LIBROS

Luna Miguel: «El mito de Lolita te puede machacar»

Luna Miguel se adentra, con 28 años, en la novela para revisitar la tradición

La alcalaína Luna Miguel ha forjado una gran trayectoria en la poesía

DAVID MORÁN

Con solo 28 años, Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990) ya acumula poemas, cuentos y artículos como para alimentar un par de antologías, pero la novela, la madre de todos los géneros literarios (o eso dicen), se le seguía resistiendo . «No tenía una historia que me apeteciera contar», relativiza ahora que acaba de publicar «El funeral de Lolita» (Lumen), estreno de largo con el que voltea el mito de Lolita en una suerte de revisión desde el otro lado del espejo. «No es una reescritura de Lolita, pero sí que me apetecía ver cómo ha evolucionado ese mito que salió del cine, la moda y la música y ver también cómo el peso de la palabra lolita te puede acabar machacando -matiza-. Lo que me preguntaba es si Helena es realmente libre o tiene que cumplir con un estereotipo».

Cuando habla de Helena, se refiere a la protagonista del libro, una treintañera que trabaja como crítica gastronómica en una publicación digital y viaja de Barcelona a Alcalá de Henares para asistir al funeral de Roberto, el profesor de literatura que, años atrás, la convirtió, de ahí el título, en nínfula; en lolita. Pero eso, claro, fue antes, años atrás. Ahora Helena es, en palabras de su creadora, « una mujer millennial que tiene ambiciones y que no quiere que nadie se las pisotee, aunque a veces se las pisotea ella misma».

¿Cómo le gustaría que se leyera «El funeral de Lolita»?

En primer lugar, me gustaría que lo leyeran mujeres jóvenes y que, después, lo hagan hombres jóvenes. Cuando empecé a leer, me obsesionaba reconocerme, y para mí sería genial que lectoras más jóvenes que yo pudieran reconocerse y decir que todo esto ya está superado. Que todas las dudas que el personaje de Helena tiene con treinta años ellas ya las hubiesen superado con veinte. Significaría que hemos avanzado; que hemos roto tabúes y plantado cara a situaciones desagradables. Me gustaría que el personaje de Helena quedase desactualizado muy pronto.

¿Diría que es una novela generacional?

Creo que hay elementos generacionales. El uso de las redes sociales, los referentes de cine y música… Es más bien una novela de nostalgia de la gente que creció en los 2000. Más que generacional, creo que es sobre la prehistoria de algo que acaba de empezar, que es la literatura de internet y nuestra vida en las redes sociales.

Es curioso, porque pese a toda esa carga tecnológica, la estructura de la novela es más bien clásica.

Supongo que ahí tienen que ver los referentes, libros de Amélie Nothomb, «Las Vírgenes Suicidas»... Son libros que repiten una estructura clásica, pero cuyos protagonistas, que son jóvenes, propician cierta ruptura. También he bebido mucho de autores como Tao Lin o Sheila Heti, que ya escribieron novelas muy experimentales.

Cualquier cosa, sugiere Miguel, con tal de poder «contar las vidas de las mujeres jóvenes sin que sean trágicas ni acaben pronto» y sumarse a unos vientos de cambio en los que, asegura, el género de las novelas es cada vez más relevante y, al mismo tiempo, menos significativo. «Ahora en España hay un panorama cada vez más rico y todas las cuestiones relativas a si tal o cual obra es escritura femenina se están resquebrajando. Pienso, por ejemplo, en toda la recepción que ha tenido "Cara de pan", de Sara Mesa, o en "Permafrost", de Eva Baltasar. Son fenómenos en los que l a figura femenina es muy presente , sí pero no hablamos de escritura femenina. Creo que nuestra mirada está empezando a cambiar», destaca.

«Si coges "Los combatientes", de Cristina Morales, por ejemplo, creo que no podrías decir si el libro lo ha escrito un hombre o una mujer. El punto, sin embargo, no es ese, sino valorar a quien lo ha escrito independientemente de si es hombre o mujer», añade una autora que, a la hora de dar forma a los escenarios de "El funeral de Lolita", ha apostado abiertamente por el feísmo y el halo mortuorio ligado al tanatorio. «Somos una sociedad tan obsesionada con que todo tiene que ser precioso y perfecto que es doloroso cuando te das cuenta de que nunca nada va a ser bonito, aunque lo intentes», sentencia.

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