ARTE

Un palacio de Gaviria más surrealista que nunca

Los fondos surrealistas y dadaístas del Museo de Israel, en Jerusalén, dan pie a la cuarta entrega en Madrid de la apuesta del Grupo Arthemisia del arte como espectáculo

Sala Mae West, de Dalí

JOSÉ MARÍA HERRERA

Arthemisia es una empresa italiana con quince años de historia especializada en producir y organizar exposiciones. Sus propietarios, conscientes de la importancia del arte y la cultura en el actual negocio del entretenimiento, ofrecen a corporaciones públicas y privadas la posibilidad de competir con los viejos museos. Con ese fin proponen algo más que colgar obras maestras en las paredes: complejos espectáculos interactivos en los que la experiencia estética es sólo parte del juego.

Desde 2015, Arthemisia ha firmado cuatro exposiciones en España. La última, Duchamp, Magritte, Dalí. Revolucionarios del siglo XX , acaba de ser inaugurada en el Palacio de Gaviria de Madrid.

Por colores y temas

Con un atractivo montaje de Oscar Tusquets -quien, entre otras cosas, ha reconstruido la instalación de Duchamp para la Exposición internacional de Surrealismo de 1938, 1.200 sacks of coal , y la sala Mae West de Dalí - ofrece al público, repartida en varias salas divididas por colores y temas (la mujer como objeto de deseo, el paisaje mental, el juego …), 180 obras de las 700 de la colección donada por Arthur Schwarz al museo de Israel de Jerusalén. Amigo de Duchamp, Man Ray o Jean Arp , Schwarz reunió una de las mejores colecciones dadaístas y surrealistas que hay en el mundo.

Obra de Miró del Museo de Israel

El dadaísmo surgió durante la Gran Guerra como reacción a ella y sus consecuencias. Una generación de jóvenes ilusos llegó a las trincheras en 1914 convencida de que iba a combatir por los nobles ideales de la tradición, y retornó a casa sabiendo que esos ideales no venían del cielo, sino del cubo de la basura de la Historia. Desde la religión al lenguaje, pasando por las costumbres sexuales o los principios económicos y políticos, todo pareció podrido desde la raíz.

Los valores occidentales se habían revelado, gracias al gas mostaza, meros ardides del poder para dominar las conciencias en beneficio de los i ntereses particulares de oligarquías identificadas idealmente con la civilización.

Dadá trató de despertar con sus gamberradas a una sociedad que, después de semejante masacre, seguía defendiendo pomposamente creencias que nada tenían que ver con su propia realidad. Burlarse de lo sagrado , caricaturizar el patriotismo y la heroicidad, levantar la alfombra de los intereses, formaba parte de su estrategia.

Como niños traviesos

Como artistas, no estaban dispuestos a soportar un minuto más el arte gorjeante de viejos felices dando palmas en el concierto de Año Nuevo en que se complacían las clases acomodadas. Convencidos de que cuanto se hace en nombre de la autoridad conduce tarde o temprano a la devastación , optaron por obrar como niños traviesos, cultivando a conciencia todas las posibilidades de la irresponsabilidad y el absurdo. El resultado, baladí a efectos políticos (las masas europeas tardaron poco en caer en la superstición aún peor de la planificación totalitaria), fue el arte contemporáneo, un arte intraducible al modelo clásico -el arte como representación figurativa con arreglo a ciertos cánones- y al modelo moderno -el arte como expresión de la intimidad del artista frente a las pretensiones de cualquier canon.

Amigo de Duchamp o Man Ray, Schwarz reunió una de las mejores colecciones dadaístas del mundo

Los dadaístas buscaron sin éxito un lenguaje primario, previo a la civilización, pero fueron los surrealistas quienes lo hallaron explorando lo que hay más allá de nuestras representaciones conscientes. El abandono de las prácticas artísticas tradicionales iniciado por los dadaístas se ralentizó precisamente a consecuencia de ello. Mientras el surrealista Magritte , a finales de los años 50, pintaba al viejo estilo El castillo de los Pirineos , una de las joyas de la exposición, Duchamp , consumado maestro del ready-made , elaboraba con recursos puramente dadaístas otra de ellas: Boîte en valise.

Nadie puede extrañarse, pues, de que cien años después de que Hugo Ball comenzara a burlarse en el café Voltaire de Zúrich de las normas culturales sobre las que descansaba la vida espiritual europea, el público aún no se haya acostumbrado a estas formas de creación artística. Los espectadores corrientes evitan las exposiciones de arte contemporáneo o acuden a ellas con criterios propios del modelo clásico o moderno . El resultado, inevitablemente, es la perplejidad. Los principios que sirven para juzgar el cuadro en la pared o la estatua en la peana no valen para la perfomance , la instalación, el ready-made o el arte conceptual. Las reglas han cambiado, pero también el juego.

La estrella eres tú

Ya no se trata de obras geniales o ejecuciones perfectas que luego se exhiben y contemplan como objetos sagrados. «Aquí usted es la estrella y puede sacar fotografías, hacerse un selfie , compartir su experiencia usando un hashtag », dice un panel que anuncia en el palacio Gaviria una instalación inspirada en In Search of Times Post , de Herbert Bayer. Todo esto lo saben mejor que nadie empresas como Arthemisia, cuyo objetivo es explotar esta forma desenfadada de ver el arte para, acercándose al espectáculo y alejándose del museo, formato considerado por muchos obsoleto, aburrido y elitista, atraer la atención de todos los públicos.

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