ARTE

Un Mediterráneo revuelto rompe en el IVAM

El IVAM fija su atención en su XXX aniversario en el mar Mediterráneo, caldo de cultivo de historias desde hace siglos

«Sin título», de Khaled Jarrar

Marisol Salanova

El Mediterráneo constituye una ruta migratoria que está en el ojo del huracán, lo cual provoca reacciones desde diversos ámbitos, donde el del arte no se queda atrás. Habitar el Mediterráneo vincula el pasado con el presente, y las relaciones de la zona norte de este mar y sus costas con las del sur a través de obras tanto contemporáneas como arqueológicas . Éstas tratan de establecer un diálogo que estimule posibles reflexiones en el espectador sobre temas de actualidad, rodeadas de documentación y apoyo historiográfico.

La muestra se inscribe en el programa del trigésimo aniversario del IVAM y reúne alrededor de 150 obras. Una pieza de Juan Uslé y otra de Juan Muñoz conviven ahora con la maqueta de una casa del antiguo Egipto. La exposición está repleta de imágenes contradictorias que presentan un entorno a veces amable, otras desconcertante e inestable. Dicha inestabilidad queda reflejada en la gran instalación del artista libanés Rayyane Tabet , que preside una de las salas y es constantemente fotografiada por turistas que transitan la muestra. Por su parte, una segunda de la artista Anila Rubil u representa los búnkeres que mandó construir en Albania Enver Halil Hoxha , extendiéndose hacia una piscina de alfileres de Anna Marín, «una metáfora del Mediterráneo», según Pedro Azara, comisario de la cita, quien considera que hoy estamos marcados por los hechos y pensamientos de hace 2.000 años.

Pinturas, dibujos, fotografías, esculturas, instalaciones, vídeos... Las piezas de la exhibición proceden de préstamos de prestigiosos museos como los parisinos Louvre y Pompidou , el español Arqueológico Nacional o el Egipcio de Turín , junto a colecciones particulares y del propio centro valenciano, que ha editado un catálogo y acoge la que será la primera de una serie de itinerancias.

Mil historias

Los trabajos dan cuenta del crisol de culturas a orillas del mar, del cruce de caminos, de los intercambios comerciales y de mucho más. Evocan historias de inclusión y de exclusión, de conquistas y reconquistas, de sedimentos y estratos, de urbes, de conflictos y reconciliaciones en los lugares a los que llegan sus cálidas aguas. Si bien choca la poca presencia de mujeres artistas en el proyecto, ya que están en una considerable minoría, la singular selección de obras trae pequeñas pero agradables sorpresas. Por ejemplo, los dibujos de la artista alemana afincada en Londres Susan Hefuna son uno de esos descubrimientos en los que la abstracción motiva a pensar en los espacios de habitabilidad con agudeza.

El vídeo titulado Cynopolis (2009), de Camille Henrot , con el que obtuvo el premio de la Bienal de Venecia, es una filmación que vale la pena observar con detenimiento y que destaca en la exposición. Sobre uno de los yacimientos arqueológicos egipcios más antiguos, vemos basura y restos históricos entremezclados. El orden y las construcciones se degradan , y la localización escogida por la artista para grabar va retornando lentamente a un orden previo a la intervención humana. No es baladí el acento que pone sobre los perros salvajes o abandonados que recorren dunas, pirámides deformadas o ya informes, montículos de restos de un yacimiento otrora dedicado al culto a divinidades, que los canes, por la nobleza que se les atribuye, simbolizaban.

La exposición, de ritmo pausado, ofrece en realidad múltiples lecturas. Así, llama la atención la obra del artista franco-argelino Kader Attia , ganador de la pasada edición del Premio Joan Miró, que subraya el papel del arte para crear catarsis y para unir a colectivos. Por su parte, las fotografías de Martin Parr reflejan un mar contaminado lejos de los conceptos idealizados de la industria turística, las campañas publicitarias y el estereotipo de forma de vida siempre placentera cerca de la playa. Por último, Ursula Schulz-Dornburg , artista alemana conocida por sus fotografía conceptual, aporta un trabajo en torno a Mesopotamia verdaderamente conmovedor.

Ojos de arquitecto

El peso de la Historia asienta las bases de un proyecto que aúna diversos relatos enmarcados en una narrativa curatorial con mucha influencia del mundo de la arquitectura, ya que Azara es arquitecto y profesor de estética en la Escuela de Arquitectura de Barcelona .

La distribución en sala sugiere un recorrido dividido en apartados que se estructuran no tanto cronológica como geográficamente. Esto es, el itinerario parte de una zona titulada «Marco geográfico», que aborda la imagen idílica del mar que tenían los artistas llegados de tierras del norte de Europa entre 1850 y 1950. Buscando contextualizar, la muestra evoluciona por estratos. No obstante, invita a adentrarse, a recorrer los espacios y a trazar un camino propio, desordenado, formulando preguntas y construyendo una visión particular, libre.

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