¿Contra quién escribe Mikita Brottman?

En medio del aluvión de libros sobre la lectura, la británica ha escrito otro, «Contra la lectura», con más fallos que aciertos

Jaime G. Mora

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Hay en torno a los libros una afectación que da por buenas sentencias más bien grotescas. «Masturbarse y leer tienen mucho en común», escribe Mikita Brottman (Reino Unido, 1966) en el inicio de « Contra la lectura ». «Ambas actividades suelen llevarse a cabo solas y en privado, a menudo en la cama y por la noche, antes de dormir». Claro, igual que chatear con el móvil, ver una serie en la tableta y tantas otras cosas menos pintonas.

Hemos pasado de una época en la que la lectura era un pasatiempo inadecuado, vedada a las «jóvenes señoritas»y la gente de bien, a otra que promociona los libros como la solución a todos los males. Por eso hay tantos libros sobre la lectura. «En los últimos años, este género se ha expandido con tanta rapidez que parece que cada semana se publica un nuevo título», dice Brottman. Por si fueran pocos, ella ha escrito otro.

«Si la lectura fuera tan fundamental como les gusta afirmar a sus partidarios, ¿por qué necesitamos toda esta presión organizada para animarnos a coger un libro?», se pregunta en «Contra la lectura». ¿Es verdad que las niñas listas leen libros?, como dicen algunos carteles promocionales ¿Es verdad que leer es sexi? ¿Y si la lectura no nos hiciera sentir mejor? , plantea Brottman. ¿Y si leer no fuera todo lo que se supone que es?

Pese al título del ensayo, el de la autora británica no quiere ser un alegato contra los libros, sino un intento de reivindicar el placer de leer porque sí, digan lo que digan los eslóganes y las listas de lecturas obligatorias: «Permitidme dejar las cosas claras: no hay libros que “debáis leer”. Seguid mi consejo: si os aburre, no lo pilláis, os resulta soporífero u os provoca dolor de cabeza, dejadlo y pasad a leer otra cosa. Incluso este mismo libro: si no os interesa, ¡dejad de leer ya mismo!». Lo dice en la página 111, demasiado tarde.

¿A quién dirige Brottman este particular elogio de la lectura? Desde luego no a aquellos jóvenes a quienes anima a no esforzarse en leer lo que no les parezca emocionante, porque nadie les va a mirar «por encima del hombro por no haber leído "Guerra y paz"». Que la lectura no debe ser una actividad emocionante es un argumento que la propia autora desacredita cuando destaca la dificultad de «llegar a ser un lector exigente y con criterio».

Tampoco parece que la obra vaya dirigida a aquellos lectores avezados que disfrutan con los clásicos, esos libros «sobrevalorados» que ni «enganchan», ni «inspiran curiosidad», ni «fomentan placer alguno», ni «azuzan el interés». Los buenos libros lo son porque suponen un desafío para el lector, aunque Brottman, profesora de Literatura, no lo diga. ¿Y la poesía? «¿No podéis con la poesía? Que nos os avergüence admitirlo: no estáis solos. A veces parece como si los únicos capaces de leer poseía por placer sean los mismos que la escriben».

El ensayo de Brottman tiene puntos divertidos, a ratos hace una necesaria caricatura de la impostura del «leer es sexi», pero falla en dos cosas elementales: no tiene a quién dirigirse y, en el fondo, no se cree sus bufonadas. Para la escritora, «la literatura posee la capacidad de transformarnos de una manera lenta, dolorosa e irreversible». «Contra la lectura» es un eslogan esnob en forma de libro.

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