ARTE

Que hablen los colores en la Fundación Didac

Manuel Eirís y Miguel Marina reflexionan sobre los límites y las formas de lo que entenemos por pintura

Detalle de una de las obras de Miguel Marina

María Peña Lombao

Aquí, en Santiago, vemos obras abiertas, pausadas, experiencias traducidas en clave minimalista y abstracta, viajes interpretados, cortinas de un único color. La Fundación DIDAC abre la temporada con un dueto de artistas siempre vinculados al interés por los modos en que la pintura puede aparecer a nuestros ojos. Su presentación final, el modo en que la observamos, marca la trayectoria de ambos, desde los ya conocidos Desocultamientos de Eirís a los papeles oleosos y desgastados de Marina.

Manuel Eirís (Santiago de Compostela, 1977) y Miguel Marina (Madrid, 1989) muestran juntos cómo exponer la pintura. Es decir, de qué manera puede aparecer una capa de luz sólida en un soporte determinado: en papeles impregnados al óleo, en coloridos chorretones por los cantos de un bastidor, o en una pequeña cama colgante de pino. La pintura inaugurada desde la abstracción y el monocromo como punto de partida son rasgos que ambos comparten. También el interés por el marco, los bordes donde empieza y al tiempo termina la imagen.

La superficie pictórica se debate en cada pieza, en la textura y el acabado de cada imagen. En el caso de Eirís, la obra que presenta retoma los monocromos, con el interés puesto en los límites del tejido o el papel , en donde se lee la historia del cuadro. Su afición por el monopatín le llevó hace años a dejar las huellas de las ruedas sobre el lienzo, de igual modo que ahora trabaja con esprays , asociados también al skate y los grafitis. Las huellas de los patines o las gotas de 50 sprays sobre una imagen blanca son su modo de filtrar las experiencias y pasiones que llaman su a atención.

Por su parte, Miguel Marina muestra trabajos de su estancia en Roma, entre los que destaca una pequeña tabla de pino colgada de cuerda y alambre. La tablilla contiene una manta de cáscaras de mandarina, conjugando trozos blancos y naranjas a modo de losa pompeyana. Bajo una de las diagonales de alambre que cruzan la sala, papel de pergamino enrollado y maderas totémicas para mantener el equilibrio visual a punto. Pinturas e instalaciones que juegan con el espacio pictórico y sus posibilidades tridimensionales , aplicando una estética también minimal a todas sus creaciones. Roma filtrada por su quehacer artístico, interpretada con su estilo, papeles plegados que reflejan los colores de la propia ciudad, o cañas de bambú recolectadas en el río Tíber.

Los viajes de Eirís y de Marina, sus traducciones personales y plásticas, zumban por la sala.

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