LIBROS

García Márquez, de la realidad pura y dura al realismo mágico

Una de las novedades más gratificantes de este arranque de la temporada es la recuperación de algunas de las crónicas periodísticas de García Márquez. Una lección

Un joven García Márquez en la redacción de «Prensa Latina» (Bogotá, 1959) ABC

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Una duda me corroe cuando empiezo a leer algunas de las crónicas de García Márquez fechadas a comienzos de los años 50 y recopiladas en este libro: ¿se le puede poner tres estrellas (exigencia calificadora de las fichas que acompañan las reseñas de este suplemento) a un Premio Nobel de Literatura? La duda me corroe porque algunas de sus primeras crónicas me saben más a realismo mágico que a periodismo de pura sangre. Incluso con un punto de poesía que nace incompatible con un oficio tan bizarro .

Sí, se parecen demasiado a ese realismo mágico que la literatura y la escritura contemporánea han desterrado hace ya un tiempo . Pero, claro, hablamos de un Premio Nobel de Literatura de altos vuelos, y no podía durar mucho este espejismo crítico. Según avanzan las páginas me encuentro con algunas de las crónicas más magistrales que he leído (ahora releo gracias a este libro) en mi vida profesional. Impagables. Un Premio Nobel para el autor sabe a poca cosa. Y las míseras cuatro estrellas de estas fichas, ni les cuento.

Asesinato en Roma

Pondré varios ejemplos. El primero, y que da título a esta recopilación en manos de Ricardo Peral , lleva por título «El escándalo del siglo» y reúne la serie de crónicas enviadas desde Roma en septiembre de 1955 al periódico «El espectador» de Bogotá, en cuyas líneas narra el asesinato (nunca probado) de Wilma Montesi . Una don nadie y un suceso que conmovieron la Italia de la época en el que estuvo implicado Piero Piccioni –músico, compositor de bandas sonoras para el cine de Visconti, Rosellini, Vittorio de Sica, Bertolucci ...– , la actriz de moda en aquellos días, Alida Valli , y algún otro personaje de ringorrango.

El ritmo vertiginoso de la narracción, la maestría en la conjunción de los datos y los hechos, te mantienen en vilo al borde de la asfixia

El ritmo vertiginoso de la narracción, la maestría en la conjunción de los datos y los hechos, te mantienen en vilo al borde de la asfixia de tanto como galopan tus ojos por las líneas y saltan de página en página, como si de una novela negra se tratara . Nada de realismo mágico. Nada de realidad novelada. Una crónica con todas las de la ley y sus datos contrastados en la literatura del día a día. A esta le sigue la historia de la extraña desaparición de varias mujeres en París que se supone son raptadas por redes de prostitución («¿Están en Caracas las mujeres que desaparecen en París?», tal es el título). Y la a vece s desternillante historia, por surreal , de un alemán en Caracas durante el verano de 1958 y en sequía. Su lectura da claves de un ayer que bien pudiera parecer el caos de hoy. Y la sorna se torna en tragedia.

Resumen de un año

Pese a que García Márquez escribe sobre Cuba –de Fidel y la revolución (y esto tiene mucho morbo)–, si tuviera que elegir solo uno de los trabajos periodísticos entre los reunidos en el volumen me defino por el que publica el 3 de enero de 1958 en la revista «Momento», en cuyas entrelazadas líneas resume lo que dio de sí 1957. Como glosa el título: «El año más famoso del mundo». Yo no sé si fue el más famoso o le han ganado otros (y otros acontecimientos) la batalla pero la manera en que García Márquez salpica los hechos trascendentales, históricos, con aquellos que configuran la crónica social (cinematográfica...), cultural, de esos 365 días bien merece ser estudiada por las nuevas y más antiguas generaciones de periodistas. De la dimisión de Anthony Eden, primer ministro británico, a la muerte del cantante y actor mexicano Pedro Infante; de la irrupción en la vida occidental de Krushchev al estreno hollywoodiense de Sofía Loren y los escándalos de Ingrid Bergman y Roberto Rosellini, sin olvidar la muerte de Christian Dior ...

Tocar todas las cuerdas sin que nada chirríe está al alcance de quienes entienden el oficio periodístico no como el de un cuentacuentos, sino un cuenta verdades bien afinadas para poder ser leídas con el mismo placer con el que se paladea la buena literatura.

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