Francisca Aguirre: «Este mundo no está bien organizado porque a muchas mujeres que piensan muy bien no les dejan pensar»

La poeta «más machadiana» de la generación del 50 gana el premio Nacional de las Letras a los 88 años

La poeta Francisca Aguirre EFE

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Para los amigos, Francisca Aguirre (Alicante, 1930) es Paca. Y así ha querido que me dirija a ella durante la conversación que hemos mantenido para «celebrar» el premio Nacional de las Letras , que le ha concedido el Ministerio de Cultura . El jurado del galardón, dotado con 40.000 euros , dijo que su poesía está «entre la desolación y la clarividencia, la lucidez y el dolor». Casi medio siglo después de aquel primer poemario, «Ítaca», al que llegó de la mano de Cavafis , Paca sigue susurrando palabras a diario, «sobre todo» cuando tiene ganas, y pese a los achaques, que ya son inclementes.

¿Cómo ha recibido el galardón?

Este premio para mí supone una gran alegría, de verdad. Desde muy pequeña, los libros han sido lo mío, entonces, recibir un premio por lo que tanto le gusta a uno hacer, pues es un doble premio.

Dice el jurado que es «la más machadiana» de la generación del 50.

Me alegro, yo hago lo posible. Tengo dos temas en mi vida que son importantes: Antonio Machado es el primero, desde luego, pero las mujeres es el segundo. He intentado, por todos los medios, a través de lo que he escrito, decirle al mundo que las mujeres tienen su historia personal, que es muy interesante, y que no importa que sean bajitas, rubias o altas. Son señoras que piensan, también, como los demás, que hablan y que producen cosas.

Y hasta pueden ganar premios.

Y hasta pueden ganar premios, sorprendentemente (ríe).

Desolación, clarividencia, lucidez, dolor... ¿Con qué rasgo de su poesía se quedaría usted?

Es verdad que, en algunos aspectos, mis poemas son tristes o trágicos, porque la vida conmigo no ha sido fácil. Me he limitado a contar lo que vivía, en muchos casos; en otros, a pensar contando. Hay una diferencia entre un pensamiento que lo dedicas al mar o aquel que dedicas a los ojos preciosos que ves de un niño de tres años, que te está mirando como si supiera que la Biblia existe, que lo miran todo con entusiasmo.

El acta del galardón refleja que sus palabras están situadas «entre la conciencia y la memoria».

La conciencia y la memoria son fundamentales en alguien que escriba. Y, sobre todo, como mujer siempre tengo esa sensación, cuando escribo, de que a mitad de camino tengo que hablar a las chicas, de las chicas, y decir que este mundo no está bien organizado; sobre todo con las pobres muñecas, que no han hecho nada para merecer estas cosas, sino que de pronto la vida se pone dura. Y no es aquí sólo, eh, ojalá fuera aquí sólo…

¿Por qué este mundo no está bien organizado?

Pues porque, entre otras cosas, a muchas mujeres que piensan muy bien no les dejan pensar, y no les dan facilidades para nada. Yo confío en que, poco a poco, la cosa vaya para arriba. Se trata de pensar una cosa muy sencilla: equiparación y libertad. Porque sin pensamiento igualitario y sin libertad para todos, ¿qué hacemos, dónde vivimos?

¿De dónde surge su poesía?

Siempre de lo que he vivido, de la experiencia, muchas veces de lo que no he conseguido. Soy una mezcla de mi tierra, mi país, pero también de tanto como he leído y de tanto como me he enamorado de las literaturas múltiples en el planeta, y he visto lo duros que han sido con las mujeres en casi todas las partes. Y agárrese a lo que han hecho con los hombres de vez en cuando.

Bueno, pero las mujeres salíamos, casi siempre, peor paradas...

Sí, nosotras siempre tan «beneficiadas»… (ríe). «Qué graciosas son las mujeres, y qué lindas y qué bonitas, son mariposillas flores». Cada vez que oía lo de «mariposillas flores», me daban unas ganas de pegar un golpecito en la espalda y decir: «Oiga, de mariposilla yo no tengo nada». No habría estado mal, sí, sí, pero en fin, cuantas cosas que uno hubiera querido hacer y no las ha podido hacer. Por lo demás, todo bien.

¿Qué sentido tiene escribir poesía hoy en día?

Para mí, tiene el sentido que ha tenido siempre. Escribo por necesidad, porque me gusta escribir y porque disfruto haciéndolo. Si luego la gente no lee, pues qué le vamos a hacer, que lo tiren a la basura o que hagan lo que quieran.

Es que yo creo que la poesía es hoy más necesaria que nunca.

Estoy de acuerdo. Yo escribo por eso, porque, a pesar de lo que digan, yo creo que esto le viene bien a la gente, leernos los unos a los otros. Yo soy muy lectora, y me gusta mucho leerlos a todos. La poesía es la tierra prometida para mí.

Pero no sólo de poesía vive su obra. Tiene un maravilloso libro de recuerdos, «Espejo, espejito», y un excepcional libro de relatos, «Que planche Rosa Luxemburgo». El caso es que, casi treinta años después de la publicación de esa obra, seguimos planchando las mismas...

(Ríe) Pues mire, qué quiere que le diga, no tengo respuesta para eso, porque es que, aunque parezca que el mundo cambia mucho, no cambia tanto, pero en fin…

Hablando de cambios, el jueves se falla el premio Cervantes, donde la ausencia de mujeres premiadas es clamorosa.

Todavía... (ríe).

Sólo cuatro, desde que empezara a concederse, en 1976.

Madre mía...

¿Es machista el mundo de la cultura en España?

Yo creo que el machismo en España no sólo afecta a la cultura, afecta a muchas otras cosas. El machismo es malo. Si las mujeres se metieran en todas partes y en todos sitios, lo harían de una manera muy distinta. Gracias a todas las comunidades de mujeres que se dedican al pensamiento, a la escritura, a la lectura, este mundo terminará entendiendo que los hombres y las mujeres también somos distintos. Eso a lo único que obliga es a que la cabeza funcione como es debido para ser más ecuánime y más entregado a defender a los demás. ¿Qué hacemos en esta vida si no luchamos los unos por los otros, por que los de al lado también vivan mejor que uno? Es una pena mirar, se ve cada cosa, no hay por dónde cogerla…

Y, usted, ¿se siente orugllosa de lo logrado?

Yo no soy partidaria del orgullo, yo estoy contenta, estoy agradecida porque las palabras sirvan. Y hasta ahí llega todo lo mío.

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