Javier Rupérez, autor de «La mirada sin ira»
Javier Rupérez, autor de «La mirada sin ira» - Juan Manuel Serrano Arce
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Javier Rupérez, sin ira y con claridad

Rupérez ha sido protagonista de cuatro décadas de política nacional e internacional. Las evoca en sus memorias

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Pocos podrán afirmar que Javier Rupérez, con pulcro estilo, no habla claro. Su libro de memorias, «La mirada sin ira», es un sugerente texto para, de un lado, examinar las vicisitudes, vericuetos y dificultades que impregnaron la Transición. De otro, para analizar varios momentos clave de la política exterior española de estas cuatro décadas.

El mérito del autor no es ya que tenga una prosa cuidada, es decir, que escriba bien. Ni siquiera que su periplo diplomático sea rico y, muy a menudo, en destinos punteros. Lo que reviste interés es que Rupérez tiene un criterio personal diáfano e incisivo para enjuiciar los hechos y, además, muy importante, que él estaba allí cuando surgían o se cocinaban. No son narrados de oídas.

Los ha vivido, y no entre bastidores.

Luz verde

En la primera parte, Rupérez desmenuza decisiones importantes de los dos primeros presidentes de la Transición, desde la luz verde, ¡por fin!, de Suárez a iniciar el proceso de entrada en la OTAN -el autor remacha que el propósito ya estaba firmemente enunciado en el I Congreso de la UCD- hasta la entereza de Calvo Sotelo para serenar constitucionalmente al país después de la algarada del 23 de febrero. Las páginas dedicadas al fallido golpe de Estado te agarran; resultan especialmente punzantes desde un punto de vista humano y político. Rupérez no acaba de comprender lo que llevó a Suárez, con el que había despachado con toda normalidad tres fechas antes, a dimitir. Da alguna pista.

Hay dos pinceladas significativas sobre los judíos. La primera es el machacón victimismo de que hacen gala en entrevistas con dirigentes europeos (Goldberg en el encuentro de Suárez) y que hemos padecido todos los destinados en Estados Unidos. La segunda, que los servicios de inteligencia israelíes, en contraste con los españoles, se olieran que en la tarde del 23-F podía ocurrir algo en nuestro Congreso.

En la ventana exterior hay una descripción ajustada de las elecciones estadounidenses -Rupérez fue embajador allí-; del papel relevante que el gobierno de Aznar ocupó entre los aliados de Washington, lo que implicó ayuda en la lucha contra el terrorismo; de la reacción negativa de la prensa norteamericana por el resultado electoral en España después del atentado de Atocha («un ejemplo claro de la sumisión de la sociedad española a la voluntad de los terroristas»); y una convincente pincelada del berrinche del gobierno americano con la rauda y, para ellos chapucera, retirada de nuestras tropas de Irak. Los políticos yanquis encontraron desleal y torpe la explicación española, afearon al ministro Bono «el incumplimiento de sus promesas», y Powell y Condoleezza Rice le leyeron la cartilla a Moratinos en unas entrevistas, afirma el diplomático memorialista, «que recuerdo como las más desagradables que he debido contemplar en mi vida política».

Alfilerazos

Nuestro escritor no vacila en dar alfilerazos a adversarios, correligionarios y amigos. Hay críticas a los democristianos catalanes y vascos por boicotear la entrada del partido de Rupérez en la internacional de esa corriente; a Óscar Alzaga por su papel en la desintegración de ese partido; al sociólogo Linz por su pifia descomunal al pronosticar que la España posfranquista estaría «dominada por dos partidos mayoritarios, la democracia cristiana y los comunistas»; al ministro socialista Fernando Morán por su tendenciosidad (le dijo «que no le correspondía al gobierno de un protofascista como Suárez traer la democracia a España»); y también a los dirigentes de EE.UU. El gobierno de Bush hizo una gestión de la posguerra en Irak «cargada de improvisación y sobrada de errores».

El ensayo cubre otros aspectos de interés de nuestra política exterior reciente, la independencia de Guinea, el Polisario, la batalla de la OTAN, las necesarias pero, en ocasiones, inoperantes Naciones Unidas... Todos contribuyen a hacer el libro útil e iluminador. Para mí lo ha sido holgadamente.

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