LIBROS

«Roedores», los hijos que no llegan

La ilustradora Paula Bonet ha sufrido dos abortos espontáneos. Y del dolor nace esta reflexión. Comparte su pérdida en este diario

La escritora y pintora Paula Bonet

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Lo mejor que he leído sobre el aborto, ese tema del que nadie parece querer hablar, lo escribió la autora Leslie Jamison en «The empathy exams», que aquí se tradujo con un nombre poco acertado: «El anzuelo del diablo». No fue Oriana Fallaci en «Carta a un niño que nunca nació» la que me sacudió sino la propia Jamison con aquella descripción aséptica pero increíblemente lúcida que hacía sobre la interrupción del embarazo y la empatía: ese deseo de que los demás entiendan el dolor . Desgraciadamente, el dolor no es siempre reconocible, en ocasiones se encuentra alejado diametralmente de la dimensión del sufrimiento físico: no hay convulsiones ni espumarajos por la boca. Una anhelaría sentir un dolor tan visible que nadie pudiera no darse cuenta, pero el dolor anida en una dimensión misteriosa e insondable.

En el libro que nos ocupa, «Roedores, Cuerpo de embarazada sin embrión», la pintora y artista Paula Bonet (Villarreal, 1980) habla de otro tipo de aborto, del que se produce por causas naturales . La suya es la historia de dos abortos espontáneos que aborda en un libro objeto que es, por un lado, un animalario ilustrado en formato de acordeón que iba ser para la hija que no nació , y un diario breve pero de gran intensidad poética en el que va narrando sus gestaciones. Con su testimonio personal e íntimo , pero sobrio -cosa nada fácil en un caso así-, trata de romper el tabú del aborto y pone en entredicho esa maternidad almibarada tan alejada de la realidad del cuerpo cambiante del embarazo, de las molestias y los vómitos.

Bonet reivindica la necesidad de vivir el duelo, de expresarlo sin que una sienta que tiene una tara

«Roedores» es, a mi juicio, una exploración ante el vacío de lo que ya no existe pero tampoco llegó a existir más que como promesa, expectativa, ilusión . Es un libro que se sostiene en ese amor por adelantado y a fondo perdido que entregamos a los hijos, aunque no lleguen a nacer. «Pero al ratón se le paró el corazón y se quedó allí dentro, quieto, mudo. Como si no quisiera molestar. Estoy segura de que aquel ratón era una ratona», escribe Paula Bonet, que reivindica con «Roedores» la necesidad de vivir el duelo, de poder expresarlo sin que una sienta que tiene una tara. En definitiva: reivindica el derecho de hacer visible lo invisible.

El libro de Paula Bonet tiene una dedicatoria singular y sobrecogedora: «A mi hija». Quizás fue lo que más me impactó. Una vez, algún tiempo atrás, una psicóloga me dijo que a los hijos que no nacen hay que incluirlos también como parte de nuestra biografía. Existen. Sus marcas se quedan en el cuerpo, como pequeños surcos. La piel tiene memoria. Y por eso, a los hijos que no llegan, hay que contarlos. Incluso, si se puede, como es el caso de Paula Bonet, hay que escribirles un libro. Dedicárselo.

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