LIBROS

José Calvo Poyato: «La historia española tiene más luces que sombras»

Con «El último tesoro visigodo», que acaba de publicar, el escritor cordobés vuelve a demostrar que es un nombre imprescindible de la novela histórica

El historiador y escritor José Calvo Poyato
Carmen R. Santos

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Catedrático de Historia en la Universidad de Granada y miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951) une a sus numerosos estudios y ensayos académicos, una fértil trayectoria como autor de novelas históricas que han gozado del favor de crítica y público. Desde que en 1995 publicó su primera obra en este género, «El hechizo del rey», siguieron otras muchas como «Conjura en Madrid», «La Biblia Negra», «El sueño de Hepatia» y «Sangre en la calle del Turco».

En «El manuscrito de Calderón» y «El ritual de las doncellas» dio vida a un singular personaje, el «detective» Pedro Capablanca, acompañado de su fiel ayudante, Fray Hortensio, que se pasea por la España del siglo XVII, y a quien tiene previsto -nos confiesa- sacar de nuevo a la palestra. Entretanto, ha dado a la imprenta «El último tesoro visigodo» (Ediciones B), sobre el descubrimiento y los avatares del Tesoro de Guarrazar, aparecido en 1858 en la localidad toledana de Guadamur.

¿La época visigoda se conoce como merece?

En mi opinión, no se le ha prestado la atención debida, pese a la importancia histórica de ese periodo. Quizá, la razón sea que se encuentra emparedado entre dos momentos, como el de la Hispania romana y Al-Ándalus, que la han oscurecido. Por otro lado, ha tenido lo que podríamos llamar una mala prensa. Recuérdese la famosa lista de reyes godos. Eso, desde luego, no ayudaba.

¿Qué le parece más interesante de esta etapa?

Es en tiempo de los visigodos cuando aparece una monarquía de extensión peninsular, aunque el dominio visigodo en algunas zonas era muy débil. Resulta interesantísima su legislación, el llamado Fuero Juzgo y la emanada de los Concilios de Toledo. Y también, aunque fue problemático, el carácter electivo de la monarquía. Me parece admirable, desde el punto de vista artístico, su orfebrería.

«Es un error el "presentismo", es decir, juzgar con mentalidad del presente situaciones del pasado»

¿En su última novela entremezcla personajes reales y ficticios?

Sí. Conviven personajes reales, como el rey Rodrigo, Adolphe Hérouart, la familia Morales, Amador de los Ríos o el diamantista Navarro con otros de ficción como el conde Liuva, el joyero Valcárcel, el comisario Collantes, doña Martina Vicentelo o Gala San Román. Hace ya algunas décadas Georg Lukács, en su teoría sobre la novela, señaló que la novela histórica ha de mantenerse fiel a los hechos. Pero junto a los personajes históricos pueden aparecer otros de ficción, que han de responder a los planteamientos y formas de vida de la época en que se desarrolla la novela.

¿Destacaría alguno?

Todos son importantes, en mayor o menor medida, para el desarrollo de la historia que se cuenta en «El último tesoro visigodo» -el descubrimiento y peripecia histórica del llamado Tesoro de Guarrazar-, pero de elegir algunos serían el conde visigodo Liuva, el militar francés Adolphe Hérouart y el comisario Collantes, entre los masculinos. Doña Martina Vicentalo y Gala San Román, entre los femeninos.

¿Ha viajado a la zona donde se encontró el tesoro como parte de su tarea de documentación?

Sí, estuve varios días tomando notas y visitando parajes y recorriendo sus calles tanto en Guadamur, en cuyo término municipal está el pago de huertas de Guarrazar, que dio nombre al tesoro. Visité el centro de interpretación visigodo que hay en dicha localidad. En Toledo, paseé por la ciudad y fui al Museo de los Concilios. En Madrid estuve en el Museo Arqueológico Nacional donde se guarda una parte del tesoro.

¿Lo sucedido con el Tesoro de Guarrazar evidencia la desidia existente con el rico patrimonio artístico español?

Es una prueba evidente de esa desidia. Cuando en 1859, al año siguiente del hallazgo, la prensa desveló lo ocurrido con las extraordinarias piezas de ese tesoro se organizó un verdadero escándalo. Hubo debates en el Congreso de los Diputados, intervino la Real Academia de la Historia, se formuló una reclamación diplomática… Pero lo ocurrido era la consecuencia de esa dejadez hacia un patrimonio que está considerado, después de Italia, el más importante del mundo.

«Soy un historiador que se divierte mucho escribiendo novela histórica y pretendo que también disfruten los lectores»

¿Qué le llevó a inclinarse por la novela histórica?

He dicho en alguna ocasión que soy un historiador que se divierte mucho escribiendo novela histórica y pretendo que también disfruten los lectores. Fue el deseo de acercar la historia al público, siendo consciente de que una novela histórica no es historia, pero sostengo que se puede aprender historia con una novela histórica, que verdaderamente lo sea.

¿Volverá a sacar a escena a su personaje Pedro Capablanca?

Las aventuras de Capablanca -un pesquisidor en la España del siglo XVII -fueron concebidas como una trilogía. «El manuscrito de Calderón» y «El ritual de las doncellas» vieron la luz hace años. Queda pendiente la tercera aventura que, aunque con mucho retraso, ando enredado en ella.

¿Cuáles son los elementos esenciales de una buena novela histórica?

Es difícil resumirlo en unas líneas, pero le diré que los hechos históricos han de ser respetados. No se alteran nunca. Los personajes, incluidos los de ficción, han de responder a los planteamientos de la época tanto éticos o morales, como materiales. Me refiero a su escala de valores, a sus actitudes ante la vida, o a su indumentaria, la gastronomía, la ambientación -tabernas, mesones, cafés, caminos…-. Una buena novela histórica ha de ser verosímil y, desde luego, ha de responder a lo que mi amigo José Luis Corral denomina el espíritu de la época.

«Descalificar la Transición es una muestra de desconocimiento lamentable de nuestra historia, incluso de miopía para mirar al futuro»

¿A qué atribuye el gran éxito del género?

Su éxito es verdaderamente llamativo. Es un curioso fenómeno de pervivencia literaria. Piense que si consideramos como la primera novela histórica moderna «Waverley», de Walter Scott, que fue publicada en 1814, lleva dos siglos contando con el favor de muchos lectores. Mi opinión, es que el deseo de conocer aspectos del pasado histórico, de forma amena y entretenida, cosa que los libros de historia no siempre consiguen, hace que goce del favor de un público muy amplio. Con la novela histórica se puede aprender deleitándonos.

¿Nos habla del presente mediante el pasado?

La novela histórica debe centrarse en el periódo del pasado que el lector encuentra en sus páginas y debe reunir los requisitos a los que me he referido más arriba. Otra cosa es que el novelista haga algún guiño al presente. Por ejemplo, las deficiencias educativas de otra época, expuestas de tal forma que el lector piense en el extendido fracaso escolar de nuestro tiempo, como consecuencia de la Logse y otras leyes educativas poco acertadas, por decirlo de forma suave. O que se refiera a situaciones políticas de otro tiempo que pueden darse en el nuestro y lo exprese con habilidad.

«Hemos de tener presente que la llamada Leyenda Negra ha sido, en parte, construida por los propios españoles»

¿Conocen bien los españoles su historia?

La respuesta fácil es decir que no, que no la conocen bien. Pero creo que hay un sector importante de nuestra población -lamentablemente menos entre los más jóvenes- que tiene interés por el pasado de su país. Otra cosa es que, a veces, se hagan interpretaciones muy particulares. Somos poco dados a resaltar los momentos brillantes de nuestra historia y sí recrearnos en los más oscuros. Son mucho más conocidos episodios como Rocroi o Trafalgar que Nördlingen o Cartagena de Indias. También está muy extendido el «presentismo», es decir, juzgar con mentalidad del presente situaciones del pasado. Eso es un error. Las gentes de otro tiempo tienen, por ejemplo, esquemas mentales y escalas de valores diferentes a los nuestros.

¿Cree que se sienten orgullosos de ella?

Suelen darse con frecuencia dos percepciones extremas. Quienes abominan de nuestra historia, considerándola un cúmulo de desastres y los que, por el contrario, piensan que somos una especie de pueblo elegido y que la maldad de otras gentes ha tejido una suerte de maldición histórica sobre nuestro país. Pero, sin duda, tenemos una historia extraordinaria. En mi opinión, con muchas más luces que sombras. Ya hemos comentado que nuestro patrimonio histórico artístico impresiona por su magnitud y grandeza. Pero también hemos de tener presente que la llamada Leyenda Negra española ha sido, en parte, construida por los propios españoles. Recuerde los versos de Joaquín Bartrina, un poeta natural de Reus que señalaba que «oyendo hablar a un hombre, fácil es/acertar donde vio la luz del sol;/ si os alaba Inglaterra, será inglés/ si os habla mal de Prusia, es un francés,/y si habla mal de España, es español».

¿Qué le parece la descalificación que se está haciendo de la Transición desde ciertos sectores?

La Transición es un tiempo de nuestra historia, en que a diferencia de otros, buscamos la conciliación en una situación muy complicada. Con un ejército politizado que provocaba «ruido de sables» o con los asesinos de ETA acabando con la vida de personas casi a diario o los que asesinaron a los abogados de Atocha. En ese escenario se sacó hacia adelante la democracia. La izquierda fue muy generosa al asumir cicatrizar un pasado que los había presentado como a los «malos» durante la dictadura franquista. Esa conciliación permitió establecer una democracia homologable a las de Europa Occidental y dio lugar a una de las etapas de prosperidad más largas de nuestra historia. Descalificarla, a mi juicio, es una muestra de desconocimiento lamentable de nuestra historia, incluso de miopía para mirar al futuro.

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