«Into the studio» (2013). Fotografía de Eduardo Momeñe
«Into the studio» (2013). Fotografía de Eduardo Momeñe
ARTE

Momeñe: una doble mirada

La de Eduardo Momeñe en la galería Fernández-Braso es una muestra que funciona casi como antológica

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«Ser fotógrafo no es alguien que hace fotografías sino alguien que piensa como un fotógrafo». Ahora que asistimos a una auténtica hiperproducción de fotos (¿o tal vez deberíamos decir a una hipermusculación del dedo índice? Ya que -paradójicamente- apenas se imprime alguna…), esta reflexión cobra un valor muy sintomático. Son palabras de Eduardo Momeñe (Bilbao, 1952), pronunciadas recientemente al presentar en La Fábrica un volumen dedicado a su obra, dentro de la colección PhotoBolsillo.

La realidad (término poco fiable en fotografía) es que Momeñe lleva toda su vida profesional, iniciada en la ya lejana Barcelona de mediados de los 70, totalmente inmerso en la visión -y traducción- del mundo a través de un doble objetivo: el ojo de su cámara, obviamente, pero también el de su reflexión.

Una doble mirada que queda patente en esta selección de obras con el significativo título de «Fotografías». Y lo es, sobre todo, porque en esencia se trata propiamente de eso: de un conjunto de imágenes fotográficas que buscan tener sentido por sí mismas, más allá de responder a determinadas líneas temáticas o estilísticas. Quizás ese es el principal debe de su propuesta.

Calidad formal

Sí bien pueden enmarcarse dentro de una diversidad de pautas compositivas: fotografías de interior o tomadas en su estudio; argumentales: retratos y paisajes; o también obedeciendo a criterios cromáticos: color y blanco y negro, lo cierto es que habría sido deseable acotar algo más esa excesiva diversidad que convierte la muestra casi en una suerte de antológica.

Otro de los rasgos de su sintaxis fotográfica es la importancia que concede al género del retrato, con especiales referencias al renacentista italiano y al flamenco. Pero además, junto a la presencia del personaje retratado, busca también crear un diálogo con su cuerpo así como con el propio espacio que le circunda y en el que aparece representado. En su captación del sujeto trata más de hallar una verdad fotográfica que una indagación de tipo psicológico.

Esta diversidad a la que me refería no impide que en la mayoría de sus fotografías alcance un notable nivel de calidad formal y conceptual. En este sentido, quiero destacar una serie de obras acompañadas de textos, tanto calados como a pie de foto, que supone una estrategia empleada por él con frecuencia, en relación directa a su interés por el lenguaje, y que sirve para potenciar más aún ese carácter reflexivo e introspectivo, que se expande fuera de los límites estrictos de lo puramente visual, y que constituye una de sus principales señas de identidad creadora: «Me atrae lo escrito que rodea a una fotografía, textos, títulos, subtítulos, comentarios… Son elementos que amplían o modifican el significado de una imagen».

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