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«Gigantes»: regreso al cine por capítulos

Enrique Urbizu dirige «Gigantes», con la que Movistar+ reitera su gusto por lanzar series con factura y sabor cinematográficos

José Coronado, con Carlos Librado «Nene», Isak Férriz y Daniel Grao en «Gigantes», de Enrique Urbizu
Federico Marín Bellón

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Ocurre a menudo, está documentado, que el soldado, anestesiado por la sorpresa, tarda en comprender la gravedad de sus heridas. No puede creer que le haya tocado. Por supuesto, era consciente del peligro, pero de algún modo todos sentimos que las peores tragedias están reservadas a los otros. Pues bien, los Gigantes de Enrique Urbizu van mucho más allá en su sensación de inmunidad (e impunidad) frente a los peligros que ellos mismos contribuyen a generar. El público podrá ver sus seis capítulos a partir del 5 de octubre, en Movistar . La plataforma de Telefónica ha tardado en encontrarle pista de aterrizaje a una de sus historias más esperadas, pero ha compensado la espera y desmentido su supuesta falta de fe con la renovación por una segunda temporada.

Gigantes es el sueño de un actor, un festival de diálogos que parecen escritos en papel de lija (los jóvenes quizá ni sepan lo que es eso). Es un escaparate perfecto para sus intérpretes. De hecho, fue Manuel Gancedo , que incluso aparece en dos capítulos, quien tuvo la idea original de la serie, desarrollada luego con ayuda de los guionistas Miguel Barros y Michel Gaztambide , y del cineasta Enrique Urbizu, que dirige la mitad de los episodios y deja el resto en manos de Jorge Dorado .

La presencia de Urbizu es quizá la más poderosa. Se adivina desde el primer momento, no solo porque otorga protagonismo a un José Coronado cada vez más oscuro y violento. «Mi personaje es la devastación moral hecha persona», ha declarado el actor en alguna entrevista. Urbizu lo ha calificado como un «desierto».

Daniel Grao, Isak Férriz y Carlos Librado «Nene» son sus hijos, los hermanos Guerrero, que controlan la entrada de cocaína en Europa -no cede la narcofiebre- sin dar opción a sus rivales de elegir entre plata o plomo. Caín y Abel eran dos hermanitos de la caridad a su lado. Los Corleone se querían demasiado. Los Guerrero , en cambio, se creen invencibles, carecen de moral y entienden la victoria como la destrucción del enemigo, aunque este lleve el mismo apellido.

Todo ello ocurre en un Madrid que no figura en las guías turísticas. Es una ciudad de Rastro y chabola , de fondos bajos y peleas de boxeo. Por momentos aparece incluso una especie de club de la lucha sin literatura. Palahniuk sin azúcar ni alardes. Parece una barbaridad, pero Edward Norton quizá no hubiera tenido cabida en el reparto. No entre los payos y menos aún entre los gitanos.

El resultado es una poco familiar y nada generalista serie. Violenta, áspera y con una pegada que dejaría sin resuello al espectador de Farmacia de guardia . Habría sido impensable hace unos años. La apuesta supone una declaración de intenciones y sigue la estela de la mayoría de producciones originales de Movistar, que sigue empeñada, salvo excepciones - El día de mañana - en parecerse más a HBO que a Netflix.

La factura de cine se aprecia incluso en el formato, con lentes panorámicas especiales y una iluminación que en Atresmedia o Mediaset provocaría despidos inmediatos. Ni siquiera el realismo de Fariña , donde no abundan las concesiones, se le acerca. Tampoco tiene el ritmo de un thriller, que permite más desahogos. Entusiasmará a algunos paladares exquisitos y ahuyentará a las masas. O no.

«Jack Ryan»

Justo en una plataforma menos familiar se ha podido ver el estreno de este thriller de acción para casi todos los públicos. Es significativo que el actor que hereda el manoseado papel de agente de la CIA que creó Tom Clancy provenga de la comedia. John Krasinski se hizo famoso en The office . Aquí el protagonista se busca dos seguros de vida: es uno de los productores de la serie de Amazon y apenas se separa dos metros -salvo para las escenas románticas- de Wendell Pierce , a quien recordarán los seguidores de The wire . Nadie inventa nada, pero los creadores saben cómo conseguir que el espectador se olvide del mando a distancia.

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