Amelie Nothomb: «Los idiotas absolutos pocas veces callan»

La escritora belga reinventa de nuevo a Perrault con «Riquete el del Copete»

Amelie Nothomb, ayer en Barcelona PEP DALMAU
David Morán

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Del mismo modo que cada mañana se encaja el sombrero de copa para disfrazarse de sí misma y, asegura, dominar un físico «tan inocuo» como el suyo, Amelie Nothomb (Kobe, 1967) sigue acudiendo puntual cada nuevo año a su cita con las librerías para alternar ficción excéntrica y autobiografía sin tapujos y alimentar una abultada bibliografía que suma ya 26 títulos desde 1992. El último de ellos, «Riquete el del Copete» (Anagrama), la lleva de vuelta a los dominios de Charles Perrault para, como ya hiciera con «Barba Azul», reinventar uno de los cuentos del autor francés y convertirlo en fábula contemporánea.

«Perrault no toma a los niños por imbéciles, les dice que la vida tiene un riesgo», destaca la autora belga, para quien el cuento se ha convertido en un refugio ideal gracias a su «economía narrativa». «No hace falta explicar el trasfondo sociológico de los personajes, y eso tiene cierta conexión con mi propia historia, ya que yo me he trasladado mucho durante mi vida y no me siento ligada a ningún mundo en concreto», explica.

En el libro, una suerte de versión alternativa y retorcida de «La bella y la bestia», Nothomb relata la historia de Déodat, un bebé asombrosamente feo pero con una mente privilegiada, y de Trémière, una niña de una belleza cautivadora pero escasas luces. Un juego de contrastes bajo el que la escritora desliza la idea de que la inteligencia no ha de estar por qué asociada al parloteo incesante. «La contemplación es un rasgo distintivo del Japón; para nosotros, alguien que mira mucho y habla poco es estúpido , pero los idiotas absolutos rara vez callan», explica.

También se ha propuesto la autora de «Estupor y temblores» desmentir ese tópico que reza que «la dignidad literaria sólo puede alcanzarse con historias que acaban mal» y se ha permitido un «un lujo narrativo sin precedentes»: «Escribir una historia de amor que acabe bien». No estaría de más aclarar lo que entiende Nothomb por un final feliz, pero para eso hay que llegar hasta el final de un libro que, asegura, no habría podido escribir sin haber leído antes todos los volúmenes de «La comedia humana» de Balzac. «En todos habla básicamente de amor, y un 6% de las obras acaban bien. Así que si Balzac se otorgó ese derecho, pensé que yo también podía hacerlo», relata.

Una concesión que aprovecha para rematar esta metáfora del «milagro del amor» y de lo que ocurre cuando dos personas aparentemente diferentes se reconocen como iguales cuando toman conciencia de su propia «marginalidad». «Aparentemente vivimos encantados con la diferencia, pero la realidad es que hay un nivel de exclusión muy grande», asegura.

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