ARTE

Joan Miró, recolector en el Centro Botín

El espacio santanderino cede sus formas a las escultóricas del creador catalán

«Oiseau solaire», escultura de Miró de 1966

GABRIEL RODRÍGUEZ

El Centro Botín presenta Joan Miró. Esculturas 1928-1982 , exposición producida, dada su complejidad, únicamente para ser exhibida en el edificio de Renzo Piano . Por medio de unas 200 piezas, 94 esculturas, 45 de ellas acompañadas de los objetos originales que sirvieron para su gestación, dibujos, fotos y filmaciones de las labores de fundición, se busca delinear la trayectoria escultórica completa de Miró (1893-1983), desde la primera obra que se puede considerar volumétrica, Danseuse espagnole (1928), hasta su bronce monumental Personnage (1982).

Es una exposición sobrecogedora por su intensidad , singular por dos motivos: porque se detiene por primera vez en el proceso, en los objetos encontrados, en los yesos secretos, en los bocetos para grandes proyectos, en el trabajo de fundición; y porque ofrece esculturas inéditas procedentes de colecciones privadas y piezas restauradas para esta ocasión. Una muestra que invita al visitante a jugar como jugó Miró : encontrando los objetos naturales repartidos por los expositores para, luego, revisitarlos formando parte de los ensamblajes, de los bronces.

La familia de Miró ha recogido y atesorado todos los del artista que habían quedado en las fundiciones con las que había trabajado -ocho en total- en España, Francia e Italia. Esta ha sido una de las bases sobre la que los comisarios han construido una muestra que permite acercarnos a su proceso creativo , ver cómo trabajaba.

Manifiesta un amor a la Naturaleza relacionado con su admiración por los escritores rusos y el sintoísmo japonés . En sus paseos, recoge, singulariza, acepta el objeto. Este desear es lo que da origen a la figura del recolector: de Rodin a Picasso, Hans Arp, Ángel Ferrant o Henry Moore. En el ámbito de la Naturaleza, las leyes internas, las relaciones causales desconocidas, estructuran la materia y dan forma al objeto, que es bello porque el observador intuye en la lejanía esas fuerzas y admira su resultado. La diferencia es que Miró no busca los secretos del objeto, el crecimiento de lo orgánico, las relaciones que unen materia, estructura y forma, sino que se instala en un universo de relaciones oníricas, poéticas, fuertes. Es un surrealista irónico, lúdico, constructor de versos objetuales.

Un objeto es descontextualizado, sacado de su escala y fundido en bronce. Luego, ese bronce es cubierto por una capa material de color en un proceso de doble extrañamiento, para quedar integrado, convertido en otra cosa como parte definida de una nueva figura, de una gran escultura, pero sin dejar de ser reconocible. La sorpresa añadida del título provoca un juego de formas y significados en el que tiene que participar el receptor. Es una obra que transmite una libertad extrema, alegre. Cualquier cosa, como en los sueños, bajo la mirada poética del autor, puede convertirse en cualquier otra , entrar a formar parte de sus mujeres, pájaros, estrellas, personajes, animales, equilibristas, reyes o bailarinas.

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