ARTE

Nono Bandera: esto no es un cuadro

Espacio Mínimo vuelve a recibir a uno de sus artistas fetiche, el malagueño Nono Bandera, que se apropia de recursos de la (pequeña) Historia del Arte

Detalle de una de las obras de la serie «Desayuno en la hierba»

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El pobre Rembrandt ha sido utilizado («meta-irónicamente», por seguir la retórica duchampiana) como tabla de planchar en demasiadas ocasiones. Una enciclopedia china lleva años desordenando nuestro pensamiento y, además, parece que la obsesión de Pierre Menard puede derivar en epidemia. Nono Bandera (Málaga, 1958) es un «anacronista deliberado», un lúcido bromista que no deja de poner en cuestión los marcos artísticos. Si en la exposición que tituló Zweifel (en esta misma galería, en 2011) pintó en las paredes de Espacio Mínimo troncos y leñadores, en la muestra que presentó en diciembre del año pasado en la galería MCO de Oporto trabajó sintiéndose -como me confesó- «un Pedro de Mena policromando bultos redondos», con un ánimo que podría calificarse como de «perverso». Entonces señalé que algunas de sus piezas eran «réplicas» o «trampantojos objetuales». Troncos de cartón y lienzos que sirven de anómalas peanas para jarrones -y que también algo de «engaño» encierran- generaban un espacio inquietante y, al tiempo, divertido.

Artificios nihilistas

Revisando las nuevas obras de Nono Bandera para Madrid no he podido dejar de pensar en el Cuadro al revés (1670-75) de Cornelius Norbertus Gijsbrechts , en el que no se ve otra cosa que el bastidor en un fascinante trampantojo, en el colmo del artificio nihilista. Bandera no se camufla tras el cuadro para cotillear: le basta con colocar como soporte del cuadro en blanco una piedra esférica (falsa o verdadera, poco importa) y con dejar vacía la cartela. Los troncos atraviesan algún «lienzo»; los jarrones imponen un extraño protagonismo , funcionando incluso el cuerpo femenino desnudo como «soporte» para esos objetos. Al otro lado de la representación sigue desplegándose un ánimo lúdico, como si en el desayuno campestre del título lo que tuviéramos que paladear fuera la dimensión inquietante de lo familiar.

Bandera pinta acertijos y despliega «un arte de jeroglíficos, de parábolas»

Por su parte, y en una publicación-obra limitada, el artista Juan Luis Moraza ha montado una simpática y «erudita» conversación entre Magritte, Foucault y Nono titulada «Las imágenes y las cosas». Es la ocasión «pintada» para charlar sobre el cuadro de Friedrich del mar de hielo, de la interpretación de El desayuno en la hierba de Manet como una escena enigmática de Alicia en el País de las Maravillas o la posibilidad de decir de cualquier cosa «esto no es un objeto». Pero también en el «derrape estético» se introduce el mítico «fistro» de Chiquito de la Calzada.

Las obras de Nono Bandera tienen algo de caricaturas , y así llevan a conclusiones propias del barroco fúnebre: «El universo es una broma. Y la realidad es un bromuro. La muerte, otro chiste. Y la vida, chistes suspensivos…». El arte tiene que ver con el malentendido, y la mala lectura deliberada (Harold Bloom) germina gracias al lapsus, nos entrega «incidencias» y «desinencias», chistes entrelazados en el inconsciente.

No podemos negar que «la teoría es una versión de comicidad que ha olvidado su condición». Bandera pinta o «transpinta» acertijos o, como afirma el «Magritte» de Moraza, despliega «un arte de jeroglíficos, de parábolas, de adivinanzas, de enigmas, más que un arte de la verdad».

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