César Antonio Molina: «La cultura actual no es evolutiva, estamos dando un salto mortal»

El escritor y exministro de Cultura publica «Tan poderoso como el amor», una hermosa reflexión sobre la vida y la muerte a partir de obras maestras del séptimo arte y la literatura

César Antonio Molina, fotografiado durante la entrevista ÁNGEL DE ANTONIO
Inés Martín Rodrigo

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En una de las últimas escenas de «Antes del atardecer» , segunda película de la trilogía dirigida por Richard Linklater , el personaje interpretado por Julie Delpy entona un vals, hermoso y suave, que es, al tiempo, una declaración de amor y guerra. Sin destripar el final, el amante destinatario, al que da vida Ethan Hawke , escucha embelesado la voz aterciopelada de la francesa y, sin decir nada, sus ojos lo dicen todo. Hablan de pasión, de ternura... de pura vida. Y sobre eso mismo reflexiona César Antonio Molina (La Coruña, 1952) en «Tan poderoso como el amor» (Destino), su último libro, a partir de más de cien obras maestras del cine.

Me atrevo a decir que el cine es uno de los grandes amores de su vida... Pero, ¿más que la literatura?

El cine es el amante y la literatura el amor de toda la vida. Son dos columnas esenciales en mi vida. Fueron las dos grandes pasiones y refugios para vivir en el tiempo duro y complejo que fue el final del franquismo.

¿Siguen siendo un refugio? ¿De dónde surge la necesidad de este libro?

Tiene tres motivos esenciales: quería hacer un libro sólo de cine, como homenaje a ese amor de tantos años; en segundo lugar, es una despedida…

¿De qué?

De un cine que va desapareciendo. El cine europeo meditativo, reflexivo… Vamos camino del cine sólo como divertimento, como efectos especiales.

Es lo que manda en la cultura actual.

Ese es el tercer motivo: una despedida a una cultura en general. Van a cambiar las relaciones personales, amorosas, esa seducción, ese misterio, el enigma, la fabulación, el encuentro casual…

Sí, me temo que cualquier tiempo pasado fue mejor…

Yo en el libro hablo de unos años maravillosos, los 60, de donde surgió la modernidad, el gran cine, los grandes escritores. Todo eso está desapareciendo, porque la sociedad cambia y tampoco tiene necesidad. Hoy, a lo mejor Visconti diría: ¿pero a quién le interesa «El gatopardo»? Pero en aquella época sí que interesaba.

El problema es que nos estamos quedando sin referentes culturales.

También el libro parte de que en la universidad yo pensaba que los alumnos no leían, pero sí habían visto cine, porque era algo más accesible. Pero me llevé una gran desilusión. Obras fundamentales en mi vida y sin las cuales yo sería otra persona, las desconocen… La cultura actual no es evolutiva, estamos dando un salto mortal y no sabemos dónde caeremos. Es cierto que la civilización siempre ha ido a mejor, pero este cambio que estamos pasando...

Por ejemplo: ¿pueden consolarnos las nuevas tecnologías tras un desengaño amoroso?

No lo sé…

Como sí pueden las películas, los libros…

Pueden ayudar. Es que aquí la pregunta es: ¿se pueden sustituir las relaciones personales por las nuevas tecnologías? Y yo ahí diría no.

¿Se puede vivir en el exilio colectivo?

Pues es una gran pregunta… Yo creo que va a ser muy duro. Yo no lo voy a ver…

Pero nuestros hijos sí...

Sí, pero tendrán otra costumbre. El mundo está cambiando muy rápida y profundamente. Si perdemos todos los referentes, no sé dónde nos vamos a agarrar. La existencia tiene que tener un sentido, un mínimo, una ilusión, algo, una necesidad… ¿Y eso por qué va a ser sustituido? No lo sé. Es que la cultura la creamos entre todos para sustituir todo ese vacío de la existencia.

Nos hemos dejado invadir por la frivolidad.

Sí. La frivolidad es una etiqueta de nuestro tiempo. Siempre la hubo, pero no masificada, como ahora.

Nos hemos desviado un poco del tema, porque, en realidad, el cine es la excusa que emplea para hacer una profunda reflexión sobre el amor.

El amor es una invención, una ficción maravillosa.

¿Usted cree?

Es una construcción cultural y civilizatoria. Para cubrir unos deseos bastante primitivos y darles un halo de magnificencia, nos inventamos unos sentimientos, que existen, pero que eran agresivos y a los que la civilización les da un orden por encima de la pura pasión antropológica.

Ese optar por el amor, ¿ha sido siempre así o este libro denota un determinado estado de ánimo?

No, siempre ha sido así. Para mí es una condición poética. No se puede ser poeta si no reflexionas sobre el amor.

¿Le pasa como a Borges, que se enorgullecía más de las páginas que había leído que de las que había escrito?

La lectura me ha ayudado probablemente más que la escritura. La lectura es como ducharse y afeitarse todos los días. Es una gran ayuda, un gran auxilio. Cualquier libro abierto al azar siempre te da una respuesta.

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