LIBROS

Las militancias de Belén Gopegui

La veterana escritora madrileña vuelve a la carga con una novela sobre las complejas relaciones entre el gigante Google y los individuos. Esta es una narración que se vuelve ensayo

Belén Gopegui, autora de «Quédate este día y esta noche conmigo»
José María Pozuelo Yvancos

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La literatura de Belén Gopegui (Madrid, 1963) se viene mostrando huérfana de género. La lectura de este libro suscita continuamente la pregunta de por qué no ha elegido la forma del ensayo. No porque la novela no pueda albergar todo pensamiento posible, sino porque al haber decidido hacer de este libro una novela, h a desarticulado buena parte de su fuerza . Convierte en inverosímil, y sobre todo en innecesario, su andamiaje narrativo. Pienso en lo desgraciado que fue, para la expresión dialéctica, la pérdida del viejo género de los diálogos platónicos, en los que las ideas no únicamente fluían, sino que se contrastaban por parte de voces alternativas, aunque hubiese a menudo una tercera que suponía equilibrio. Ese género habría venido muy a Gopegui, quien ha concebido su libro como un discurso sobre problemas muy interesantes , de la vida contemporánea.

Esta vez el «Capital», ese monstruo que cada novela de Gopegui convierte en protagonista, no está escondido, sino que adopta la forma personificada en Google, la empresa a la que dirigen una solicitud conjunta Olga, una mujer de sesenta años, que ya está de vuelta, y Mateo, un muchacho de veintidós años. Hay una tercera voz, en cursiva, que es el supuesto becario de la compañía encargado de evaluar el informe, y que aparece solo al principio y al final. El problema es que el lector no acaba de encontrar el sentido de este artilugio que siente en todo momento como un pretexto. Ni está motivada la convergencia de ambos personajes, ni hay otra función en ambos que servir de portavoces de ideas, desde dos puntos de vista generacionales. Ahí es donde la novela hace aguas: en pensar que una voz pueda ser portavoz de un discurso que esta fuera de los personajes.

El yo ensayístico

Ello hace que pasemos por la novela sin sentir que esas ideas les pertenezcan y no sean superiores a ellos. Y tal cosa para una novela es fatal, casi la anula. Se trata de un discurso de Belén Gopegui, que si hubiese elegido alguna de las formas de la escritura del yo ensayístico habría liberado a su libro de la sensación de impostación de la trama urdida, lo que provoca constantes problemas de origen de la voz pero que hace artificiales unos diálogos que no lo serían en el género socrático.

A pesar de todo, me ha parecido uno de los libros más sagaces y profundos de la autora

He de decir, sin embargo, que me ha parecido uno de los libros más sagaces y profundos de Gopegui en lo que se refiere a los problemas planteados por la sociedad de la meritocracia y por las mentiras que rodean la supuestas bondades en las que se apoya el sistema. Son agudas las que afectan al propio mecanismo de probabilidades y algoritmos ensayado por Google y convertido en fuente de conocimiento sobre el individuo desde el que poder gobernar su consumo e intervenir en su vida.

Son estupendas las reflexiones nacidas a partir de la opción seguida por el genial matemático Grigori Perelman, ejemplo patente de opción por la libertad, al salirse del propio sistema comercial de la ciencia y el conocimiento. O también el lugar del conocimiento matemático como utopía de un pensamiento no lastrado por la Historia. Gopegui alcanza algunas de las cotas reflexivas más originales de su obra. Es una pena que esas reflexiones de calado se mezclen con esa vieja tendencia suya a comentar todo desde un lado militante, de forma que cuando sale en la novela una chica empleada en una pizzería, antes de concebirla como personaje individual, discursea sobre las horas que lleva explotada y de su jornada laboral...

Hay otra novedad muy interesante en este libro: su llamada vitalista al entusiasmo por las pequeñas cosas, por esos gestos humanos que son impredecibles y que por ello albergan la libertad. La única posible, pero que le llegan al lector como soplo de esperanza. Quizá la resistencia la vea Gopegui ahí. Ha sabido comunicarlo en la segunda mitad de la novela, que brinda, referidos a Olga, momentos fugaces de una sensibilidad exquisita.

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