El pasado jueves arrancaba la previa de
Tefaf, en Maastricht, y comenzaban las ventas millonarias reconocidas a los pocos minutos de abrir las puertas. Visitantes de todo el mundo con sus tarjetas cantando arias en el bolsillo; alegría por los pasillos; el exiguo aeropuerto de la ciudad holandesa, a rebosar de jets privados y mucha gente guapa, pero muy guapa a lo suyo: unos a vender, otros a buscar y muchos a comprar con la copa de «champagne» en la mano.
Mientras, los 270 galeristas convocados este año, ya mas tranquilos tras los sobresaltos del dictamen de expertos de última hora, respiraban con la seguridad de que lo que tienen es lo que hay. Desde ese momento, la hora de la verdad.
La feria está especializada en pintura antigua, pero también en porcelanas de Sevres, Meissen, Delft,
joyas de Verdura o Cartier y mobiliario de infarto que traen los más grandes anticuarios del mundo, como Kugel,
Carlton Hobbs o los Aaron. Pero sobre todo es exponente de la pintura flamenca y mentidero de tendencias en este mundo del arte. Lo que hay aqu, es lo que cuenta. Y los resultados se comprueban el día que cierra sus puertas.
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