Paulina Flores, autora de «Qué vergüenza»
Paulina Flores, autora de «Qué vergüenza»
LIBROS

Paulina Flores frente al espejo

Con «Qué vergüenza», la chilena Paulina Flores demuestra que juventud y madurez pueden ir juntas

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El dolor es un sentimiento silencioso que reposa albergado en la pacífica incandescencia de los personajes de Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988). Sus cuentos nos hablan de seres vencidos que buscan un refugio para la tristeza pero que nunca lo encuentran, o si lo hacen, es una trampa perfecta para acabar con la esperanza. Tanto importa si se trata de padres parados que buscan un empleo mostrando a las niñas que tienen a su cargo para que los posibles contratistas se apiaden de ellas, como de viejas empleadas de hogar que han sido repudiadas por sus hermanas después de haber sacrificado su vida en cuidar de sus hijos, los sobrinos; de una mujer que sumerge la frustración en la bañera esperando poder purificarse así de un pasado cuya amargura se resiste a disolverse y escapar por el sumidero, como de un niño, hijo de un presidiario y socorrido por una tía en la que él simula a la madre que le hubiera gustado tener, o tal vez algo más.

Cada situación cerca a las protagonistas. Son fundamentalmente ellas las que ocupan el centro, queriendo ser, rabiando inútilmente por desligarse de la infelicidad. Y la tristeza, amenazante desde el pasado, acecha para cobrarse sus deudas cuando tarde o temprano una nostalgia incierta despierta la desgracia que yace allí, persistente. Tanto que las vidas avergonzadas que vagan por estos relatos jamás acaban de encontrar el rumbo, y mucho menos la dicha.

Sin final

Cada ficción es un asedio a la vergüenza de vivir una vida que no hemos escogido, que nos ha escogido a nosotros, que nos maltrata o nos deja indefensos y desnudos ante la imagen que de aquello que somos nos devuelve el cruel espejo del pudor. Todos los relatos presentan a protagonistas que son vulnerables a esa humillación de reconocerse y aceptarse. La vergüenza de estas vidas está en callar cuando las circunstancias exigían enfrentar los hechos, rebelarse ante sí o ante los otros y afrontar la propia circunstancia como un destino inevitable.

Paulina Flores exige al cuento sutilezas y ambigüedades, omite los finales, oculta los datos accesorios y concede la máxima intensidad a las intuiciones, no a las certezas. Se trata de una escritura que se apropia de la intimidad de los personajes y apenas se preocupa del mundo exterior. Sus historias están lejos de concluir. La de mayor complejidad, la novela corta que cierra el libro, alterna los tiempos y el punto de vista para contarnos dos vidas cuyas protagonistas intuimos secretamente que son la misma, aunque la apariencia nos arrastra a creer que el argumento de sus historias es el opuesto.

El significado del vivir

Del recuento de la infancia, en la primera -uno de los escenarios predilectos de los cuentos reunidos en «Qué vergüenza»- zigzagueamos a un extravío de la edad adulta, a una consecución frustrada. Todo está apenas sugerido, expresado indirectamente, como el reflejo de los espejos que sirven a las protagonistas para captar oblicuamente el significado del vivir.

Así es el mundo de estas ficciones, afectivo y frágil, trémulo y sutil. Paulina Flores ha explorado con esmero las posibilidades de la ficción en la distancia corta o media y ha inventado un mundo muy coherente a pesar de las formas y variaciones por las que discurren su relatos. No ha cedido a a la tentación del sentimentalismo simplificador, ni al discurso edificante. Su juventud es tan admirable como la madurez que exhibe.

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