Delibes (izquierda) y Sobeja, fotografiados en Madrid en 1981
Delibes (izquierda) y Sobeja, fotografiados en Madrid en 1981 - fundación miguel delibes

Las «cartas traicionadas» de Miguel Delibes y Gonzalo Sobejano

Ayer se presentó en la Biblioteca Nacional el libro que reúne la correspondencia entre el escritor y el crítico literario durante medio siglo de amistad y mútua admiración

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«Queridos Helga y Gonzalo: Sobre el fondo confuso de ciudades y paisajes, resaltan nítidamente los grandes amigos como vosotros a cuya cordialidad debemos el buen resultado de nuestro viaje. Apenas puesto el pie en Valladolid me apresuro a enviaros estas líneas cargadas ya de nostalgia y gratitud. Por correo separado os remito dos libros míos. Saludos a los Baader, que tengáis una feliz Navidad, un buen 61 y recibe el sincero afecto de Miguel y Ángeles».

Los firmantes de esta misiva, enviada el 10 de diciembre de 1960, no son otros que el matrimonio Delibes, recién llegados de un viaje a Colonia donde Horst Badder, profesor de Literatura Española y Francesa en la localidad alemana, había presentado al autor de «El camino» al crítico literario Gonzalo Sobejano.

Aquella visita marcaría el nacimiento de una relación que perduró durante medio siglo, alimentada por la intensidad de una gran admiración transformada después en amistad. Una amistad que se fortaleció creándose entre ambos un vínculo fraternal. «Mi admirado y querido Miguel: Somos huérfanos -me dijiste-; pero somos hermanos -te dije-. Y tú lo sabías. Era tu fe única, y lo es para mí, gracias a todo lo que has escrito», confiesa Sobejano en diciembre de 2009.

Ambas misivas abren y cierran un libro, publicado por la Fundación Miguel Delibes y la Universidad de Valladolid, con prólogo de Nora Glickman, que reúne casi dos centenares de cartas (exactamente 188), que Pedro Salinas bautizaría como «cartas traicionadas» (privadas pero hechas públicas) y que recogen los quehaceres literarios tanto de Delibes como de Sobejano, conversaciones profesionales sobre nuevos títulos, traducciones, anhelos, crítica y críticos.

Sobre los críticos

Sobre este último tema, Delibes elogia el trabajo de su amigo -«¡Cuánto sabe este Sobejano, coño!», y lo contrapone al de otros colegas como Torrente: «Se ve que únicamente ha leído “El camino” y “El cazador” y como quiera que la acción de “El camino” discurre en La Montaña, va y me compara con Pereda. ¿Qué tendré yo de común con Pereda? Así es como se hacen las cosas en este país», se lamenta el escritor castellano.

Las misivas también dan cuenta de los galardones otorgados a Delibes, como el Cervantes y el nombramiento como académico de la RAE.«Aquí me tenéis, de académico, como quien dice, sin comerlo ni beberlo. Me sugirieron la propuesta y yo acepté. La cosa no ha sido fácil. Ignoro si no vendrá a complicarme la vida. Ya veremos» (20 de febrero de 1973).

También se refiere a las adaptaciones de algunas de sus obras al cine, como «Cinco horas con Mario», de la que parece no muy conforme, y a su exitoso estreno en el teatro, deteniéndose incluso en la interpretación de su protagonista. «Creo que el calor de la otra noche nos afectó a todos, incluida Lola Herrera, que no alcanzó, ni con mucho, la altura dramática de otras ocasiones».

Sobejano, afincado durante décadas en Estados Unidos (impartió clases en universidades de Nueva York, donde vive actualmente, como el Queens College, CUNY y Columbia) ejerció de cicerone con Delibes en su primer viaje trasatlántico, en 1964, ayudándole a la hora de gestionar su agenda de conferencias. La franqueza entre ambos es plena, abordando incluso asuntos monetarios. «Desde luego prefiero, respecto a condiciones, que me paguéis los gastos -viajes y estancia- y 125 dólares a los 250 que exigía Cela y que obligaba a las Universidades -a los universitarios- a la portación personal», indica el escritor en una carta del 29 de agosto de 1964, poco antes de zarpar desde Algeciras al continente americano.

Pérdidas compartidas

Otros textos son más personales y se internan en el ámbito íntimo, como las vivencias cotidianas de dos hombres que a lo largo de los años compartieron experiencias similares. Una de ellas fue la pérdida de sus respectivas compañeras, Ángeles y Helga. La referencia a esta pérdida muestra la reciprocidad de sentimientos, así como los consejos de uno hacia el otro para sobrellevar tan doloroso trance. «Detente lo menos posible en tu actividad; no te pienses. Procura no compadecerte y vivir hacia fuera. Así irás comprobando que uno no olvida -como el pueblo dice que sucede con el tiempo- pero se acostumbra y llega un momento en que goza con el recuerdo del ser querido», aconseja Delibes.

Las reflexiones sobre la situación política -«El mundo anda mal. Europa, peor, España, no digamos. ¿Quién arregla esto? Aquí hacemos lo posible por resucitar la guerra civil y enconar viejas rivalidades. Una torpeza manifiesta. ETA resucita. Y el viejo separatismo», escribe Delibes en enero de 2007-; junto a la llegada de la vejez y las enfermedades, que aceptan con distinto ánimo, completan este volumen que muestra el alma de dos personas que compartieron su pasión por la literatura y una admiración mutua.

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