. «De mayor sus enemigos le reprochaban este episodio y él contaba que lo hizo porque no tenía más remedio. Al fin y al cabo su padre era un antifascista bastante conocido y él se inscribió para que no lo persiguieran. De hecho, Dario Fo se vio muy atacado por grupos de ultraderecha en Italia. Uno de estos raptó a su mujer, la actriz Franca Rame , y la violó. Él fue un crítico terrible contra cualquier forma de totalitarismo y por eso no es raro que se fijara en Trollman, pues es una víctima de los peores totalitarismos que han existido».

La historia de Trollmann es la de un chaval que descubrió el agua caliente en las duchas del gimnasio. No tenía el calzado adecuado para boxear , pero tenía los pies y el ritmo necesario para revolucionar un deporte acostumbrado a campeones rígidos. Ese estilo danzarín y su origen sinti ( gitano ) fueron las causas de su éxito y su perdición. Alemania no estaba para experimentos.

A Johann Trollman lo llamaban «Rukeli» , que en el lenguaje de los gitanos del centro de Europa significaba algo así como «Árbol joven». No está claro que Trollmann fuera a ser campeón del mundo, pero cuando le quitaron los guantes era uno de los mejores púgiles de su generación. Tenía un estilo huidizo e inquieto y a sus combates acudían muchas mujeres. «Rukeli» poseía un atractivo exótico dentro del estereotipo ario que comenzaba a imponerse.

Hoy tiene una calle en Hannover y un ring de cemento en Berlín, donde se rinde tributo a lo que pudo ser y no fue

En el verano de 1933, el mismo año que Hitler llegó al poder, Johann Trollmann se proclamó campeón de Alemania con todas las autoridades en contra. Los cánones de la época pedían boxeadores robustos, que aguantasen los golpes atornillados al suelo. Querían columnas griegas cuando Trollmann era un saltarín. Y encima gitano. ¿Cómo iba a ser campeón de Alemania un hombre al que la ideología dominante no consideraba alemán?

Se disfrazó de ario

La persecución que se cernía sobre su raza era ya un secreto a voces, y Trollmann empezó a padecer trabas de todo tipo. Para su siguiente pelea le obligaron a renunciar a su juego de piernas: le dijeron que no se moviera del centro del ring si no quería perder su licencia. Esa noche le pusieron de rival a Gustav Eder, un boxeador pronazi y ojito derecho de los poderosos. Cuentan que la mañana del pesaje, harto ya de tantos agravios, Trollmann se presentó con el pelo teñido de rubio y el cuerpo lleno de polvos de talco, reclamando el respeto que le negaban por su color de piel.

Ring dedicado a Trollmann

La pelea salió mal. Encorsetado en un estilo que no era el suyo, Trollmann encajó golpes que no le correspondían y perdió por KO. A partir de ese momento comenzó su decadencia. Boxeó de manera ambulante, le quitaron la licencia y le llamaron a filas en 1939.

Con la guerra avanzada la siguiente llamada le llevó a un campo de concentración , donde los guardeses le hacían pelear desnutrido a cambio de cuatro bocados. En esas peleas clandestinas dio más de un susto a alguno de sus captores, que luego se vengaban golpeándole hasta dejarle hecho un trapo. La novela termina con la muerte del boxeador, pero no su historia. Hoy Johann Trollmann tiene una calle en Hannover y un ring de cemento en un parque de Berlín, donde la gente rinde tributo a lo que pudo ser y no fue.

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