CINCO MINUTOS DE GLORIA

Entre Rosalía y Anne Lister: el verano cultural de un trago

Frente al timo de los algoritmos, les recomiendo el probado método del boca a boca

«Gentleman Jack», serie de la BBC inspirada en los diarios de Anne Lister

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Dicen los algoritmos que la canción del verano será de Rosalía . Para quien no lo sepa, no haya sido abducido aún por esta tiranía matemática, los algoritmos emergen cual fórmulas mágicas que, desde el averno de internet, han llegado para quedarse y orientarnos sobre el presente y el futuro de nuestros gustos (incluso disgustos) y otras zarandajas. Una suerte de moderno y errático oráculo que se nos presenta tan listo como para predecir que la sonata que más se va a tararear esta canícula será de la omnipresente Rosalía y su punteo de uñas largas en los compases de la penúltima modernidad.

Antes de que llegara Rosalía, ya arañó con unas grandes uñas postizas nuestra Alaska y hasta la Madonna pre-eurovisiva. Antes de los algoritmos, y con el comediscos colgado del hombro, ya sabíamos que la canción del verano llevaría la firma de Georgie Dann . Para barroquismos horteras en la indumentaria, los suyos y, para mayor inri, con la valentía torera de rellenar los minutos musicales al calor de una barbacoa. Bemoles como aquellos ya no se encuentran.

No obstante, yo no vine hasta estas líneas para arremeter contra Rosalía, sino contra el timo de los algoritmos. Esos que cada vez que abro mi ordenador me recomiendan qué libros leer, como si supieran de mis gustos y desvelos lectores. Qué sabe nadie… y por eso no aciertan, por mucho ahínco que le pongan. Esos que cada vez que enciendo la televisión me sugieren una serie y yo, para llevarles la contraria, le hago caso al más que científicamente probado método del boca a boca.

Por ejemplo, los algoritmos no me habían puesto sobre la pista de una serie de la BBC inspirada en los diarios de Anne Lister , pero di con ella porque me fío de mis asesores personales. Con las mismas, aquí se lo dejo caer por si quieren conocer la vida y obra de una mujer de armas tomar, allá en el rifirrafe del siglo XIX. Porque la revolución industrial no fue solo cosa de hombres, ni de mujeres que vestían miriñaque

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