Nosotros también creamos un cadáver exquisito

Fin a la obra del estand de ABC Cultural en Arco que ha reunido diez artistas y un mural en blanco para plasmar su arte

Madrid Actualizado: Guardar
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Nosotros también creamos un cadáver exquisito.

Los fotógrafos,

un niño,

que nunca,

o no,

al mundo real

la salida

en negro

del día….

verá.

«Los fotógrafos, un niño»

No sé por dónde empezar. Por la izquierda, por la derecha.

—Luego nos vemos—, me dicen. Y me dejan en este cuadradito gris como un padre deja a su hija en una fiesta de cumpleaños un domingo. A las ocho vendrán a recogerte.

Pero aquí no hay nadie. La fiesta de ARCO está a punto de acabar y he llegado tarde. Estoy sola y se me encoge el estómago. Me siento en el suelo en estilo indio, calladita, otra vez como una niña. Intento ordenar mis pensamientos, mi estómago, el muro que tengo delante. Es el cartel de una fiesta sorpresa que espera a que llegue el cumpleañero.

¿ Qué estoy viendo? Pasan por delante otros muchos visitantes, perdidos entre los dos (mundos) muros. Algunos se atreven a tocarlo, a coger las tarjetas, a pasar los folios. Otros solo cogen los periódicos de detrás de mi. ¿Me he convertido, aquí sentada, en parte de la obra? La gente pisa desde fuera de la línea y mira hacia dentro. Mira hacia dentro. Pero yo sigo sin tener claro qué veo.

«Que nunca, o no, al mundo real»

Se ha dicho mucho de este cadáver exquisito. Que es un Frankestein. Que hay fronteras por todas partes. Que refleja el individualismo. Hay diez nombres en la pared, puestos de forma previa. Ana Barriga, Javier Conde, Olga de Dios, Manuel Antonio Domínguez, Miguel Ángel Fúnez, Rafael Jiménez, Estefanía Martín Sáenz, Concha Martínez Barreto, Federico Sposato y José Antonio Vallejo. Veo repetidos como ecos al menos cinco por diferentes zonas del muro y me reto, como si jugara a ver formas en las nubes, a diferenciar artistas en el muro: veo el correcaminos, veo el maletín, veo la última hora, veo el game over, veo el grafitero entrañable, veo el grafitero revuelto, veo las figuras del bosque, veo el MAN, veo las momias, veo las setas. Veo-veo...

Pero no sé si acierto o no. «Descubrir la verdad que hay en el caos», había leído en una obra de Pedro Tyler camino al estand de ABC Cultural. Ahora resuena. Pero no sé cuál es la verdad y tampoco me importa. Busco interacciones, la última palabra que enlace con la siguiente. Un monstruito señala una seta, una rama sale de la oscuridad del juego, momias y setas se diseminan por el muro. Pero para interacciones, las de los vivos: las fotografías de los visitantes en la esquina del Game Over. Nadie parece ver que oculta una partida anterior. Gente más joven que yo buscando una imagen más evocadora para Instagram. Al final, un selfie con un cartel que dice que se ha acabado el juego. Hay alguien a quien oigo opinar: «¿No te parece un cabrón el del Game Over? Lo ha partido todo poniendo un muro negro en medio».

«La salida en negro del día...»

La caja de lápices se va acabando. No porque les saquen punta o porque se escondan entre los pupitres, sino porque desconocidos se los llevan. Adiós, adiós. La partida de Super Mario sigue en un Game Over sin retorno. El Correcaminos ha sido despiezado. El mundo sigue entrelazado mientras ese maletín conectado siempre está a punto de explotar… Habrán querido mantenerlo vivo, pero demasiadas cosas aquí llevan a un final.

—¿Puedes venir a por mi?

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«Verá»

Sé cómo acaba esto. Ya lo he decidido. He visto los finales de cada uno de los que estuvieron aquí. Ahora el mío es el verbo en una fiesta que se acaba, que nadie más verá.

Nosotros también creamos un cadáver exquisito.

Los fotógrafos,

un niño,

que nunca,

o no,

al mundo real

la salida

en negro

del día….

verá.

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