ARTE

José Pedro Godoy: «Me gusta que la pintura sea relamida y afectada»

«Animales salvajes» es la primera cita en una galería española, la Fresh Gallery, de este afamado chileno, identificado con «el mal gusto»

José Pedro Godoy JOSÉ RAMÓN LADRA
Javier Díaz-Guardiola

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A José Pedro Godoy (1985) lo «descubrimos» en España gracias a los Projects Rooms de ARCO'15. Ese mismo año, La Mar de Músicas lo incluía en en su programa expositivo. El que iba a ser ahora un periodo sabático en Madrid, tras labrarse un buen currículum en Santiago de Chile, su ciudad natal, ha coincidido con su primera cita española en una galería (LaFresh) . Su título, Animales salvajes . Un buen resumen de su manera de entender la técnica, en forma y contenido.

Me gusta cómo han definido su labor: «Cuando una técnica clásica como la pintura se adapta a un alfabeto plebeyo». ¿A usted por qué le es válida?

La pintura me tensa. Soy muy consciente de la existencia de una tradición. Pero también me interesa cómo un medio tan denso y cargado de referentes puede ser utilizado para hacer cosas frívolas, una plataforma excepcional para mezclar alta y baja cultura. La foto me aburre; no es tan versátil. Incluso la forma en cómo compones en pintura determina la imagen final. A mí me gusta la que es relamida y afectada. Eso potencia su relato. A lo que se suma que, en su construcción, se toman nuevas decisiones que van alimentando el proceso.

¿Y en qué consistiría el alfabeto plebeyo que la rejuvenece?

Fundamentalmente, el bagaje de imágenes que tengo y aporto. En este trabajo he acudido a Disney, a los afiches de Calvin Klein, a películas como El lago azul de los ochenta... Referencias de toda una subcultura gay. Me llama la atención cómo se generan grupos de pertenencia sin que algo o alguien así lo decida de antemano.

Le descubrimos en España en 2015 y ya le vemos cambios.

Mantengo los temas: escenas amorosas cargadas de sexualidad, base de una comparación entre naturaleza y artificio, y otros opuestos, como dolor y placer. Sin embargo, de un tiempo a esta parte entendí que había que exagerar sus elementos para subrayar el propósito. Y no se trataba de poner más sangre, fuego o violencia, sino forzar la técnica y saturar la paleta. Siempre trabajo con la idea de seducción y creo que eso se relaciona con mi concepto de cómo la mirada se pasea por el cuadro.

Sin embargo, aquí ha tendido a formatos más pequeños y a escenas más simples.

Yo las concibo como una narración en conjunto en la que el espectador salta de un cuadro a otro. Le obligo a armar cierto relato con todos. Por ejemplo, al situar unas flores cerca de una escena sexual, éstas adoptan un carácter sexual, mientras que el sexo adquiere un carácter más cursilón. Me gusta saber qué ocurre cuando ciertos clichés se desactivan.

Si bien la Historia del Arte ha cultivado el desnudo masculino, usted destaca que no lo ha cosificado como el de la mujer. Si ellas luchan justo contra esto, ¿por qué tiene sentido repetirlo con el hombre?

Porque cuando objetualizas al hombre no sale a relucir toda una Historia de postergación, represión o sumisión que sí que ha tenido la mujer. Me interesa la representación de su cuerpo como cosa. Con toda la libertad y el placer que eso conlleva.

Aquí irrumpe por primera vez el femenino...

Sí, pero tengo la sensación de que me sirve para subrayar el cuerpo del hombre como objeto de deseo. Cuando ves una película erótica, uno tiene la sensación de que allí hay muchas mujeres y pocos hombres, que se ve poco al hombre. Éste aparece «de repente». En esa aparición, «de repente», es en la que yo quiero centrarme.

Parece que desaparece la importancia al entorno en pos de zooms sobre los cuerpos.

Voy combinando el trabajo en gran y pequeño formato. Y tengo la percepción de que estos últimos invitan a lecturas más íntimas. También que el espectador tiene que usar su propio cuerpo para percibirlos. En ese acercarse a ver se genera cierto pudor, como cuando se ve porno, porque te acercas a algo que en el fondo es muy íntimo, mientras lo observas en público.

Admite que se siente atraído por el mal gusto. Sin embargo, no se aprecia en sus obras. ¿A qué se refiere?

En Chile la pintura elegante, la del buen gusto, es la de paletas acotadas, ejecución más rápida, donde la síntesis, la atmósfera, son valores a rescatar. A mí me interesa regodearme, resultar afectado. Puede que las imágenes sean atractivas, pero sus códigos son empalagosos y saturados. Eso, por lo general, genera rechazo.

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