LIBROS

Trevor Noah: «Mi madre no me dejaba salir de casa por si desaparecía, el miedo era la forma de vida»

Es la gran estrella de la televisión estadounidense con «The Daily Show», y el mayor tormento de Donald Trump. Hijo de madre negra y padre blanco, creció en la Sudáfrica del apartheid y sufrió la brutalidad de la segregación racial. Un pasado trágico que ha decidido contar en sus memorias, «Prohibido nacer»

El cómico Trevor Noah, autor de «Prohibido nacer» Paul Mobley
Inés Martín Rodrigo

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Cuando, en septiembre de 2015, se conoció el nombre del sucesor de Jon Stewart al frente de «The Daily Show» , uno de los programas de mayor éxito de la televisión estadounidense, muy pocos sabían quién era el elegido. Más de dos años después, Trevor Noah (Johannesburgo, 1984) es la estrella indiscutible de la sátira política en tiempos de Donald Trump . Los números le avalan: millón y medio de espectadores de media diaria y subida de un 14% de audiencia en la última temporada. No es extraño que Comedy Central haya extendido su millonario contrato hasta 2022.

El sueño (americano) de todo joven. Sólo que, en este caso, el comienzo fue una pesadilla. Nacido en la Sudáfrica del apartheid , hijo de madre negra -de la etnia xhosa- y de padre blanco -de origen europeo-, su infancia fue una lucha por la supervivencia. La memoria de aquellos años de «racismo, rabia y risa» se vuelve presente en «Prohibido nacer» (Blackie Books), libro que, como todo lo que Noah toca, se ha convertido en un éxito.

Lo primero que me gustaría plantearle es por qué escribió el libro, porque me imagino que no fue una decisión fácil.

No lo fue, no. Muchos amigos me decían que les gustaban las historias que les contaba cuando cenábamos o pasábamos tiempo juntos. Uno de ellos me planteó que debería escribirlas antes de que las olvidase y desapareciesen de mi mente. Por eso decidí escribir el libro.

Y, durante el proceso, ¿descubrió algo que no sabía de su vida, de su pasado?

Sí, sin duda. Descubrí pequeñas cosas sobre mi infancia que desconocía. Por ejemplo, que mi madre no me dejaba salir de casa porque tenía miedo de que la Policía me llevase a un orfanato; pasé toda mi infancia, y parte de mi juventud, sin saber el motivo y descubrirlo fue algo muy poderoso para mí. También detalles sobre mis padres, sobre cómo se conocieron, cómo era su relación... Pequeñas cosas que me alegró descubrir al escribir el libro.

En ese sentido ¿escribir fue una cura para usted, un alivio?

Sí. Cuando escribes tus sentimientos en una página en blanco experimentas una sensación fantástica. Es como una terapia, porque tienes que abordar temas que siempre han estado presentes en tu vida, pero los has evitado. Tratas cosas que nunca has tratado antes, y es muy importante hacerlo. La mayor parte del tiempo no lo hacemos, simplemente seguimos avanzando. Al escribir el libro tuve que abordar muchos temas de mi pasado, de mi infancia, de mi familia, cosas que me pasaron en el colegio... Y lo cierto es que disfruté mucho con esa parte, fue una sensación maravillosa.

Pero déjeme decirle que la estrella del libro no es usted... es su madre.

Sí (ríe).

¿Cómo describiría la influencia que ella tiene en su vida?

Supongo que mi madre me influye como cualquier gran padre influye en sus hijos: dando ejemplo. Mi madre es realmente fantástica. Cómo decidió vivir su vida, cómo me crió, lo que me contó sobre el mundo... Siempre le he estado agradecido por eso. Para los niños es muy difícil apreciar a sus padres; no siempre pensamos que están haciendo lo correcto o entendemos menos de lo que nos enseñan. Mi madre me dijo que tenía que trabajar duro, me enseñó el valor de encontrarme a mí mismo como persona, de creer en las cosas que creía. Y eso es algo que permanece contigo toda la vida.

Una de las mayores esperanzas de su madre era que usted no tuviese que pagar lo que ella llamaba el «impuesto negro». ¿A qué se refería? Explíqueme un poco ese concepto.

Es un concepto que te resulta familiar si las generaciones que te preceden no han tenido nada. Si en tu familia nadie ha tenido educación, ni empleo, ni acceso a la sanidad o a cualquier tipo de financiación, y tú eres la primera persona que triunfa, tu éxito tiene que ser para todos ellos. Eso no sucede si creces en una sociedad igualitaria. Mi padre creó su familia de la nada, eran pobres, eso es cierto. Pero cuando eres un negro que vive en país donde todas sus generaciones han sido oprimidas, todas las personas de tu familia dependen de ti. Y eso es algo que te retiene. Es muy difícil crecer en la vida cuando tienes que dar todo tu éxito a todos los que tienes alrededor para criarlos.

¿Qué haces cuando el sistema no sólo no te da una oportunidad sino que te expulsa, como sucedía en Sudáfrica?

Tienes que intentar encontrar la oportunidad de existir. Y eso está en función de tu sociedad, porque dependiendo de lo extrema que sea puede que ni siquiera tengas esa oportunidad. En Sudáfrica, mi madre se dio cuenta de que podía encontrar lagunas en el sistema, lugares donde conseguir un trabajo, hasta dar con una forma de vida en un país en el que a los negros no se les permitía vivir. Es importante esforzarse para lograr las mejores oportunidades del mundo en el que vives, porque puede que no sean grandes oportunidades, pero son las mejores de ese mundo.

¿Cómo fue crecer en un Estado policial, en un Estado en el que algunas personas desaparecían para siempre?

¿Sabe?, lo triste es que te acostumbras.

¡Oh, Dios mío!

Lo triste es que vives en un lugar en el que estás totalmente acostumbrado a que la gente simplemente desaparezca. Siempre tienes ese miedo, siempre sientes ese miedo. Se vuelve una forma normal de vida.

¿Por eso se convirtió en un camaleón, como cuenta en el libro, para sobrevivir?

Ser un camaleón puede ser algo bueno, dependiendo de cómo lo uses. Un camaleón evoluciona a lo largo del tiempo para sobrevivir, pero por dentro no cambia. Si dices que eres como un camaleón, la gente piensa que no sabes quién eres. Pero un camaleón siempre es un camaleón. Solo la gente que mira al camaleón piensa que ha cambiado. Yo lo veo como un mecanismo de supervivencia. Siendo un camaleón logré atravesar un muro que no se me permitía traspasar, y me asocié con personas que jamás se hubiesen asociado conmigo si no me hubiese relacionado con ellas. Eso es algo importante.

¿Ha llegado a descubrir quién es siendo un camaleón?

Sí, creo que es un largo viaje. Ojalá me conociese totalmente de un día para otro. Pero cada día es un viaje para descubrir quién eres. Muchas veces crees saber cómo eres por cómo reaccionas ante el mundo que te rodea, pero precisamente nuestra forma de ser viene definida, en gran parte, por el mundo en el que nos definimos.

Hablando de ese mundo que nos define y en el que nos definimos, usted asegura que «el inglés es el idioma del dinero».

Bueno, en Sudáfrica el inglés era el idioma del dinero.

¿Sólo en Sudáfrica?

Supongo que depende de donde estés. En Europa, el inglés no es necesariamente el idioma del dinero. Pero en cualquier país que fue colonizado, el idioma del colonizador era el idioma del dinero. En Sudáfrica, el inglés era el idioma de los colonizadores británicos. Si sabías hablar inglés, cambiaba tu vida y marcaba la diferencia.

Me indican por el «pinganillo» que tiene que ser la última pregunta (reímos). Pese a que la historia que narra, su historia, es dramática, la cuenta mezclando el dolor con la risa. ¿Cree que el humor es la mejor herramienta para animar a la gente a resistir ante la actual situación política?

Hay mucha verdad que proviene de la risa, y también una sensación de compañerismo que los seres humanos pueden tener al reír. Cuando reímos, reímos juntos, hay una verdad común que estamos aceptando. El humor siempre ha sido una herramienta poderosa para eliminar la distancia y compartir cosas que son demasiado dolorosas para contarlas en una conversación normal.

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