Atticus Lish, autor de «Preparación para la próxima vida»
Atticus Lish, autor de «Preparación para la próxima vida»
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«Preparación para la próxima vida», amor frito y brotes de congoja

Atticus Lish sigue los pasos literarios de su padre, Gordon Lish, y debuta en la novela. Un estreno por todo lo alto

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Vaya por delante -lo más pronto posible- que Atticus Lish (Nueva York, 1972) es hijo del escritor de culto y editor de «luxe» Gordon «Captain Fiction» Lish: aquel que sacó lo mejor de colosos como Barry Hannah y Joy Williams y, todo parece indicarlo, inventó/reescribió a partir de materia no demasiado noble a un tal Raymond Carver.

Descartemos -lo antes que se pueda- el robusto anecdotario alrededor de la vida de Atticus Lish: infancia privilegiada, insertando párrafo suyo a los nueve años en «Los nombres», de Don DeLillo; pelea familiar, huida de casa y fuga de su universidad top; trabajos miserables y cuatro años en el cuerpo de «marines», maestro en la China más remota, regreso a Harvard y celebrada tesis sobre el teorema de Ascoli; reconciliación con su padre.

Y -ganándose la vida como traductor del mandarín de manuales técnicos y liberando presión como experto en artes marciales- Lish va y cocina a fuego lento un manuscrito escrito a mano. Y triunfa. Y fotografía suya con un «look» de elegante vagabundo. Y dice cosas como que nunca leyó a David Foster Wallace o Jonathan Franzen (pero «sí sé quiénes son») y que nada le importa menos que el «mundillo literario»; que no va a revelar qué lo hizo volver a su fantasía original de ser narrador «porque es algo muy personal e íntimo» pero sí admitirá: «tengo muy claro mi objetivo, mi misión: escribir veinte novelas; así que tengo que apurarme o vivir hasta los trescientos años de edad. No digo que vaya a conseguir lo uno o lo otro. Pero voy a intentarlo».

Y suena sincero

Y ahora sí, por fin, la obra y el debut: «Preparación para la próxima vida» -ganadora de varios premios de prestigio y celebrada por los críticos más exigentes- no solo es un gran libro. Es un libro que -dentro de un panorama tan controlado y a menudo previsible- parece haber caído del cielo sin que nadie lo esperase. Algo así como aquel estreno del poeta Denis Johnson en la prosa que fue «Ángeles derrotados». Otros destellos de otros, también: Ken Kesey y William T. Vollmann y Robert Stone y Thom Jones y Comac McCarthy y Richard Price y Tom Spanbauer, los vívidos fantasmas de John Dos Passos y Ralph Ellison y Hubert Selby, Jr., y las canciones de Lou Reed y Warren Zevon. Fraseo seco y realismo radiográfico de pronto iluminado por imágenes poderosas y líricas. Una dura historia de amor a la vez que -a su muy personal manera- una novela política y de denuncia en el mejor sentido del término.

Material volátil

Así, Zou Lei -inmigrante musulmana e ilegal «Made in Xinjiang», sin conocer palabra de inglés y en unos Estados Unidos todavía estremecidos por el 11-S- trabaja en un restaurante chino de mala muerte y peor digestión en Queens. Y allí se enreda con Brad Skinner, depresivo y tatuado excombatiente en Irak con una lesión cerebral que lo convierte en material volátil que hay que manejar con precaución. Skinner la llama Zooey y ella se engancha a las bestiales sesiones de entrenamiento físico de Skinner, quien la adora, sin que esto signifique que, de tanto en tanto, no la trate muy bien. Pero de verdad que ambos intentan salir adelante y quieren creer en la posibilidad de despertarse soñando el Sueño Americano. Aunque no es fácil y cada uno de los detalles de su cuesta arriba es comunicado por Lish con la autoridad de alguien que sabe de lo que habla porque también pasó lo suyo.

Algo terrible

Y como si con todas las pruebas e injusticias a superar no fuese suficiente, por ahí anda el exconvicto y animal de presa Jimmy Murphy, el hijo de la casera de Skinner. Y cerca del final ocurre algo terrible que deja temblando y con la inmediata necesidad de buscar en el televisor cualquiera de esas amables comedias románticas con Meg Ryan y Tom Hanks. Pero no se las encuentra, claro.

Así que no queda otra que seguir leyendo.

Y, de acuerdo, no es grato lo que se cuenta aquí; pero es admirable cómo se cuenta.

Y por las dudas: Gordon Lish jura que no tuvo nada que ver con la corrección y puesta a punto de «Preparación para la próxima vida».

Y también suena sincero.

De tal astilla, tal palo.

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