La «estafa» de los museos

Las salas de CaixaForum Madrid están atestadas de gente por el reclamo de Andy Warhol, pero así no se puede ver una exposición

Montaje de la exposición de Andy Warhol en CaixaForum Madrid Maximo Garcia de la Paz
Laura Revuelta

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Voy directa al grano: no puede ser que alguien pague una entrada para ver una exposición y entre en una sala atestada de gente que más se asemeja a un vagón del metro en hora punta que a un espacio para el disfrute del arte. Me parece una estafa (presunta, claro). El precio no incluye -ni se especifica en la letra pequeña- pisar juanetes, despejar cabelleras ajenas a la altura de los ojos, ser empujado, apartar móviles a diestra y siniestra, ni salir en fotos de Instagram como marea de fondo… Y, si es así, que bajen la entrada, como hacen con aquellas butacas del teatro en las que te avisan de la escasa e incluso nula visibilidad del espectáculo.

Lo he dicho de corrido, me he quitado un peso de encima que llevo arrastrando desde aquella exposición que el Museo Reina Sofía dedicó a Dalí hace cinco años. Luego, vendría El Bosco en el Prado . Una marabunta absurda que pegaba los ojos a los cuadros para captar el más mínimo detalle, cuando para eso mejor hubiera sido comprarse un libro en cuyas satinadas páginas se puede disfrutar de todas las excelencias, hasta las más escatológicas, eróticas y festivas. De este mal nadie se libra, ni la santa Iglesia, con su Capilla Sixtina en las alturas. Sus accesos a lo largo de las estancias vaticanas más parecen los túneles de un estadio de fútbol en la final de la Champions que una peregrinación a uno de los templos sagrados del arte.

La última en la frente ha sido la exposición de Warhol en las salas de CaixaForum Madrid . Sábado al mediodía, no consigo traspasar ni la entrada de la muestra. Me doy media vuelta y me largo. No me han echado por exceso de aforo. Sencillamente, no me da la gana ver sólo cabezas y al fondo, en un plano cortado por esas mismas testas, las obras del maestro de los cinco minutos de gloria. Una estafa, sí. Ya sé que los museos tienen que financiarse. Ya sé que las cifras millonarias de visitantes ayudan a sobrevivir en el juicio final de temporada. Pero quien paga por ver tiene, al menos, el derecho a ver por lo que paga.

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