ARTE

La Historia de la fotografía que falta

Tras años de trabajo, el historiador Carmelo Vega publica «Fotografía en España (1939-2015)», un exhaustivo manual sobre el desarrollo de la disciplina en nuestro país

Massiel vista por Joana Biarnés

FERNANDO CASTRO FLÓREZ

En su Pequeña historia de la fotografía , Benjamin citaba una frase lapidaria de Moholy-Nagy: «El que ignore la fotografía será el analfabeto del futuro» . En plena movilización total, los sujetos contemporáneos no ignoran nada de la foto ajena a toda Revelación: de hecho, ésta ya no necesita de revelado, sino que tiene que ver más con una dinámica compulsiva de carácter comunicativo.

No deja de ser significativo que en la época de la «furia de las imágenes» , el primer archivo que se haya logrado almacenar en ADN sea la pixelada del caballo de carreras de Muybridge, hermanándose la cronofotografía con el GIF y dando una suerte de imagen híbrida que alude tanto a la estética de la velocidad cuanto a los meandros del tiempo o a los plegamientos de la Historia.

Tal vez sea necesario revisar la Historia de la fotografía para comprender qué nos lleva a entregarnos hoy a esa manía tan extraña de fotografiar para no mirar. Carmelo Vega ha completado un enorme manual que ofrece una excelente guía de la disciplina en España, sostenido por una rigurosa labor de investigación marcada, desde l as primeras páginas, por una seria preocupación metodológica y un afán de exhaustividad digno de elogio. Este investigador parte de los dos trabajos pioneros, significativamente escritos por dos extranjeros, sobre fotografía española que se publicaron hace tres décadas: La Historia de la fotografía en España desde sus orígenes hasta 1900 (El Viso) e Historia de la fotografía , de Marie-Loup Sougez (Cátedra), que apuntaba que este era «un terreno sin trillar donde todo queda por decir».

El tropo del «vacío» se repite a lo largo de este nuevo volumen, que en sus orígenes tendría un capítulo raro con la «leyenda» de que un pintor zaragozano, José Ramos Zappetti, habría descubierto el modo de fijar las imágenes antes de Daguerre en 1837.

Invento «español»

En su Historia de la fotografía (1954), Alsina Munné incluía un breve epígrafe dedicado a los inicios de la disciplina en España con el del presunto inventor español de la «cosa». Esa ficción de lo «originario patriótico» contrasta con la deriva de los historiadores que se fueron preocupando, más que nada, en realizar investigaciones provinciales, regionales o autonómicas. Vega declara, con toda la razón, que se precisa acometer una historiografía que asuma una función interpretativa de los hechos «y que sea capaz de erigir un relato histórico que no sólo exponga lo que ocurrió (el qué y el cómo), sino que busque el sentido y el significado de tales acontecimientos (el por qué y para qué), analizando su repercusión sobre el contexto inmediato y calibrando sus consecuencias posteriores».

Uno de los afronautas de Cristina de Middel

Vega repasa cuestiones cruciales en esta Historia nacional, desde las primeras noticias aquí del daguerrotipo a las revistas de fotografía, de las visiones de España en la mirada de los fotógrafos extranjeros a las primeras postales turísticas , dedicando un capítulo entero a la «reinvención turística» que enlaza con la importante investigación que desplegó en el libro Lógicas turísticas de la fotografía (Cátedra, 2011); analiza aplicaciones como la iconografía médica o los usos policiales; revisa la figura del aficionado, reivindica el papel de las mujeres y, por supuesto, estudia los derroteros de la fotografía artística; penetra a fondo en los discursos de vanguardia y muestra el poder que tuvo la foto como arsenal propagandístico durante la Guerra Civil. Los años de la dictadura del «salonismo», como indica pertinente, condujeron a su extrema decadencia.

En Introducción a la fotografía española (1977), Manuel Falces apuntaba que, en nuestro país, el fotógrafo es autodidacta por necesidad. Éstos tuvieron que convertirse en «hombres orquesta» (críticos, comisarios, editores e incluso galeristas) como sucede, ejemplarmente, en el caso de Joan Fontcuberta , que ha sido decisivo. Comentando las exposiciones Création photographique en Espagne, 1968-1988. De Nueva Lente à Photo Vision (Museos de Marsella, 1988) y Cuatro direcciones. Fotografía contemporánea española, 1970-1990 (Museo Reina Sofía, 1991), comisariadas respectivamente por el citado Fontcuberta y Manuel Santos en pleno momento de normalización institucional de la fotografía, Carmelo Vega detecta que las conclusiones están marcadas por el tono del pesimismo, con el mantra del «todo está por hacer».

La salud del paciente

El epílogo del volumen lo repite e incluso viene a decir que, cuando ya no tenemos «incultura fotográfica», no hay, ni mucho menos, una «excelente salud» de la foto. El desengaño vuelve a imponerse. Desafortunadamente, este mismo manual no cubre adecuadamente los «vacíos» y se vuelve más insustancial cuando se aproxima a la contemporaneidad. El capítulo sobre «las bases para una foto contemporánea» es manifiestamente insuficiente, aunque ofrece infinidad de datos, nombres y referencias; en el análisis de la crítica, apenas dedica cuatro páginas a lo acontecido desde los setenta. Si bien da cuenta de la «fiebre» del foto-libro , prácticamente no ofrece ninguna aproximación a las poéticas post-fotográficas. La pasada Nochevieja WhatsApp colapsó durante unas horas. Tal vez tenemos que aprender a conectarnos a las historias fotográficas del presente, evitando la nostalgia, intentando que las imágenes nos permitan pensar nuevos marcos críticos.

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