Beatos, cocineros y adivinos: radiografía digital de la Biblioteca Nacional

La institución ofrece a través de la Biblioteca Digital Hispánica más de 220.000 títulos de sus fondos: desde códices únicos en el mundo (como el «Cantar del Mío Cid» o el incunable de la «Gramática castellana» de Nebrija) hasta manidos manuales de derecho romano

La segunda obra más consultada por los usuarios es un recetario de salsas del siglo XIX y la décima un libro sobre el arte de echar las cartas

Estanterías de la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional Matías Nieto
Bruno Pardo Porto

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Antes de convertirse en el gran genio de la investigación policial, lícita o ilícita, Edgar Hoover trabajó en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Allí, según cuenta la leyenda, colaboró en la mejora de su sistema de catalogación y adquirió una serie de conocimientos organizativos que luego le fueron muy útiles para convertir el FBI en la más temible arma contra el crimen. Lo que se pone en duda de esta historia fue la implicación de Hoover en aquel prodigioso sistema de archivo y catalogación, que se ha replicado a lo largo y ancho del mundo, nunca su fascinación por él: donde algunos solo veían un edificio lleno de libros, él debía ver millones de datos e intimidades de los que se podía sacar mucho jugo. Quién sabe, quizás era de esas personas que cuando se sientan en el metro miran por el rabillo del ojo lo que está leyendo el de al lado…

Sí, las Bibliotecas están llenas de secretos, a veces inexplicables y, por tanto, divertidos. Nada más que echar un ojo a las estadísticas de la Biblioteca Digital Hispánica (BHD), que solo en 2019 registró casi un millón y medio de visitas. Ahí, a golpe de click, podemos consultar más de 220.000 títulos de los fondos de la Biblioteca Nacional de España, que es la que gestiona esta herramienta. Un paraíso, que diría Borges. Aunque más bien es un lujoso cajón de sastre donde podemos encontrar desde códices únicos en el mundo (como el «Cantar del Mío Cid» o el incunable de la «Gramática castellana» de Nebrija) hasta manidos manuales de derecho romano. Entre medias, varios mundos. Todo ello hace más sorprendente el dato: la segunda obra más consultada de la historia de esta ilustre biblioteca digital es «Cien fórmulas para preparar salsas», de Mademoiselle Rose. Solo la supera el «Beato de Liébana», un códice ricamente iluminado que comenta el Apocalipsis. El mensaje es claro: que el fin del mundo nos pille comiendo.

Desde la institución llevaban varios años viendo, con sorpresa, cómo este recetario se colaba cada mes de enero en la lista de las obras más consultadas. Pero ahora, después analizar el registro de consultas desde la creación de la BDH, en 2008, han comprobado que la anécdota iba en serio y que este pequeño ejemplar, de apenas 12 centímetros de altura y 157 páginas, es una de sus obras más populares.

El libro lo editó Saturnino Calleja, y se imprimió entre 1896 y 1915. Se vendía al módico precio de cincuenta céntimos, y pertenecía a una colección que incluía otros títulos imprescindibles como «Cien fórmulas para aderezar la carne de ternera», «Cien platos distintos para vegetarianos» o «Cien maneras de preparar huevos», también firmados por Mademoiselle Rose. «Es curiosísimo, quizás esto responda al interés de algún grupo de investigación de temas culinarios o a alguna escuela de hotelería que lo use», comenta al otro lado del teléfono Ana Santos, directora de la BNE. Ella, por cierto, nunca ha cogido este libro entre sus manos, aunque sí le echó un vistazo en formato digital cuando se enteró de su popularidad.

Pero hay más datos, y más sorpresas. En la lista de los títulos más consultados de la historia de la de la BDH, a la que ha tenido acceso ABC, figuran, además del «Beato de Liébana» y del recetario de Mademoiselle Rose, las siguientes joyas: las «Cantigas de Santa María», el «Cantar del Mío Cid», un códice lleno de imágenes de trajes del siglo XVI, la edición príncipe de «Don Quijote», de 1605, la «Gramática castellana», de 1492, un manuscrito del siglo XII que repasa la historia de los emperadores bizantinos entre el 811 y el 1057 y un libro de armas y blasones del XVI. Hasta ahí las nueve obras que más se han ojeado. Muy diversas, cuanto menos.

«Esta lista hace un retrato doble de la Biblioteca Nacional. Por una parte contiene lo que son obras fundamentales para la cultura hispánica, libros de nuestros fondos de indudable valor universal. Y luego tiene obras menos conocidas, pero que por algún motivo responden a un interés social o investigador. La cocina se está investigando mucho, también la moda, de ahí que figure el códice de trajes. Al final, la Biblioteca Digital Hispánica es una manera de responder a lo que la sociedad pide», valora Santos.

[Puedes ver aquí la lista completa de libros más consultados]

La décima obra, que completa este particular top diez, es otra rara avis que ha desconcertado a más de uno dentro de la institución. Se trata del «Arte de echar las cartas por medio de la baraja española seguido de las profecías gitanas y de una detallada explicación de cada uno de los naipes», un ejemplar fechado en 1876 y editado, también, por Saturnino Calleja. Además de divulgar el arte adivinatorio, con precisas instrucciones, este libro hace un breve repaso por la historia de la baraja, de origen incierto. «Hoy día la adivinación es muy fácil y usada, por lo cual no queremos privar a nuestros lectores de su conocimiento, princiando por darles una noticia histórica de los naipes, sacada de preciosos documentos recopilados por el sabio erudito Jacob», afirma el autor, anónimo, en la introducción.

No sabemos si hoy la adivinación es tan fácil como entonces, pero sí que sigue generando interés entre un buen puñado de lectores. Aunque nadie sabe por qué, entre los 220.000 títulos que hay disponibles, tantas personas se decantan por este. Da igual: a veces la curiosidad no necesita explicaciones, pues es caprichosa. «Es sorprendente, pero esto refleja el valor de la apertura de los fondos al mundo digital. Porque estos colectivos que no forman grupos de investigadores en el sentido tradicional, pero que tienen interés en estos libros, pueden adquirir un conocimiento basado en las fuentes. Quizás no hubieran accedido a ellas de otra manera», opina Santos.

El condicional es la clave de esta historia llena de lectores desconocidos, pero interesantes. Se quedan muchas preguntas por el camino: ¿cómo llegaron a esos títulos?, ¿qué descubrieron en esas páginas añejas?, ¿acertaron los naipes? Lo dicho: las bibliotecas esconden una infinidad de secretos, algunos dignos de una investigación del FBI.

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