Hannah Gadsby, en las antípodas del circo de Trump

«Nanette», el monólogo de la comediante australiana que en España puede verse en Netflix, deja tiritando la falsedad de lo políticamente correcto y de lo incorrecto

La comediante australiana Hannah Gadsby ABC

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Me fui de vacaciones a un remoto país que no resulta tan remoto en nuestros designios cotidianos. Si les digo el nombre de Trump , para qué contar más. Bueno sí, les podría escribir una larga tesis sobre la rentabilidad editorial que está dando de sí lo políticamente incorrecto de sus actos y los de sus ex colaboradores. Todo ello elevado a la enésima potencia de las redes sociales , esas a cuyos algoritmos acusa el propio Trump de estar manipulados en su contra. El «delirium tremens».

No hay librería que no coloque en la estantería de los «top» un libro donde se relatan los exabruptos del presidente con todos los pelos, y señales, de su tupé en entredicho. Lo cuentan aquellos que algún día se tildaron de fieles seguidores y aprendices del loco del pelo amarillo. La penúltima en llegar ha sido Omarosa Manigault Newman , que no ha dejado librería del país remoto sin empapelar con su «The Art of de Deal». Incluida la mítica City Lights Books de San Francisco , habitada por los fantasmas de un pasado trotamundos, en la carretera, y por los gafapastas del presente.

Me fui de vacaciones a un país remoto no sin antes haber visto el último fenómeno en redes, viral, que viene de un país más remoto aún, Australia . En las antípodas de Trump y su circo mediático, a favor y en contra, está la cómica Hannah Gadsby y su actuación en una ópera de Sidney llena hasta la bandera.

Un monólogo titulado «Nanette» en el que se ríe de sí misma y llora sobre sí misma: una mujer, y lesbiana . Un monólogo de más de una hora donde, sin necesidad de dar nombres y apellidos, deja tiritando la falsedad de lo políticamente correcto y de lo incorrecto. Por reírse, se ríe hasta de Picasso y de su genialidad, y de Van Gogh , y del mercado del arte, y de los señores que se sientan delante de sus narices y se ríen también de sí mismos. Parece que los algoritmos de Google , a veces, soplan a favor de la inteligencia.

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