De izquierda a derecha: Pablo Neruda, Stephen King y Fernán Caballero
De izquierda a derecha: Pablo Neruda, Stephen King y Fernán Caballero

Escritores que renunciaron a su identidad

A lo largo de la historia muchos autores han recurrido al seudónimo. Las razones son muy variadas: por coquetería, para vender más, para huir del machismo o para no molestar en casa

Madrid Actualizado: Guardar
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En los tiempos que corren, en los que Hacienda y los hackers están encima de todo, resulta difícil ganarse la vida con un seudónimo. Sin embargo, muchos escritores renunciaron a su identidad para sobrevivir en el negocio. ¿Las razones? Variadas: económicas, personales o de pura coquetería. El caso de Elena Ferrante (Anita Raja en su DNI) ha provocado una tormenta en Italia, pero solo es el último de una lista que se extiende desde hace siglos.

Uno de los primeros en utilizar seudónimo fue Voltaire, cuyo nombre original era François-Marie Arouet. El filósofo francés renunció a su identidad para que no lo confudieran con un poeta contemporáneo.

Ya en el siglo XIX, y sin salir de España, está el caso de Leopoldo García-Alas «Clarín».

Al escritor zamorano el apodo le vino por petición del director de un periódico para el que trabajaba. Este director quería que los colaboradores tuvieran un seudónimo extraído de un instrumento musical y Leopoldo eligió «Clarín». Solo unos años más después comenzó a brillar José Martínez Ruiz, que eligió de sobrenombre «Azorín» por un personaje que él mismo creo. Un personaje que tenía mucho de autobiográfico.

Fuera de nuestro país, Charles Dickens se hizo llamar «Boz» en sus primera obras por si acaso. Era un reputado columnista político y alguien podría dejar de tomarle en serio.

A Samuel Langhorme no lo encontrarán en los libros de Lengua y Literatura. El autor de «Las aventuras de Tom Sawyer» comenzó a llamarse Mark Twain después de ser capitán de barco. «Mark Twain» es una expresión que significa «dos brazas», que es para los navegantes del Mississippi la profundidad mínima para no encallar.

Por miedo y coquetería

Razones muy distintas tuvieron Pablo Neruda y George Orwell para renunciar a su nombre original. Según la versión más extendida, el autor chileno no firmaba como Ricardo Eliécer Neftali por el rechazo que le generaban a su padre los «poetas». Algo parecido le ocurrió a George Orwell, que nunca firmó como Eric Arthur Blair para no incomodar a sus padres.

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