Ana Barriga ilustra este cuento de galanes y engaños
Ana Barriga ilustra este cuento de galanes y engaños
125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»

¡Siempre Don Juan!

Así que pasen 125 años, las historias de traiciones, de hombres que se aprovechan de mujeres, son las mismas. Las narró Pérez Nieva en el pasado y las ilumina ahora Ana Barriga

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¿Tiene algo para mí? ¡Nada! Ya me da vergüenza preguntar al cartero… ¡Un mes sin recibir noticias suyas! ¡Ni siquiera dos letras participándome su llegada!... ¡Dios mío! ¡Esto es horrible!... ¿Qué habrá sucedido? El último día que me acompañó al obrador, me prometió escribirme en seguida, enviarme las señas para que yo le contestara… No ha cumplido su palabra, y él es muy formal… ¿Estará malo?… ¿Qué hacer? Esperar, pero yo me muero esperando… Voy á comprar los botones de nácar que me encargó la maestra… Se me ha pasado la tienda… Aquí es...

Ya está en la esquina la florista de todos los años, donde Enrique me compraba el ramito de pensamientos… Ese tío suyo que ya se habrá muerto ha venido á nublar nuestra felicidad… ¡Pero cómo iba á dejar de acudir al llamamiento! Al fin es su sobrino… ¡Qué ganas tengo de volver á verle! Las calles, los paseos, todo se me figura tan triste sin él… Cuando salgo del taller y no le distingo aguardándome, me entra una pena… ¡Aquellos domingos en que nos íbamos por la mañana al Retiro y por la tarde al teatro! ¡Dios mío! ¿Qué extraño es que le adore?… Yo soy sola en el mundo, y él es la única persona que me quiere… Y vaya si me quiere… ¡Me idolatra! Mas ¿por qué no escribirá? ¡Ah, no, no dudo de su cariño!… Él no es capaz de engañarme… ¡Déjeme usted en paz, so tipo! ¡Valiente mocoso! ¡Debiera hallarse mamando!

¡Qué inocente eres, hija! Nosotras estamos condenadas á morirnos con la aguja en la mano

¡Hola! Esos carruajes que se paran en la puerta de San Luis huelen á boda, y á boda aristocrática… ¡Eche usted lujo! Apostaría á que Besançon no deja salir de su casa un vestido por el estilo en menos de seis mil reales! Vaya, voy á ver los novios, por más que va anocheciendo y con este trajín de gente de la calle, cualquiera los distingue… Un coronel de húsares… Los caballeros visten de frac… Se conoce que es gente gorda… ¡Qué demonio! Si se arremolinan así los convidados, nos quedamos á obscuras… ¡Ah! Aquella que se baja ahora del coche debe de ser la novia… Es rubia y tiene muy bonita figura… ¡Buen traje lleva! Ese señor viejo que la da el brazo será su padre… Pero ¿y el novio? Allí está… Aquel que se acerca á ellos… ¡Buen mozo parece! Ahora se ladea; la luz del farol le da en la cara… ¡Virgen Santa! ¡Madre de mi vida! ¡Enrique! ¡Es Enrique! ¡Mi novio! ¡Dios mío, yo me vuelvo loca! ¡Es imposible! Alguna semejanza… ¡No, no! Su estatura, su aire… Mas Enrique no se halla en Madrid, ni es rico… ¡Virgen mía de mi alma, ilumíname! ¡No me abandones! No es posible tan horrible traición… ¡Sería infame! ¡Es preciso que yo asista al acto!

¡Se casan en esa capilla reservada! ¡Es la costumbre! Aquí viene un monaguillo. Dime, niño ¿quiénes son los novios? ¡Ah! ¡Ya!… ¡La hija del Conde del Monte! ¡Bueno! ¿Y él? ¿Don Enrique López? ¿Don Enrique López has dicho? ¡Mentira! ¡Sería una canallada espantosa!… ¡Dejadme! No, si no voy á colocarme en primera fila; si es que esa boda… ¡Dios mío! ¡Yo no sé lo que me pasa… Se me doblan las piernas… Las luces del altar bailan… ¡Me ahogo!

–¿Y qué? ¿Creerían que estabas borracha?

–Yo no sé lo que me pasó… Cuando recobré el sentido me encontré en una cama de la Casa de Socorro, y desde allí me trasladaron á mi casa…

–¿Y era efectivamente tu novio?...

–Él era. Por supuesto que si Dios oye mis deseos no será feliz… Por ahí le suelo ver en coche… Me lo he encontrado mil veces y aunque han pasado algunos meses, siempre conserva para mí el mismo atractivo que en los felices tiempos en que me acompañaba al obrador…

¡Virgen mía de mi alma, ilumíname! ¡No me abandones! No es posible tan horrible traición...

–Pero, ¿todavía lloras? ¿Hasta cuando te va á durar esa murria? ¡Qué inocente eres, hija! Nosotras estamos condenadas á morirnos con la aguja en la mano… ¿Tú crees que hay ningún hombre que cuando entra en amores con una de nosotras busque algo más que un entretenimiento pasajero?... El corazón se guarda para la que será luego la esposa… A la pobre oficiala se la olvida… Es claro… Los infames saben hablarnos al alma, nos la despiertan, aprovechan nuestro amanecer, y cuando abrimos los brazos á la dicha como unas bobas, la dicha se nos va… ¿Tú crees que tu Enrique es el único pillo de este mundo? ¡Si fueras de guardilla en guardilla y de taller en taller, cuántas lágrimas ignoradas recogerías! ¡Raro es el sotabanco ó el obrador por donde no ha pasado un Enrique… Mira, seca los ojos y ríete… Por lo pronto esta noche te vienes conmigo al baile.

–¿Al baile? ¿Y á qué?

–Á divertirte…

–¡Á divertirme! La felicidad se ha concluido para mí

–¡Qué tonta eres!

–Además, siempre he aborrecido los bailes...

–Y yo también…

–Entonces, ¿á qué vas á ellos?

–Á lo que tú debes ir… ¡á olvidar!

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