ARTE

Annette Messager: «Los museos están felices de exponer a mujeres, pero no de comprarles obra»

El IVAM otorga a Annette Messager el Premio Julio González y lo celebra con la muestra «Púdico-Público», con la que recorre su labor de las dos últimas décadas

Messager ante la obra «Las prohibiciones en 2014», en el IVAM Mikel Ponce

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Annette Messager (Francia, 1943) está de vuelta de todo. No sé si, con la que está cayendo, es políticamente correcto decirle a una mujer (más siendo hombre) que tú la consideras una «gran dama» del arte. Pero ella me recuerda que la autocensura es «el gran cáncer de la sociedad actual»: «Para un artista, es el suicidio». Por eso quizás no le duelen prendas admitir que aquel Mayo del 68 hoy idealizado en el que se inició estuvo liderado por «auténticos machistas», o que el feminismo es la excusa perfecta para excluir a las mujeres. Messager vuelve a España porque el IVAM le ha concedido el Premio Julio González. Es la primera mujer en 18 años que lo recibe. También sobre eso tiene una teoría. Parémonos a escucharla.

Esta muestra repasa los últimos 20 años de su trayectoria, dos décadas después de la que celebró el Museo Reina Sofía en España. ¿Han cambiado mucho sus intereses en este tiempo?

Han cambiado, sí... Aunque los artistas siempre le estamos dando vueltas a las mismas ideas. Pero han cambiado porque lo hacen los materiales, por ejemplo. Yo antes utilizaba muchos elementos cotidianos porque los tenía a mano. Ahora está internet para hacerte con cosas muy lejanas. Quizás en mis comienzos me interesé más por la identidad femenina. En la actualidad, el concepto de identidad, en mi trabajo, se ha ampliado.

Lo que sí que ha cambiado es el mundo.

Y no para mejor. El siglo XX estuvo sacudido por grandes guerras. Ése era el miedo más generalizado de la población. Hoy, ya casi no las hay, pero la gente sigue teniendo miedo. No hace mucho que hemos vivido los atentados de París: hoy hay miedo a andar por la calle, a coger el metro...

«Estoy en contra de las exposiciones de mujeres porque supone incluirnos en un nuevo gueto. Yo quiero exponer junto a mujeres, pero también junto a hombres, a homosexuales y transexuales»

Pero ahí están también acciones nobles como la de España acogiendo a los refugiados que rechazó Italia. Ahora bien: estos miedos están alimentando a los nacionalismos, que cada uno se reafirme en sus límites. Y ahí está el Brexit, el populismo italiano, los alemanes o los austriacos intentando cerrar fronteras... Todo ello hace que el mundo sea cada vez menos libre.

Justamente se han cumplido 50 años de Mayo del 68. Uno de sus lemas, «Prohibido prohibir», da título a algunas de sus obras. Usted ha sido muy crítica con el movimiento...

Hoy, si nos fijamos, las prohibiciones están a la orden del día. Es lo que he querido mostrar con esas obras. Cincuenta años ya, y los fastos no paran. Yo estoy un poco cansada. Por entonces, era joven, viví el ambiente de fiesta, las barricadas. Era muy tímida también. Quise participar con unos dibujos para unos carteles en la Escuela de Bellas Artes de París, pero estos grandes hombres eran todos unos machistas, y me echaron. Yo no me olvido de aquello, no.

Tampoco se siente cómoda con el término «feminista». Sin embargo, su obra se centra en muchos momentos en la mujer. ¿Por qué no lo es?

Me molesta porque supone reducirme a una categoría. Estoy en contra de las exposiciones exclusivamente de mujeres porque supone incluirnos en un nuevo gueto. Yo quiero exponer junto a mujeres, pero también junto a hombres, junto a homosexuales y transexuales. Lo único que debería importar es que todos seamos buenos artistas.

En España, ahora estamos obsesionados con las cuotas.

Tampoco me gusta que existan. Sin embargo, también es verdad que soy la primera mujer que recibe el Premio Julio González del IVAM. Y no es éste el único museo del mundo en el que las mujeres están infrarrepresentadas en su colección. Es curioso, pero generalmente los y las conservadoras de museos en todo el planeta están encantados de hacer exposiciones conmigo o con cualquier mujer. Pero cuando les hablas de adquirir piezas, el «no» es generalizado.

Detalle de «Sleep Deep Red»

Pero supongo que no le parece natural que en 18 años ese premio no se haya acordado de ninguna mujer.

Lo importante es que no sea también la última.

Hablemos de la muestra del IVAM, de su título: ¿Qué es para usted lo «púdico» y lo «público» que anuncia?

Me encantan los juegos de palabras. Mi vida «púdica» es mi vida privada, aunque luego me exponga, haga exposiciones. Sin embargo, tanto en español como en francés, un «hombre público» es un sujeto de cierta notoriedad, mientras que una «mujer pública» es directamente una prostituta, lo que nos lleva a referirnos a lo que hace en su esfera privada. Me gusta jugar con esas dualidades, esas interferencias.

La sociedad, quizás por influencia de las redes, también ha desdibujado la línea entre lo «púdico» y lo «público».

Hoy nos rascamos una oreja y sentimos la necesidad de volcarlo en la red. Es horrible. Y le facilitamos el trabajo a los políticos: todo se lo damos fotografiado, filmado, documentado, y fomentamos que ellos también lo hagan con nosotros: asumimos con naturalidad que haya cámaras en la calle que nos vigilan.

«Quise participar con unos dibujos en la Escuela de Bellas Artes de París, pero estos grandes hombres del Mayo del 68 eran todos unos machistas, y me echaron. Yo no me olvido de aquello, no»

Vendemos nuestra intimidad sin pedir nada a cambio. El movimiento #MeToo se hizo poderoso en redes porque lo apadrinaban mujeres de renombre, pero hace años que esas historias de abuso circulan.

Hay otra dicotomía que se aplica a su labor la de poético y político. ¿Son compatibles?

¿Es la política poética? ¡Oh, la, la! ¡Vaya pregunta! Sin embargo, estoy segura de que podemos encontrar poesía en todos lados. Pero yo no hago política.

¿Segura?

Cuando no estoy deprimida, creo que con mi obra soy a la vez política, feminista, erótica, poética... Pero cuando me vengo abajo pienso: «Esto no vale para nada. Soy una inútil». Admito que soy pura contradicción. Como todo el mundo.

¿Y cómo se hace política desde un museo?

Se hace, sin duda. Cuando programas una exposición como ésta, por ejemplo. Cuando le das cancha a los jóvenes, a los consagrados, a las mujeres...

Pero, ¿el arte no estaba en la calle? Eso dijo usted en alguna ocasión. ¿Para qué meterlo en el museo?

[Ríe]. El arte, como la poesía, también está en todos lados. Hasta en el diseño de tu camisa. ¿Cómo no va a estar en un museo?

Dice verse influida por el surrealismo, que, por cierto, representaba la vagina como animal dentado. ¿Por qué nos sigue dando tanto miedo el cuerpo, el sexo femenino?

No sé si es tanto miedo al cuerpo como a lo que podemos hacer con él. Pienso en cómo es contestado el aborto en muchas partes. Sólo la píldora supuso una grandísima libertad para la mujer para hacer uso de su cuerpo. Cuando en Francia se aprobó el matrimonio homosexual se generaron polémicas, manifestaciones con los políticos en la calle que a mí me sorprendieron. Se supone que nosotros somos el país de la «liberté» y la «fraternité». Y, sin embargo, todo eso se asumió de una manera más lógica en un país católico como el tuyo. Aquí desde la muerte de Franco se respira un aire de libertad muy sano.

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